Feminismos peludos en Chos Malal: «Por cada denuncia pública, en silencio acompañamos a diez»

Algunas son nacidas y criadas, otras se mudaron. Todas viven en el norte neuquino, cuya Oficina de Violencia del Poder Judicial recibe en promedio 45 denuncias mensuales. Son mujeres que acompañan y asesoran ante violencias machistas. Cargan con estigmas, pero su militancia y lucha es reconocida por la comunidad.

Mónica Pardo es docente en una escuela nocturna. Está dando una charla sobre tipos y modalidades de violencia de género a personas adultas que quieren finalizar el secundario. En el CPEM 80, de Chos Malal, una estudiante de unos 50 años, empleada doméstica, se acerca una vez terminada la clase y pregunta:

-Cuando cobro el dinero se lo doy todo a mi esposo, ¿eso es violencia?

-¡Sí es violencia! Vos podés manejar tu dinero.

-Desde que empecé a trabajar, siempre se lo di.

El empleo en casas particulares es el sector de la economía argentina más feminizado y con mayor informalidad laboral. El último informe sobre brechas de género que publicó el ministerio de Economía, durante el gobierno de Alberto Fernández, reveló que «en el cuarto trimestre de 2022, sólo el 8,8% de las mujeres en edad jubilatoria (entre 55 y 59 años) contaba con más de 20 años de aportes».

Chos Malal es una ciudad recostada exactamente en la mitad de la Ruta 40, la traza de 5.194 kilómetros que une el norte y el sur del país. Su nombre en mapuzungun (lengua del pueblo mapuche) significa “corral amarillo”, por el color de los cerros. Esta es tierra trashumante: crianceras y crianceros transitan con sus animales por las huellas del arreo, un movimiento pendular marcado por el ritmo de las estaciones.

Está ubicada a 4 horas y 49 minutos de la capital de la provincia y a 16 horas y 23 minutos de Buenos Aires, donde el 3 de junio de 2015 las calles ardieron pese al frío en movilizaciones que pedían “Ni Una Menos”.

Al calor de esa efervescencia, el equipo de profesoras “inquietas en cuestiones de género” del CPEM 80, a las que la dirección las había autorizada a dar charlas una vez al mes en todas las divisiones de los tres turnos, se encontraba con las consultas de estudiantes y en ocasiones de sus mamás “que nos caían para que le resolviéramos cosas”.

Chos Malal es una ciudad recostada exactamente en la mitad de la Ruta 40. Foto: Matías Subat

“Después del primer “Ni Una Menos” nos dimos cuenta que había temas que no podíamos trabajar en la escuela. Las instituciones no daban respuestas, la policía les decía “para qué vas a denunciar si tenés que volver a tu casa, arréglate mejor”. En el 2017 nacemos como peludas”, afirma Mónica.

Los medios de comunicación locales se resisten a pronunciar el nombre. Las presentan como “las chicas de la colectiva de Chos Malal”. La consulta se repite hasta cuando tienen una cita: ¿se depilan?

Aida Alarcón plantea: “nos incomodaba, pero queríamos incomodar también”. En el primer fanzine peludo que repartieron explican: “somos peludas porque rompemos con los estereotipos de belleza de la mujer que la sociedad impone, e intenta moldear nuestros cuerpos, nuestras mentes, nuestros corazones”.

También hace honor al dicho: “se te va a poner peluda”. Como una advertencia: se te va a armar o traducida a la frase de la famosa diva argentina, Moria Casán, “take it easy, take it easy, no jodan con nosotras”.


Llamar al femicidio por su nombre


En su libro “Vivir una vida feminista”, Sara Ahmed escribe: “las historias que nos traen al feminismo son las historias que nos dejan frágiles”. En los siete años de vida peluda hubo cuatro femicidios en el norte neuquino. El 23 de febrero de 2018 Lorenzo Muñoz mató a su expareja, Carina Apablaza, de 31 años y a su hija Valentina de 11 en Las Ovejas. Las atacó mientras caminaban. Tenía prohibido acercarse a ella, la mujer lo había denunciado por haber abusado sexualmente de la niña.

Oscar Retamal asesinó en 2020 a su pareja Celeste Saavedra, de 29 años, y luego se suicidó. Ella lo había denunciado en la comisaría 37 de Tricao Malal. El 26 de octubre de 2023 Benito, el papá de Carina Barros, una adolescente de 15 años, encontró su cuerpo en el patio de la casa, de madrugada. El sospechoso es un exnovio de 19 años que está detenido. Ocurrió en Buta Ranquil.

“En estos pueblos, Chos Malal es la localidad más grande de la zona, somos comunidades muy chicas. Entonces, en general cuando hay una situación de violencia de género y en el caso más extremo de femicidio, tanto la víctima como el femicida son conocidos y muchas veces o son compañeros de trabajo o son familiares, o son amigos, o son amigos de amigos”, apunta Aída.

