Las bibliotecas populares de Neuquén, bastiones de la cultura en tiempos de crisis

Son espacios de lectura, escritura y de talleres. “Garantizamos muchos derechos”, dicen quienes los sostienen día a día. La experiencia de la Eliel Aragón del barrio Mudón y de la Pehuén de Alta Barda. Y de las mujeres que las llevan adelante.

Esas mujeres que están reunidas frente a una mesa con facturas y tazas de té con yuyos de la propia huerta, son quienes dedican sus días a sostener dos de casi 50 bibliotecas populares que tiene la provincia de Neuquén.

Están en la biblioteca popular Pehuén en Alta Barda. A su alrededor hay libros, sillones, VHS y carteles con los horarios de talleres. Hoy se juntaron a pensar sus espacios, a compartir la situación que atraviesan en cada una de sus bibliotecas. Es que claro, sostener sus espacios no es tarea fácil. Sobre todo porque hacen de todo: desde integrar la comisión directiva, regar las plantas; presentar papeles que les exige el Estado, articular con escuelas por alguna acción barrial, coordinar talleres, hasta llamar al plomero por la pérdida de agua de algún caño.

Una de ellas trabajó toda su vida en administración contable. Hoy esta jubilada, pero sigue a cargo de los números de la biblioteca Eliel Aragón, del barrio Mudón. “No sale un peso si no pasa por mí”, dice Natalia Osses Herrera. A su lado, está Claudia Gallo también de la Eliel Aragón, docente jubilada con más 35 años frente al aula. A su derecha está Luli Plaza profesora de inglés e integrante de la Pehuén. Susana Lojo, está a su lado. Jubilada, con más de 30 años como médica en el sistema de salud pública. “Me dedico full time a la biblioteca”, cuenta, “también a mis nietos y familia”. Mirta Agostino hace tres años que da talleres en la biblioteca. Es también jubilada de trabajo social, escritora y poeta. Adriana Ross, hace un año que se sumó a las actividades de la biblioteca, ahora pone orden a la catalogación de los libros. “Lo que quiero es que cada uno y una que llegue a un taller sepa que acá hay libros”, dice. Marcela Peiris, es docente de primaria, cocinera y organizadora de eventos. “Acá”, reflexiona desde la punta de la mesa, “quisimos armar una biblioteca que despliegue estrategias para dar rienda suelta al deseo”.

“Los recursos humanos que tenemos en las bibliotecas populares son infinitos”, dice de golpe Mirta, “pero, los recursos materiales son muy escasos”. Ahí están, debaten. Intercambian. Si bien cada biblioteca tiene sus particularidades, en varios puntos coinciden: en los libros, en las actividades comunitarias, en la necesidad de construir la identidad del barrio. Pero, además, en las limitaciones que tienen frente a las distintas instancias del Estado.

La biblioteca Eliel Aragón está ubicada en el barrio Mudón. Foto: Cecilia Maletti

“El mantenimiento es a costilla nuestra”, dice Natalia. De las casi 50 bibliotecas populares en la provincia de Neuquén; aproximadamente 30 están reguladas y dependen de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). Es que claro, tener una personería jurídica, los papeles al día, presentar regularmente lo que desde el Estado se solicita, no es tarea fácil. Y menos, para estos espacios, donde el esfuerzo es con convencimiento pero a pulmón.

Cómo se sostienen las bibliotecas populares de Neuquén


Ambas bibliotecas se sostienen a través de talleres, socios, de rifas y eventos que organizan. En la biblioteca Eliel Aragón tienen un gasto mensual aproximado de $600.000 (entre servicios y personal de limpieza, auxiliar de bibliotecaria y administrativo que contratan). En la biblioteca Pehuén, los gastos son menores, cerca de $200.000.

“Hasta la yerba la pagamos nosotras”, dicen. Tienen gasto de alarma, seguro, agua, luz, etc. “Hasta a los contadores les tenemos que pagar, sin su firma no podemos acceder a subsidios”, explica Susana. Mirta suma una pregunta: “¿Por qué no tenemos como servicio de la provincia contadores públicos para estos trámites? Nos ahorraríamos muchísimo dinero”.

Los socios activos en la Eliel Aragón son 120 y pagan una cuota de $4.000. “No te compras ni un libro con esa tarifa”, dice Natalia. En la Pehuén son 100 los activos y pagan $2.000. “Priorizamos tener más socios cobrando menos”, cuentan.

Necesidades y urgencias de las bibliotecas populares de Neuquén


“Desde el Estado nos conocen, nuestra biblioteca está hace 34 años y la Pehuén hace 20. Pero, nos siguen pidiendo un montón de datos que ya tienen”, dice Claudia, “y eso es un problema porque no todas las bibliotecas pueden cumplimentar con esos pedidos. No tienen gente o no están capacitadas. Otras, del interior no tienen ni siquiera internet”. Y pone un ejemplo: “Ahora están haciendo un relevamiento de las bibliotecas. Y para eso tenemos que pedir la Exención de Ingresos Brutos. Tuvimos que pedírselo a una contadora y nos cobró $40.000. Un montón para nosotras”.

