Premio L’Oréal-Unesco: Gabriela y Mehrnoosh, las investigadoras destacadas como «Mujeres en la Ciencia”
Gabriela Pagnussat, de Mar del Plata, y Mehrnoosh Arrar, radicada en Buenos Aires, fueron reconocidas en la 19.ª edición del premio “Por las Mujeres en la Ciencia” por sus investigaciones sobre resistencia al calor en plantas y sobre el virus del dengue.
El Premio L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”, en colaboración con el CONICET, celebró su decimonovena edición en Argentina. Cada año, esta iniciativa busca reconocer el trabajo de investigadoras que, desde distintas disciplinas, contribuyen al desarrollo del conocimiento y al mismo tiempo inspiran a nuevas generaciones de niñas y jóvenes a acercarse a la ciencia. En la categoría Ciencias de la Vida, las distinciones fueron para Gabriela Pagnussat, de Mar del Plata, y Mehrnoosh Arrar, nacida en Estados Unidos y radicada en Buenos Aires. Ambas encarnan trayectorias muy distintas, pero están unidas por la misma pasión: investigar y transformar.
En el mundo solo el 31,7% de las personas dedicadas a la investigación son mujeres y menos del 4% de los premios Nobel por avances científicos han sido concedidos a mujeres. Es por esto que a modo de visibilizar el trabajo de muchas de ellas, desde 1998, el programa “Por las Mujeres en la Ciencia” ha
trabajado con el objetivo de superar las barreras de la progresión y más mujeres participen en la resolución de los grandes retos de nuestro tiempo.
En la decimonovena edición se presentaron 124 proyectos que estuvieron enmarcados en Ciencias de la Vida. La ceremonia de premiación se realizó este martes 11 de noviembre en el auditorio del Centro Cultural de la Ciencia.
Gabriela Pagnussat obtuvo el máximo reconocimiento. Nacida en Mar del Plata, inició allí su recorrido académico al estudiar Ciencias Biológicas en la universidad nacional. Ese fue el punto de partida de una extensa trayectoria científica que hoy la convierte en una de las ganadoras del Premio L’Oréal-Unesco.
Tras recibirse, la investigadora obtuvo una beca doctoral del CONICET. Relató que luego hizo un postdoctorado y que después llegó a la Universidad de California en Davis para ampliar su trayectoria educativa.
La vuelta fue luego de seis años. “Volvimos con mi familia y aplicamos la beca de repatriación que tenía el CONICET. Ingresé como investigadora adjunta y me recibieron en el Instituto de Investigaciones Biológicas de la Universidad Nacional de Mar del Plata”, relató Pagnussat que actualmente trabaja allí.
Su línea de investigación arrancó en 2012 cuando en una reunión en Washington conoció a un investigador y a partir de ese intercambio “se inició una colaboración muy estrecha”. Eso le permitió identificar un “camino de muerte celular” relacionado con la respuesta al calor y el propósito de estudiar los mecanismos moleculares de la muerte celular en plantas expuestas a altas temperaturas.
Así nació su investigación «Hacia cultivos resistentes a las olas de calor: Activación del factor de splicing SWAP mediante tecnología CRIPR-dCAS9» con el objetivo de obtener plantas activadas transcripcionalmente mediante esta tecnología que sean capaces de soportar condiciones de calor extremo.
Hace años su trabajo se basa en jornadas de trabajo de laboratorio y rutina de grupo: reuniones semanales para poner en común algunos resultados, trabajo en biología molecular y celular, microscopía y “mucho, mucho análisis de datos”. Además, indicó que gracias a un financiamiento pudo “instalar un laboratorio completo de biología molecular en el instituto”, y que ese apoyo posibilitó el desarrollo del trabajo actual.
“Cuando una planta se calienta demasiado, las membranas se desarman y sus células mueren. Nosotros buscamos entender cómo evitar que eso ocurra”, explicó.
El impacto de su investigación es enorme. En un contexto de crisis climática global, las olas de calor provocan pérdidas millonarias en los cultivos y amenazan la seguridad alimentaria. “Se calcula que las olas de calor tienen un impacto directo de unos 60 mil millones de dólares por año en la producción agrícola. Pero más allá del número, hay un costo social que no se mide: el incremento del precio en alimentos, perdida de fuentes de trabajo y más», indicó.
Su grupo descubrió un mecanismo celular que permite a las plantas resistir mejor el calor, y con ese conocimiento desarrollaron un proyecto de aplicación biotecnológica que dio origen a una empresa de base tecnológica llamada ThermoReLeaf.
