Día Mundial del Chocolate: ¿por qué Bariloche es la meca en Argentina?

En la ciudad lacustre hay 25 fábricas que producen unas 2.000 toneladas de chocolate por año.

El Día Mundial del Chocolate comenzó a celebrarse en Francia allá por 1995 en homenaje al nacimiento de Roald Dahl, un escritor británico autor de «Charly y la Fábrica de Chocolates». También se recuerda a Milton Hershey, fundador de The Hershey Chocolate Company, una de las empresas más importantes en la industria del chocolate.

En Argentina, Bariloche logró convertirse en la meca del chocolate con una historia que se remonta casi a mediados del siglo XIX.

En 1939, Aldo Fenoglio, junto a su esposa Inés Secco, desembarcaban en Argentina huyendo de la guerra en Europa. Había aprendido el oficio de pastelero y chocolatero en Turín donde trabajaba en una pequeña confitería en la que elaboraba trufas, bombones y chocolate artesanal. En Argentina, probó suerte en Rosario, Mar del Plata y Mendoza pero a la pareja no les gustó. Decidieron instalarse en Bariloche porque les recordaba a Piamonte, donde fundaron una casa de té en la calle San Martín, a la que llamaron Tronador en 1948. Años después, el nombre cambió a Fenoglio y fue adquiriendo un perfil «chocolatoso».

«Cuando llegan a Buenos Aires recorren la Argentina y se instalan en Bariloche porque les recuerda a su Turín natal, con montañas y lagos. Ellos venían de Piamonte. Ahí instalan la primera chocolatería de la Patagonia. Con el correr de los años se empezó a hacer muy famoso el chocolate del sur de la Argentina», contó Leticia Fenoglio.

Insisitó en que «otros chocolateros descendientes de italianos montaron también otras chocolaterías en la zona. Quizás por el frío. Es por eso que en Bariloche hay varias chocolaterías descendientes de italianos. Mis abuelos tienen tres hijos, uno de ellos es mi padre. Mi abuelo falleció cuando mi padre tenía 19 años, dejó los estudios y se encargó de la chocolatería familiar».

Una tradición italiana

Luis Brogger, un empresario chocolatero que lleva 48 años en el rubro, es el fundador de Tante Frida. Resaltó el inicio del chocolate en la región de la mano de «Fenoglio que fue quien incorporó todo el conocimiento y la tradición que traía de Italia. Bariloche ya tenía una tendencia al turismo desde unos años antes. Y lo cierto es que el chocolate presentado con un packaging en forma de souvenir fue tomando una trascendencia más que importante«.

En los años 70, 80 Bariloche se destacaba por el arte en madera, los tejidos y el chocolate. Este último trascendió convirtiéndose en un souvenir regional.

«La gran pasión y el atractivo que despierta el chocolate hace que uno vuelva a su lugar de origen con un souvenir casi como una cuestión emocional. Quizás, ahora esto es más acotado, pero en la época de mis comienzos venía gente de Buenos Aires y se llevaba la cajita para el médico, para el que le regaba las plantas en su casa, un recuerdo de las vacaciones. Esto impulsó aún más la industria del chocolate«, mencionó Brogger.

La industria chocolatera local depende del cacao, un insumo importado que no tiene reemplazos en la producción nacional. «Sucede en todos los lugares emblemáticos del chocolate que tampoco tienen producción de cacao. Sucede que el clima en una ciudad de montaña ayuda al consumo del producto. Hasta los andinistas y alpinistas usaban la paleta de chocolate para ingerir calorías arriba de la montaña», comentó.

Brogger incursionó en la industria chocolatera en 1976, a través de la familia suiza de su madre. «Mi abuela era repostera y con una vecina, fundamos La Estrella Alpina que duró cinco años. Ella siguió por su lado y yo fundé entonces ‘La Abuela Goye´ en 1981. La marca era pegadiza y muy afectiva. Tuvo una fuerte cuestión de marketing propio que se fortaleció con la perseverancia y las ganas del emprendimiento«, recordó.

Al separarse de su pareja en 1994, Brogger decidió fundar «Tante Frida» en homenaje a su tía que siempre lo había acompañado y había muerto un año atrás. El negocio está ubicado en la calle MItre al 600.

«Hubo muchos altibajos: siempre hemos atravesado shocks económicos, climáticos, desde el hantavirus en 1996 hasta la crisis del 2001, la caída de ceniza del volcán. Siempre hubo cosas, pero la realidad es que soy un agradecido porque vivo de esto y hago algo que me encanta, con amor», expresó.

Recomendó a los emprendedores que recién comienzan «tener un objetivo, un norte y por sobre todo, perseverancia para no caerse cuando las cosas marchan mal en algún momento. Esto es clave con un negocio».

Destacó que Bariloche se haya mantenido como la cuna del chocolate a nivel nacional y haya crecido exponencialmente con variedad y oferta. «Cada maestro, cada artesano le pone su impronta, su gusto. Hay una cantidad de variables para ofrecer el producto«, dijo.

«¿Y hoy, cómo describe la calidad del chocolate?», consultó este diario. «Es mejor. La competencia ha generado esto: un salto de calidad en el producto con la incorporación de nuevas técnicas. Ha sido para bien», concluyó.


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