“La parte burocrática para mí es sumamente limitante”, dice Mirta, “las bibliotecas que no están al día, no cobran y eso limita las actividades que pueden desarrollar”.

“Nuestro objetivo no es lucrar, pero desde el Estado nos tratan como si fuésemos empresas”, analiza Claudia, “por ejemplo años anteriores no pagábamos el gasto de mantenimiento de las cuentas del BPN, ahora nos lo cobran. No es mucho dinero, pero para nosotras todo suma”.

Las bibliotecas populares garantizan espacios de escritura, lectura y socialización. Foto: Cecilia Maletti

Al Estado les pedimos gestión”, sigue Claudia, “que nos saquen gastos, obligaciones, que nos ayuden a hacer nuestras tareas”. Mirta especifica: “Todas estas realidades el Estado ya las conoce. Pero, les falta acción. Cuando vamos con estos reclamos nos entienden, pero se queda en instancias intermedias. No hay respuestas por parte de instancias superiores que resuelvan nuestra situación”.

Ahí están, que no de casualidad son mujeres que dedican sus días a acciones comunitarias, que mantienen espacios donde los y las vecinas pueden ir a compartir, a comunicarse, a tomar talleres, a ver películas, a expresarse, a aprender. Sus tazas ya están vacías y hay menos facturas sobre la mesa.
“Siempre que se habla de prevención de adicciones y de delitos, sobre todo en menores, se habla de la falta de espacios para actividades físicas, deportivas y culturales”, dice Susana, “bueno, el desarrollo de las bibliotecas populares es fundamental para estas prevenciones”.

“Somos espacios que construyen buenas vidas, acogedores, sin tensión, sin violencias”, suma Claudia. Adriana agrega: “Acá es ver tangible lo que es el patrimonio cultural, que estos libros son de todos”.
Las mujeres de la biblioteca Eliel Aragón tienen que marcharse. El tanque de agua les chorrea. $80.000 les costó arreglarlo, pero hoy volvió a perder. Antes que se levanten, Susana suma las últimas palabras: “Nuestro trabajo en las bibliotecas populares no es un servicio”, cierra, “sino que venimos a garantizar derechos, por eso son tan importantes”.

Aportes de los Estados a las bibliotecas populares: escasos y con muchas demandas


A nivel nacional el aporte para estos espacios proviene de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). Pero, cada vez es menos. “Hace algunos años nos mandaban dos o tres partidas de subsidios para gastos de mantenimiento”, cuenta Natalia, “pero el año pasado nos llegó un solo subsidio de $1.150.000. ¿Qué hicimos con eso? En tres meses lo gastamos: compramos extintores e hicimos dos o tres arreglos del techo”.

Y este año de la Conabip aún no recibieron nada. Años anteriores recibían un subsidio en enero. Pero, el año pasado les llegó recién en agosto. Y este año el llamado para anotarse al subsidio comenzó hace pocos días y no saben cuándo cobrarán. “Este llamado implica toda una gestión. Son miles de trámites que cuestan un montón de dinero”, dice Susana, “todo eso para que nos autoricen después el subsidio”.

A nivel provincial, las bibliotecas populares dependen de la subsecretaria de Cultura. El año pasado recibieron un aporte de $800.000. “En dos o tres meses tenemos gastos que superan esa cifra”, dice Natalia. Y este año tuvieron un subsidio de $5 millones para gastos de infraestructura. “Nosotras queremos arreglar el piso del salón”, sigue Natalia, “y solo de mano de obra nos cobran $7 millones, sin materiales. Es bueno ese dinero, pero no alcanza”.

En la biblioteca Pehuén hay talleres para todos los gustos. Foto: Florencia Salto

A nivel municipal dependen de la dirección de Gobierno. “Del subsidio que da la municipalidad no participamos”, continúa Natalia, “porque el gasto de presentar el balance es más caro de lo que nos da el municipio”. Desde la Pehuén si lo reciben, pero aseguran que es un monto muy bajo. Los últimos aportes no superaron los $10 mil pesos por mes.

Este año el municipio de Neuquén aún no ha abonado el subsidio establecido en la ordenanza 10824 que crea categorías por bibliotecas (según los materiales que dispone y los socios activos que tiene) y establece módulos a entregar, equivalente al 50% del valor del litro de nafta súper del Automóvil Club Argentino, es decir $547. “Parece poco, pero hace tres o cuatro años estaba a $20 pesos. Tuvimos un aumento considerable”, explica Gervasio Conde director municipal de Gobierno a cargo de la cartera. Y suma: “la categoría A, la más alta, por ejemplo, establece 290 módulos por mes por biblioteca popular, una tarifa de $158.630. Este año aún no se pagó porque primero tienen que presentar la documentación, en base a eso hacemos una resolución de la Secretaría de Gobierno estableciendo las categorías para este año y luego sale el decreto del pago de la contribución”.


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