Por eso, entienden, se dificulta mencionarlo como tal. “El tejido social se rompe y se rompe para toda la comunidad. En las escuelas nos cruzamos, en los supermercados nos cruzamos, en los bares”, agrega. Nadia Álvarez indica que las tildan de “conflictivas”. Las que quiebran con las palabras. “Feminismo: cómo sobrevivimos a las consecuencias de lo que enfrentamos ofreciendo nuevas formas de entender lo que enfrentamos”, resume Ahmed.

Los acompañamientos comienzan con un llamado o un contacto en redes sociales. Foto: Matías Subat

Estar ahí


Sabrina Silva está de nuevo en un juzgado. Ahora acompaña a una mujer que denuncia a su padre. “¿No me van a dejar entrar?”, Sabrina se pone firme, “ok nos quedamos acá hasta las 5 de la tarde si es necesario”. Esperan, después de varios minutos las dejan pasar juntas. “¿Cómo no van a dejarme pasar con esta chica que terminó con medicamentos psiquiátricos?”.

Sabrina acompaña a una mujer, una vez más. A esa chica, de tantos golpes que le dio su padre, terminó internada en el hospital. Se sienta detrás. Respeta una costumbre que se dan entre Las Peludas: cuidan las espaldas y dan aire para que puedan declarar. En esta oportunidad están frente a Carlos Choco, un juez civil que fue suspendido por 60 días sin goce de haberes por desempeñar mal sus tareas en los hechos previos al doble femicidio de Carina y Valentina Apablaza en Las Ovejas.

“Todas nos dábamos cuenta de que ella tenía más para denunciar”, explica Sabrina, “pero ella fue a denunciar sólo esa golpiza”. La mujer comenzó con el relato, contó lo que pudo. Pero, hubo un detalle que quedó marcado en la historia de Las Peludas. El juez decidió, que cada vez que nombrara al denunciado le diría “tu papá”: «¿Cuántos años tiene tu papá?”; «¿y la casa en la que viviste era de tu papá?”.  En cada pregunta, en cada intervención, la mujer miró a Sabrina. En un momento la chica le hizo un gesto: no podía seguir. Y decidió intervenir: desde atrás lo miró al juez y le dijo: “Carlos, ¿Cómo le vas a reforzar ese vínculo que la somete? ¿No te das cuenta lo que le ha costado denunciar? Esta golpiza la dejó en el hospital. Pero sabés las veces que le debe haber pegado. Cuando le decís “tu papá” ¿no te das cuenta de que es probable que haya muchísima más violencia que ella, justamente por ese vínculo, no te está pudiendo decir?”. Sabrina terminó de decir eso y la mujer rompió en llanto. Fue el puntapié para que pueda denunciar abusos que padeció de chica.

Las Peludas no tienen problema en decirle a un médico, a un juez, a un fiscal, a una secretaria lo que tienen que hacer: “¿Por qué no mandas un oficio para que la otra institución nos responda?”; o “ella tiene derecho a pasar con nosotras”, o “ella tiene derecho a pedir las medidas cautelares que necesita y no las que el juez decide”. 

“Nosotras nunca rompimos nada, nunca pintamos un juzgado. Lo que pasa”, sigue Mónica, “es que confunden firmeza con violencia. Nosotras nos ponemos firmes en la defensa de los derechos de las mujeres, esa firmeza en nuestra determinación es lo que ellos califican de violencia”.

Durante 2023 todos los días, al menos una mujer, niña, infancia o joven, hizo una denuncia en Chos Malal por “violencia familiar” – según como lo define la ley provincial 2785 -.  En promedio 45 denuncias se registraron por mes el año pasado. Lo mismo sucedió en 2022 y 2021. Y ahí están y estuvieron Las Peludas para acompañar. 

Su trabajo es minucioso y de hormiga. Escuchan a mujeres cuando cuentan lo que les pasó, cuando hacen la denuncia, cuando el comisario no quiere tomar la denuncia, después de hacerla o incluso, cuando no quieren hacerla. Las Peludas son una amiga, una compañera, una oreja y un asesoramiento para quienes transitan, en el norte neuquino, una situación de violencia machista. “Por cada denuncia que hacemos pública, nosotras en silencio, acompañamos a diez”, cuenta las propias estadísticas de Mónica, “si hay algo que hemos trabajo en los acompañamientos a mujeres en situación de violencia es su empoderamiento y su capacidad de decidir sobre ellas. Una de las cuestiones que les preguntamos es: ¿Qué querés hacer con esta denuncia? La visibilización es un aspecto dentro de un montón de otras cuestiones que nosotras le brindamos como abanico para resolver las situaciones”.

En siete años de vida peluda hubo cuatro femicidios en el norte neuquino. Foto Matías Subat.

Yo quiero a mi bandera


Las Peludas a lo largo de su historia han sido muy pedagógicas, porque ellas – la mayoría – son maestras, pero además porque son estudiosas. Pero, el acompañamiento empieza antes de ir al juzgado. Empieza cuando suena el celular de alguna o cuando hay una notificación en las redes sociales: necesito ayuda. 

