Trastornos de la conducta alimentaria, una alarma encendida: «Cuerpos hegemónicos vemos, salud mental no sabemos”
La presión estética, las redes sociales y los discursos punitivos siguen profundizando una problemática de salud mental que atraviesa infancias, adolescencias y adultos. La licenciada en nutrición, Fiorella Sevala, llama a poner el foco en la prevención.
El consultorio está en silencio. Esta vez no se habla de comidas. No hay balanzas ni planes dietarios. Hay historias, culpa y miedo. Para muchas personas sentarse frente a un nutricionista no es un paso hacia el bienestar, es un acto valiente que llega como grito de auxilio. Y esto no es casual: durante años, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) fueron un territorio evitado, subestimado o mal abordado, incluso dentro del propio sistema de salud.
“Es un tema al que lamentablemente muchos profesionales le esquivan”, reconoce la nutricionista Fiorella Sevala. Y va más allá: «No es tan fácil porque no tenemos la formación suficiente para casos tan complejos como un trastorno de la conducta alimentaria”. La falta de herramientas específicas y el temor a intervenir de la manera incorrecta hacen que, muchas veces, el problema no se nombre o se deje pasar.
La profesional explica desde dónde decide pararse: “Tengo una mirada que me es inherente como humana, que me hace empatizar con esos casos”. Para ella, «el concepto de salud incluye a la salud tanto física como mental, y a veces esta última se pasa por alto». «Por eso mi enfoque es desde la salud integral y desde la alimentación entendida como un acto complejo, que además de nutrirnos, tiene un fuerte componente emocional, social y cultural que la nutrición más tradicional y dietista busca desarraigar», explica.
Desde ese lugar aborda las consultas, muchas de las cuales, confiesa, no giran alrededor de qué se come. “En muchas de las sesiones no hablamos de comida”, dice, y la frase, lejos de ser contradictoria, revela la fuente del problema.
Durante décadas, la figura del nutricionista estuvo asociada al control, al reto, a la sanción. “Hay una cuestión muy punitivista que uno cree que ya quedó atrás, pero sigue muy vigente”, asegura Sevala. El chiste de “cuidado que está la nutri” se sigue escuchando en las mesas y sintetiza una cultura que convirtió a la alimentación en una prueba permanente.
Ese temor se intensifica con lo que circula en redes sociales. Videos virales donde se exponen pacientes, se habla livianamente de kilos “de más” o se recomiendan dietas extremadamente restrictivas. Frente a eso, algunas profesionales intentan construir otra narrativa. “En mi consultorio trato de que se entienda que va a ser un espacio de escucha, de no juzgar, de no castigar”, explica.
En la infancia y la adolescencia, el impacto de este problema de salud es aún más recurrente. “No siempre es un TCA diagnosticado, pero empezás a escuchar comentarios que prenden alarmas”, relata la nutricionista. «A veces llegan muchas inquietudes sobre personas que ven que sus hijos no quieren comer determinada comida o que comen solos en la habitación… Ahí hay que intentar detectar lo antes posible los comentarios y no naturalizarlo«, advierte.
Las redes sociales juegan un rol central. “Los cuerpos que no son flacos casi no están”, dice. Y cuando aparecen, suele ser la excepción. “Es muy difícil sentirte cómoda con tu cuerpo cuando todas las personas que ves felices en las redes son flacas”. La comparación constante golpea la autoestima y naturaliza estándares imposibles.
Por eso la nutricionista repite una frase que usa en consulta: “Cuerpos hegemónicos vemos, salud mental no sabemos”. Detrás de una imagen perfecta puede haber sufrimiento, exigencia extrema, o un profundo malestar emocional.
Sevala asegura que los trastornos de la conducta alimentaria no distinguen género ni edad. “Los varones no están exentos y cada vez se ve a edades más tempranas”, advierte. Tampoco quedan afuera quienes hacen deporte o van al gimnasio. “Hay una línea muy delgada entre ir al gimnasio y tener conductas no saludables”, explica.
Hoy, la alimentación está sobreexpuesta, analizada y corregida de manera permanente. Hay reglas para todo e información infinita. Además, que abundan los consejos de personas sin formación. “Hay mucho desgaste en la salud mental alrededor de la comida”, sostiene la nutricionista. Y lanza una frase clave: “Nos hicieron creer que no sabemos alimentarnos”.
Reducir la salud a fórmulas universales es muy peligroso. “Si hubiera una dieta que funcione para todos, todos tendríamos el mismo cuerpo”, afirma. La realidad es mucho más compleja y según la profesional, está atravesada por genética, historia personal, contexto social y condiciones de vida.
Al revisar historias, muchas vuelven al mismo lugar: el entorno familiar. “Casi siempre hubo un comentario de una madre, una abuela, una tía”, cuenta. Comentarios que, la mayoría, no nacen del desprecio, sino del intento de proteger.
«Los primeros acercamientos a la cultura de la dieta son los que te transmite tu propia familia. Y es muy fuerte, porque justamente tu familia es tu lugar de contención«, expone. «Es la gente a la que vos le crees todo lo que te dicen y te están diciendo algo que hace mella en vos para quizá para siempre».
Es por esto que la nutricionista recurre a los talleres donde propone escribir esos recuerdos, entender de dónde vinieron y, cuando es posible, soltarlos. “No para justificar todo, sino para no seguir cargando con esa tristeza”.
Al final, el eje vuelve siempre al mismo punto: la empatía. Detectar a tiempo las señales, no minimizar frases como “comí esto y sentí culpa”, acompañar y escuchar sin juzgar. A otros y a uno mismo.
La nutricionista propone “no comentar sobre los cuerpos ni sobre los platos de los demás”. «Hay muchas formas de valorar a alguien que no pasan por lo estético», agrega.
Por último, Sevala deja un mensaje claro: los trastornos de la conducta alimentaria tienen tratamiento. “Tienen cura”, afirma, aunque aclara que requieren trabajo y, muchas veces, equipos interdisciplinarios. Pero insiste que aquello que es lo más importante y urgente, y que todos debemos actuar en consecuencia: la prevención.
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