Genes de moscas podrían dar pistas para resolver crímenes en Neuquén: así lo reveló un estudio de Conicet
La bióloga Ana Pereira estudia el ciclo de vida de una familia de moscas y ahora centró su trabajo en cadáveres humanos. Se desempeña en Conicet y la Universidad Nacional del Comahue. ¿Qué plantea su investigación?.
El estudio que lleva adelante la investigadora de Conicet analiza la actividad génica de las pupas para aportar información clave en peritajes forenses, con el objetivo de estimar con mayor precisión el momento de la muerte.
El trabajo de la bióloga y entomóloga forense, Ana Pereira, fue publicado en la revista International Journal of Legal Medicine. La joven centra su actividad en el Centro de Investigaciones en Toxicología Ambiental y Agrobiotecnología del Comahue (Citaac, Conicet-Universidad Nacional del Comahue).
En su labor cotidiana, la investigadora realiza una análisis minucioso de la ecología, la biología y el ciclo de vida de especies de califóridos. En este caso, una familia de moscas que se caracteriza por alimentarse de materia orgánica en descomposición.
«La particularidad de esta especie es que son las primeras en detectar que una persona ya no tiene vida, arriban al cadáver y lo colonizan, para luego depositar sus huevos en cavidades naturales, heridas, entre otras», comentó.
Luego de ese proceso, las hembras se van del cadáver y a partir de ahí comienza el ciclo de vida, según explica Pereira. Una vez que los huevos son depositados en el cadáver, explica que comienza un proceso que depende tanto de la especie como de la temperatura ambiental.
«Pasado un cierto tiempo, nace el primer estadio larval, conocida como larva 1, de un aspecto similar al de los gusanos. Esta se alimenta del cadáver, crece y se transforma en larva 2. Luego, continúa alimentándose, aumenta de tamaño y da paso a la larva 3. Finalmente, cuando la larva ha consumido suficiente alimento, entra en un estado inmóvil llamado pupa», refirió la científica.

Es en ese estadío cuando queda encerrada dentro de una estructura protectora llamada «pupario», similar a un capullo. «Desde afuera parece inactiva, pero en el interior del pupario ocurre la metamorfosis completa», comentó. La larva se transforma en una mosca adulta dentro de esa cápsula y tiempo después, la mosca emerge completamente formada.
Durante la fase de larva, estos insectos aumentan de tamaño, longitud, peso y presentan cambios morfológicos que, los entomólogos forenses observan para determinar en qué etapa del desarrollo se encuentran.
Al momento de hacer una pericia sobre un cuerpo, entomólogos forenses se valen de evidencia entomológica -es decir, los insectos- y detienen su crecimiento. «Luego, en el laboratorio, analizamos esas muestras para estimar la edad de las larvas y así relacionarla con el tiempo que llevan sobre el cuerpo», explicó la profesional. De esta manera, se pueden aproximan al momento en que ocurrió la muerte.
«Este análisis es más sencillo en las fases larvales, ya que utilizamos tablas que relacionan el largo del cuerpo y otras características morfológicas con la edad de la larva. Sin embargo, la situación se complica cuando el insecto alcanza el estadio de pupa, porque todas las transformaciones ocurren dentro del pupario y ya no son visibles externamente», aseguró.
Moscas y una pericia clave para estimar el momento de la muerte
Las moscas, al igual que todos los seres vivos, necesitan producir proteínas para desarrollarse y funcionar. Estas proteínas forman sus estructuras: alas, patas y órganos internos, y además, permiten que cumplan sus funciones vitales.
En este proceso, el ADN actúa como un «manual de instrucciones». A lo largo de la vida, va “encendiendo” y “apagando” determinados genes según «las proteínas que se necesiten en cada momento», aseguraron. En el caso de esta mosca, durante el estadio de pupa se activan o desactivan genes específicos.
A partir de esta investigación, estudiaron la expresión de seis genes diferentes a lo largo de todo el estadio de pupa (de la mosca). «La idea de nuestro trabajo fue justamente medir cómo se expresa un grupo de genes a lo largo del desarrollo pupal, es decir, queríamos ver qué genes se activan más en determinados días y cómo varía esa actividad con el tiempo», fundamentó Pereira.
Con esa información, pueden aplicar este conocimiento en una pericia forense: si recibimos una pupa como evidencia, podemos analizar qué tan activos están esos genes y, con eso, estimar cuántos días han pasado desde que se formó.
«Esto nos permite saber con mayor precisión cuánto tiempo lleva el insecto desarrollándose sobre el cuerpo, y así ayudar a estimar el momento de la muerte», agregó la bióloga.
«Gracias a esa información, pudimos crear herramientas gráficas que permiten estimar en qué momento del desarrollo se encuentra una pupa. Por ejemplo, si llega una muestra al laboratorio, ahora podemos decir con mayor precisión si está en el primer cuarto del desarrollo, a la mitad, en el tercer cuarto o en la etapa final», precisó Pereira.
La identificación de genes es un campo de reciente investigación a nivel mundial. Aseguraron que por cuestiones técnicas de laboratorio y por la variabilidad entre las poblaciones de insectos, todavía no se usa como una herramienta concreta en las pericias forenses. Aun así, se lograron avances importantes.
*Con información de Conicet Patagonia Confluencia.
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