El Premio Nacional L’Oréal-UNESCO “Por las Mujeres en la Ciencia” en la categoría Premio llegó como un reconocimiento a ese recorrido: a la investigación rigurosa. Es un honor enorme y responsabilidad también, porque justamente lo que otorga este premio es una gran visibilidad”, manifestó.
“Lo que más valoro es esa visibilidad que necesitamos los científicos. Nos cuesta llegar, y es muy relevante que la sociedad conozca por qué es importante hacer ciencia”, señaló. Además del apoyo económico que permite sostener la continuidad del proyecto, consideró que lo más valioso es poder contar lo que hacen y por qué.
La investigadora expresó: «Uno hace ciencia porque cree que realmente es algo importante, que en la ciencia está el futuro del país, está en la respuesta, está en la innovación y el salto cualitativo que tiene que dar Argentina para poder progresar total».
En su caso, el reconocimiento tiene un sentido adicional: es un premio que visibiliza el trabajo de las mujeres. “Me parece importante que las mujeres, sobre todo aquellas que están viendo la posibilidad de seguir una carrera de este tipo, conozcan otras mujeres y sus caminos”, expresó. Contó que cuando recién empezaba en la investigación tenía “la avidez total por preguntarle a otras mujeres cómo hacían, cómo se habrán sentido durante sus carreras”, y que por eso considera esencial que existan esos referentes. “Es importante que existan esos roles”, subrayó.
El camino de Mehrnoosh Arrar comenzó lejos de Buenos Aires, en Florida, Estados Unidos, donde nació y se formó. Estudió Química en la Universidad de Florida y durante su carrera tuvo una experiencia que marcaría su destino: una pasantía de investigación en Argentina. “Me encontré con una ciencia de excelente nivel y con gente muy apasionada. Me gustó la forma de trabajar, la creatividad que se necesita para hacer mucho con poco”, expresó.
Luego de su paso por Argentina volvió a Estados Unidos y luego obtuvo su doctorado en Ciencias Químicas en la Universidad de California. Terminó su doctorado en Estados Unidos, pero su cabeza ya estaba en América del Sur.
Decidió volver a Argentina y radicarse motivada por la calidad de los grupos de investigación. Hoy, Arrar es investigadora del Instituto de Cálculo (UBA-CONICET), en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
“A mí siempre me interesó trabajar en problemas de relevancia biológica o biomédica. Trato, desde un enfoque fisicoquímico, de estudiar este tipo de temas”, explicó. En los últimos siete años, se centró en un desafío global: el dengue. “El dengue es un problema mundial de salud, muy grave en países como Argentina, Brasil, México o India”, señaló.
Su investigación se enfoca en el virus, no en el mosquito. “Lo que estudiamos es cómo hace el virus una vez que logra entrar a una célula nuestra. Tiene que hacer muchas copias de sí mismo, y así termina generando la enfermedad”, detalló.
En particular, su equipo trabaja sobre una proteína clave: “Estamos centrados en una proteína viral indispensable para la replicación. Se llama NS3 y cumple un rol necesario. Lo que hacemos es tratar de entender cómo funciona a nivel molecular para poder interferir en esa función con una molécula o una droga”.
A diferencia de otros laboratorios, el suyo no tiene tubos de ensayo ni microscopios. “Mi trabajo no sucede en un laboratorio convencional, sino que uso computadoras de alto rendimiento«, explicó Arrar. Programo leyes físicas de química para simular el movimiento de los átomos”, explicó. «Esas simulaciones le permiten hacer predicciones: “Podemos ver si una molécula es capaz de unirse a la proteína y así interferir con su funcionamiento”.
Al preguntarle por qué eligió quedarse en Argentina, su respuesta fue sincera y profunda. “La idea no era venirme a vivir, era hacer un doctorado de dos años”, recordó. Sin embargo, esos dos años se transformaron en once. “Después de la pasantía yo tenía ganas de pasar más tiempo haciendo ciencia en Argentina, porque es un lugar donde se trabaja con pocos recursos. Eso obliga a tener creatividad, resiliencia y competitividad. Me pareció muy interesante y aprendí muchísimo”.
Sobre el reconocimiento del Premio L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia” en la categoría Beca, habló con gratitud y compromiso. “Para mí es un reconocimiento muy importante. Hace dos cosas que considero supernecesarias: visibiliza el trabajo de las mujeres científicas y otorga financiamiento a proyectos liderados por mujeres”, expresó.
La científica recordó que, en su propia trayectoria, la presencia de referentes fue clave: “Tuve profesoras y colegas mujeres cercanas, reales, no solo Marie Curie. Esos ejemplos me formaron”, expresó la científica. Por eso, valora especialmente que el premio “apunte a construir más referentes y a visibilizar el trabajo de las mujeres”.
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