El suicidio: una epidemia silenciosa e invisible de la que hay que hablar

El pasado sábado 10 de diciembre fue el Día Nacional y Mundial de la Prevención del Suicidio. El suicidio es una problemática de origen multifactorial que trasciende los ámbitos de la salud mental. Es un serio problema de salud pública que abarca a toda la sociedad. La opinión de dos médicos psiquiatras.

Por Juan José Fernández, médico psiquiatra, y Mariela Romero Egüez, médica psiquiatra, presidente y vicepresidenta del Capítulo de Suicidología de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).

El 10 de septiembre se conmemoró el Día Nacional y Mundial de la Prevención del Suicidio. Desde el 2003, la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio en colaboración con la Organización Mundial de la Salud (OMS), han promovido el esta fecha para visibilizar que el suicidio se puede prevenir.

Según la OMS, más de 700 mil personas se suicidan por año, siendo la segunda causa de muerte entre jóvenes de 15 a 29 años. Se estima además que en los últimos 45 años las tasas de suicidio han aumentado en un 60% a nivel mundial. Cifras alarmantes sin duda.

El suicidio es una problemática de origen multifactorial que trasciende los ámbitos de la salud mental. Es un serio problema de salud pública que abarca a toda la sociedad. En el 90% de los suicidios está presente alguna patología mental como uno de los factores y las adicciones están presentes en casi el 50% de los casos. La suma de problemas psico sociales junto con la desesperanza, impulsividad y baja tolerancia a la frustración son una base propicia para generar este fatal desenlace.

El suicidio es una problemática que requiere un abordaje responsable por parte de toda la sociedad. Para la gran mayoría de personas resulta una epidemia silenciosa e invisible hasta que nos interpela de manera personal, familiar, en la escuela, en el barrio o en el trabajo.

«El suicidio es una solución eterna para lo que a menudo, no es más que un problema temporal». Así lo definió Edwin Shneidman, padre de la Suicidología moderna (1918-2009). Sucede cuando la persona se siente agobiada, arrastrada dentro de un túnel negro, oscuro y sin salida y no ve otra solución que el acabar con su vida para dejar de sufrir. Ninguna persona quiere morir, solo quiere cortar un sufrimiento que no lo deja ver otra salida y como consecuencia atenta contra el instinto más básico de la humanidad: el de conservación.

«La Organización Mundial de la Salud refiere que el 80% de los suicidios se pueden prevenir». Todos los problemas tienen una salida, depende de todos y todas ayudar a encontrarla. Romper el silencio aportando palabras que ayuden a facilitar la expresión del dolor, la escucha empática sin criticar ni juzgar y el alentar a buscar ayuda en los equipos de salud mental, aportan sin duda a que se puedan tomar otras decisiones.

La prevención depende de todos y todas, de quienes trabajan con la salud mental de las personas y de la sociedad en general.

Se debe instruir, por ejemplo, a las personas que están en contacto con niñas, niños, adolescentes y jóvenes, ya que durante este período es menos frecuente el contacto con algún profesional de la salud mental. Es importante el reconocimiento de la labor de los líderes sociales y religiosos, docentes, clubes de barrio, entre otros, ya que en muchos casos, tienen más llegada que un profesional de la salud mental.

Nuestra misión radica en formar a estos referentes en la detección de factores de riesgo y la identificación de poblaciones vulnerables para una adecuada orientación hacia un tratamiento adecuado.

Nuestro país cuenta con la Ley 27130, sancionada el 11 de marzo de 2015 y reglamentada el 10 de septiembre del 2021. En ella están mencionados los pasos adecuados para una correcta prevención, tratamiento y seguimiento de las personas que tengan una conducta suicida, formar a los miembros de la comunidad, como reconocer a dichas personas y orientarlos a la búsqueda de un tratamiento para mejorar su calidad de vida.

Como se mencionó, la salud mental no es la única salida. Se debe trabajar en una red que incluya a otros profesionales de la salud (pediatras, clínicos, emergentólogos, médicos de familia, etc), trabajadores sociales, psicopedagogas, docentes, equipos de orientación escolar, promotores de salud en los barrios, y un fuerte trabajo territorial estatal (políticas públicas) ya que factores como la falta de trabajo o una economía insuficiente pueden afectar a quienes se encuentran en situación de vulnerabilidad.

Entre todos y todas debemos ayudar a detectar a quienes puedan presentar riesgos que los lleven a desarrollar la tan terrible conducta suicida.

Hablemos de suicidio. El silencio, en suicidio, mata.


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