“La escucha es lo principal”, cuenta Mónica. A veces asisten de a dos, otras de a tres. Y esa escucha tiene una guía: ayuda a ordenar el relato, permite visibilizar las situaciones de violencia y evita revictimizar. “Yo siempre les digo”, precisaSabrina, “no me tenés que decir nada que te incomode, no tenés que darme detalles de nada. Si vos me decís que hay una situación de violencia, yo te voy a creer. Lo que sí necesito es que organicemos el relato”. “Y otro punto”, agrega Mónica, “les contamos cuáles son las posibilidades respecto de a qué instituciones acudir, de qué manera y cuáles son las posibles respuestas. Porque en general hay una fantasía de que todas las situaciones de violencia terminan con un tipo encarcelado”.

Otra parte del acompañamiento es estar con las mujeres en la audiencia. Cómo hizo Sabrina con la mujer que denunció al padre. Aunque, cuando el día se complica, cuando ninguna puede asistir al menos anudan la bandera de Las Peludas en el juzgado. “Somos tan peludas que nadie toca la bandera”, cuenta Sabrina, “nos la hemos olvidado colgada varios días y nadie la toca, sigue ahí colgada”.

Mural en memoria de Carina Apablaza y su hija Valentina, víctimas de femicidio en Chos Malal en 2018. Fotos: Matías Subat

Las mujeres vuelven


Son las violentas, la fuerza de choque, las resentidas, las que el marido les cagó la vida y entonces necesitan romper todo. Las Peludas también cargan con estigmas en Chos Malal. “Tuvimos que ir logrando nuestra legitimidad”, explica Mónica, y  eso lo consiguieron haciendo feminismo territorial. Las Peludas, no están ajenas a los movimientos feministas, ni a su capacidad de repensarse “quienes fuimos, o quienes estamos siendo, no es algo estanco”, reflexiona Nadia, “nuestro feminismo territorial hoy es así, mañana no sabemos”.

La experiencia les enseñó, que las redes y el contacto directo con referentes de la comunidad es más potente que la intervención directa y posiblemente desanclada. Saben que advertir que un hombre condenado por violación será trasladado a Andacollo es más potente que organizar una marcha o pintadas en la pared. “Al principio nos insultaban”, continúa Nadia, “pero después con los años, las mujeres volvían a pedirnos ayuda. Ahí nos dimos cuenta que hay que darle tiempo a las comunidades y a nosotras también”. Beatriz Soto suma: “confluyen distintos modos y formas del feminismo porque somos re variadas ¿hay un tipo de feminismo que haga Las Peludas? Somos tan diversas y tan variadas en nuestros modos, si bien tenemos acuerdos comunes que son colectivos”.

Sabrina remarca: “nos siguen escribiendo porque hemos resuelto. Muchísimas compañeras accedieron a la justicia por nuestras intervenciones, muchísimas compañeras consiguieron la cuota alimentaria, gracias a nuestras intervenciones, muchísima gente accedió a información gracias a nosotras. Están los que odian y están también los que reconocen”.

Las Peludas se dieron muchas estrategias para cambiar este mundo que las punza: desde firmar petitorios para solicitar ginecólogos con perspectiva de género, hasta esperar al gobernador con una bandera. Desde institucionalizarse – Aida Alarcón fue concejala por el Frente de Todos entre el 2019 y 2023 – hasta organizar marchas. Desde armar posteos en redes sociales, hasta dar entrevistas en medios de comunicación que no hablan bien de ellas.

Aida Alarcón, una de fundadoras de Las Peludas. Foto: Matías Subat.

Hay una estrategia que quedó en la historia vieja y peluda: habitar las ferias. “Creíamos que la feria nos iba a acercar a las compañeras”, cuenta Aida. La acción era simple: regalaban ropa y entre las telas, colaban folletería con información sobre violencia de género. O incluso, cuando las mujeres se acercaban a ver el perchero, Las Peludas desplegaban cariño, preguntas para abrir rendijas y trazar puentes entre quienes necesitaban acompañamiento frente a violencias machistas.  

Javier Milei ganó el balotaje de 2023. En Chos Malal obtuvo el 53,67% de los votos. A menos de cumplir tres meses en la presidencia ya insultó varias veces a los feminismos. De hecho, se declaró enemigo de lo que representan. En Chos Malal no hay varones gritando groserías en la calle. La violencia viaja por otros carriles.  “Está dentro de las casas”, afirma Sabrina, “la violencia es que las mujeres no salgan de su hogar, o que sus hijas cuiden a sus hermanos cuando hay varones más grandes, o que haya más posibilidades para los hombres que para las mujeres, o que los medios de comunicación reproduzcan estereotipos, o que haya mucha resistencia a las disidencias sexuales”. 

Durante el gobierno de Milei las Peludas tienen desafíos: mantener una agenda de derechos humanos, acompañar a mujeres y disidencias, romper con la creencia de que las feministas son una amenaza y sobre todo, sabiendo que están expuestas, estar seguras y protegidas. Tendrán, por delante, nuevas ferias en las que intervenir. 


Mónica Pardo es docente en una escuela nocturna. Está dando una charla sobre tipos y modalidades de violencia de género a personas adultas que quieren finalizar el secundario. En el CPEM 80, de Chos Malal, una estudiante de unos 50 años, empleada doméstica, se acerca una vez terminada la clase y pregunta:

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