El amigo de Messi entrena y sueña con la Champions

“Siempre me acuerdo de la charla con Messi. Me preguntó si jugaba al fútbol y le dije que sí. Me dijo que lo disfrute, que me divierta”.

Alejandro y su encuentro con la Pulga en el 2015.

Mirá el golazo de Alejandro Ocampo, el domingo pasado

Cada tarde, cuando cesa la actividad en el centro de esquí más grande de Europa, Alejandro Ocampo se saca la ropa de pistero socorrista, se pone la de futbolista y recorre en colectivo los 20 kilómetros que separan al cerro Grandvalira de la cancha del Atletic d’Escaldes. ¿Te acordás de su historia? Tiene 22 años, le dicen el Negrito, nació en Sierra Grande, se crió en La Angostura, era pistero socorrista en el Bayo, en 2015 sus padres le regalaron un pasaje de avión para que buscara su destino en Andorra, consiguió trabajo en un hotel con centro de esquí y una mañana cayó Messi con Antonella y los pibes y él era el único que estaba afuera. Leo lo vio tomando mate y se acercó, charlaron un rato, le firmó la celeste y blanca de la bicicletería Taquari de su amigo Fabián, le preguntó de qué equipo era esa camiseta, se río cuando le contó. Después llevó a dar una vuelta a Thiago en la moto de nieve.

Zurdo, habilidoso, una noche lo vieron en un picado y le propusieron jugar al fútbol como profesional en el club Encamp. Y a fines del 2017 compró su pase el Atletic, uno de los grandes de la segunda división. En paralelo, juega la Copa Constitución (es como la Copa Argentina) y está en semifinales: el campeón juega la pre Champions League y le puede tocar un cruce con uno de los equipos todopoderosos de Europa.

¿Cómo viene el Atletic en la liga? Comparte la punta con el FC Ordino, con 46 puntos en 19 partidos, pero 26 goles menos a favor. Quedan cuatro fechas y todo puede definirse en el partido que los enfrentará en la última. Dos semanas atrás, jugó de titular y marcó un gol de cabeza en el empate 3-3 con el Q Esports. Llovía, hacía apenas 1 °C y salió a los ‘57 por un tirón en el aductor. Tras la suspensión de la fecha del domingo 18 de marzo por las nevadas que cayeron en este pequeño país de unos 80.000 habitantes y apenas 468 km² en los Pirineos, entre España y Francia, ayer hubo fútbol y el equipo de Alejandro ganó 1 a 0.

En 13 partidos, lleva marcados ocho goles. El que más le gustó, uno que recibió por la derecha, se sacó a dos de encima y la cruzó abajo. “¿A lo Messi? Sí, sí, parecido…” responde, se ríe con ganas del otro lado del teléfono y cuenta que en el plantel tiene compañeros españoles, franceses y africanos que revolean los buzos cuando hace retumbar en el vestuario “La mano de Dios”, la famosa canción que Rodrigo le dedicó a Maradona. “Se la saben toda”, agrega. También se entusiasman con la cumbia de La Nueva Luna, con el hit No llores a la cabeza.

Cada vez que puede se escapa a ver al Barcelona: está a tres horas de micro. Vio desde una platea lateral el sensacional tiro libre de Messi contra el Atlético de Madrid. Y captó el momento exacto en que la pelota se clavaba en el ángulo. Le compartió a “Río Negro” esa y otras fotos desde un ómnibus. “Acá en los bondis hay buena wifi”, explica. Y agrega: “Ya cuando cobran una falta cerca del área y Leo empieza a acomodar la pelota en la cancha hay un ambiente especial, un murmullo, como que se preparan. Y cuando le pega estalla el estadio, qué animal…”.

En la temporada pasada estuvo en el cerro Luis Suárez, que también compartió unos mates y le firmó una camiseta. El 9 del Barca volvió en el último invierno europeo y Alejandro estaba en lo alto de la montaña. Sus amigos le contaron que preguntó si estaba “el chico del año pasado”. Suelta otra sonrisa al recordarlo. “Es muy buena onda ese uruguayo”, dice y se despide: es tiempo de ir a dormir y soñar otra vez con goles hermosos, inolvidables y suyos.