Pascualina: la gata más culta de la ciudad de Neuquén

Era de raza angora y perteneció a Alicia Fernández Rego y Kune Grimberg, fundadores de “Siringa”, librería emblema de la capital. Dormía entre libros y definía, a veces, cuál comprar.

Alicia y Pascualina, amigas inseparables e inolvidables. (FOTO: Gentileza Museo Paraje Confluencia)

Para el diccionario “Siringa” es una flauta de pan, un instrumento de viento formado por una serie de tubos desiguales. Para Neuquén, fue y es la cuna de la cultura, la literatura del mundo materializada en dos voces, en dos nombres: Alicia Fernández Rego y Kune Grimberg, fundadores de “Siringa”, la librería emblema de la capital neuquina.

La historia comenzó en 1962 cuando el matrimonio abrió su refugio de libros en calle Buenos Aires e Independencia, para luego trasladarla a la diagonal 25 de Mayo, donde funcionó hasta que se mudó a avenida Argentina, el lugar que todos los neuquinos recuerdan. Dos pisos con paredes “empapeladas” de libros, un ambiente al ritmo de la música clásica siempre y entre los escaparates ella, la gatita angora que al colgar sus dueños el cartel de “abierto” en la puerta, se apostaba en la vidriera, siempre sobre pilas de libros.

Kune, era un librero culto, con una mente abierta producto de todas las experiencias vividas, desde ser soldado voluntario en la Segunda Guerra Mundial hasta recorrer la Patagonia vendiendo libros y cosechando historias. Alicia, fue la “maestra” indiscutible del teatro neuquino, por el que tanto hizo y al que tanto le dejó.

De ellos se escribieron toneladas de historias. Pero acá nos vamos a ocupar de “Pascualina”, la gata más culta de la ciudad de Neuquén.

Después de ella, vinieron otros gatos porque Alicia los amaba y estaban siempre acompañándola en su jornada laboral. Pero Pascualina siempre fue Pascualina, la inolvidable. Era la dueña del lugar, en tiempos donde no había conciencia sobre el respecto animal ni se aceptaba el ingreso de mascotas a espacios públicos.

Nadie se oponía a que esa peluda gatita esté posada sobre el libro que iban a llegar. De hecho, si uno entraba y elegía “ese libro”, había que armarse de paciencia hasta que Pacualina resolviera retirarse hacia otro lugar, para poder sacarlo.

Para los niños y niñas era un imán para ingresar a ”Siringa”, para los adultos un tentación acariciarla, solo cuando ella quería y estaba dispuesta para el mimo.

Incluso hay quienes la recuerdan con un “poder místico”. Mario, vive en el barrio Villa Florencia y fue un los “fanáticos” de la librería. Tenía su método a la hora de elegir un libro.

“Muchas veces iba a comprar un libro sin tener ni tema ni autor definido. Entonces entraba y buscaba a la gatita. Cuando me atendían decía: quiero ese que está debajo de Pascualina. Me compré textos de filosofía, poesía, matemática, historia, aviación que nunca pensé que podía llegar a leer. No me arrepiento de ningún libro que eligió la gatita, dijo.


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