Somos animales

Por más que se vista de seda, la mona queda. Así decía un viejo refrán y es más cierto de lo que imaginamos. Solemos olvidarlo en la vida cotidiana (nadie se siente un mono que se puso ropa de moda), pero los seres humanos somos animales. Es más, casi todos nuestros actos (ya sea los que consideramos “conscientes” como los inconscientes) se pueden entender mejor si los ponemos en el contexto de nuestra historia biológica, desde el primitivo origen primate hasta la actualidad. Es lo que están haciendo los paleoantropólogos desde hace ya una década.

El experto español Antonio Rosas acaba de publicar “Los fósiles de nuestra evolución” (Editorial Ariel). En este libro repasa los hitos que han servido para reconstruir lo que se sabe de la evolución humana. Rosas dice que el vestigio paleontológico que sueña encontrar es el del ancestro común que tuvimos los humanos y los chimpancés, que son los animales más cercanos a nosotros que aún existen. Dice también que la forma en que se piensa popularmente la evolución humana (una cadena lineal que comienza con un simio en cuatro patas que se va irguiendo y pareciéndose cada vez más a un hombre blanco y atlético que camina en dos piernas) es errada.

La verdadera imagen de la evolución humana se parece más a un árbol (de tronco muy ancho) que despliega muchas ramas diferentes. La mayoría de esas ramas se fueron secando en el camino, ya que produjeron especies de homínidos que no dejaron descendencia y se extinguieron. Pero otras ramas llegaron hasta nosotros entremezclándose (como sucedió con los neandertales que durante milenios mantuvieron relaciones sexuales con los Homo sapiens -nuestros antepasados directos-). Así fue que lograron dejar en los humanos contemporáneos algo de su ADN (se calcula que aproximadamente un 2 % del actual ADN humano es de origen neandertal -incluso, en los asiáticos llega hasta 2,8 %-). Parece poco, pero es mucho: nuestra diferencia de ADN con los chimpancés es de apenas 2 %.

Los nuevos estudios paleoantropológicos han demostrado que la principal causa para el crecimiento de la masa cerebral en los homínidos fue la ingesta regular de carne. Desde que los primeros primates comenzaron a caminar en dos piernas (en vez de en cuatro patas) pasaron dos millones de años antes de que el cerebro creciera de los 400 gramos que pesa el de un chimpancé a los 800 gramos de los homínidos primitivos. Esa duplicación de masa cerebral solo fue posible por la ingesta carnívora, que muchas veces recurrió incluso al canibalismo para satisfacer esa necesidad. Es que el cerebro necesita la provisión de mucha energía para funcionar, y las frutas y verduras no alcanzan para proveerla.

La principal causa para el crecimiento de la masa cerebral en los homínidos fue la ingesta regular de carne, ya que necesita mucha energía que frutas y verduras no alcanzan a proveer.

El segundo gran salto en la evolución del cerebro se dio con la domesticación del fuego y su uso para cocer la carne. A partir de entonces el cerebro pudo volver a casi duplicar su tamaño y permitir el lenguaje. Fue justamente gracias al lenguaje y la búsqueda de parejas sexuales no relacionadas con la propia tribu que el Homo sapiens tuvo más posibilidades de supervivencia que el Neandertal (aunque hay estudios que suponen que el Neandertal también había logrado crear un lenguaje complejo).

Los neandertales se apareaban preferentemente con miembros consanguíneos cercanos, lo que en pocas generaciones producía individuos con muchísimos problemas físicos. Además, y a diferencia del Sapiens, ellos conformaban grupos pequeños. Esta práctica constituyó quizá la principal desventaja evolutiva del Neandertal.

En esa pequeña fracción de ADN neandertal que sobrevive en nosotros nos han legado algunos problemas de salud que los Homo sapiens no conocían. Varios expertos en ADN paleolítico creen que la artritis reumatoide, la esquizofrenia, el aumento del colesterol y el crecimiento de la grasa visceral (que es negativa para nuestro sistema circulatorio) provienen de los genes neandertales que hemos heredado.

¿Qué hacía tan capaces de sobrevivir a los Homo sapiens? Una vez que el cerebro que poseían alcanzó el tamaño y la complejidad del hombre actual, el sapiens fue invencible. El lenguaje le permitió inventar historias (mitos y símbolos comunes) que terminaron apoyando la creación de sociedades complejas, basadas en normas simbólicas que se pueden mejorar y cambiar, y además permitió que se pudiera transmitir conocimientos nuevos a las nuevas generaciones. El papel de los machos humanos en la crianza de los pequeños es única entre los primates. Esa ventaja no ha sido bien estudiada hasta hoy.

Del primitivo consumo de carne al uso del fuego para cocinar, producir cerámica y tornar maleables a los metales hay un largo camino de millones de años. Pero sin ninguno de esos eslabones no existiría la cadena que lleva de los primates que nos emparientan con los chimpancés hasta las personas actuales.

Bajo la ropa y disfrutando de un trago de moda en un bar climatizado por un moderno sistema de aire acondicionado, aún corre por nuestras venas un antiguo fulgor salvaje.


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