El museo que rescató el patrimonio arquitectónico ferroviario en Neuquén

El edificio conserva los trazos gruesos de lo que fue un taller. Fue sede del Museo de Bellas Artes y antes del galpón de YPF tuvo muestras de arte al aire libre en el Parque Central.

El Museo Gregorio Álvarez se creó el 20 de diciembre del año 1986, sobre las bases de un edificio de estilo inglés construido en 1901 en el que funcionó el galpón de máquinas de la Compañía Ferrocarril del Sud y del que, aún hoy, se conservan las arcadas.

La descripción en el sitio del museo recuerda que está ubicado en el Parque Central, que antiguamente funcionaba como predio ferroviario. En la actualidad conserva su fachada original y lleva el nombre de Gregorio Álvarez escritor, poeta, profesor académico y médico, quien también se dedicó a indagar y difundir sobre la historia e identidad de la Provincia del Neuquén.

El Museo Gregorio Álvarez fue declarado Monumento Histórico Provincial en 1986 y Monumento Histórico Municipal en 1993, y desde sus inicios resguarda patrimonio arqueológico y antropológico que da cuenta de las diversas culturas que habitaron nuestro territorio.

La colonia ferroviaria dividía a Neuquén en dos y fue provincializada en 1985 cuando se observó una discusión local respecto a qué hacer en los terrenos. Hubo propuestas de urbanización y de construcción de edificios que no cuajaron por la fuerte discusión que se observó entre los vecinos.

Las viviendas de los ferroviarios se desmantelaron, solo quedaron las dos que hoy se ubican a pocos metros del edificio de la estación.

Se puede apreciar una muestra de fotos antiguas en el Museo Gregorio Álvarez (Museo Gregorio Álvarez)

El Museo Gregorio Álvarez después de su recuperación, se le pusieron vitrales en la arcada este con el sol y en la arcada opuesta, al oeste, con la luna. Incluso, hasta que el exintendente Horacio Quiroga permitió el galpón de chapa de YPF que está al lado, se sostenían muestras al aire libre como la araucaria de metal que se erigió a pocos metros de su acceso.

Estuvo dos años cerrados y en 2007 se abrió y fue la primera sede del Museo Nacional de Bellas Artes hasta que éste tuvo su propio edificio financiado con la venta de la Casa del Canillita en el costoso predio de Buenos Aires 160.


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