Dibujos animados

Néstor O. Scibona

La palabra “dibujo” debe haber sido la más utilizada para definir el presupuesto nacional para 2014, que va camino a convertirse en otra ley con sanción exprés tras su aprobación por la mayoría oficialista en la Cámara de Diputados casi a libro cerrado. No es ciertamente el mejor tratamiento para un proyecto que, según el diputado Julián Obiglio (PRO), prevé gastos por el equivalente a 1,6 millones de pesos por minuto y deben ser solventados el año próximo, directa o indirectamente, por el bolsillo de todos los argentinos. Sin embargo aquella gráfica definición, compartida por economistas privados y legisladores opositores, está lejos de ser una originalidad. Durante toda la era K, casi todas las leyes presupuestarias se caracterizaron por “dibujar” las proyecciones macroeconómicas y, principalmente, subestimar el aumento del gasto público nacional. El propósito, nunca declarado explícitamente, fue generar excedentes que luego podían ser distribuidos en forma discrecional por el Poder Ejecutivo, a través de decretos de necesidad y urgencia (DNU) sin pasar por el Congreso. El presupuesto 2014 no es ninguna excepción. Al igual que sus antecesores, subestima la tasa de inflación para el año próximo (10,6% anual) y la suba del gasto (15,6%, frente al 32% de 2013). Pero, en cambio, sobreestima el crecimiento del PBI (6,2%) y el superávit comercial (10.000 millones de dólares) sin explicar en qué factores se basan esas proyecciones, que hoy lucen exageradamente optimistas. Más realista pero preocupante es la previsión de que el tesoro utilizará en 2014 reservas del Banco Central por casi 10.000 millones de dólares (exactamente 9855 millones) para pagos de deuda pública en moneda extranjera. Esta cifra incluye unos 3000 millones de dólares por el pago del Cupón PBI, debido a que el Indec registra un crecimiento de la economía del orden de 6% para este año, casi 3 puntos porcentuales por encima de la mayoría de las estimaciones privadas. Si el PBI creciera 3,1% en el 2013, como indican esos pronósticos, ese pago se evitaría. Algunos analistas, como Miguel Ángel Broda, opinan que dicho monto constituye un “regalo” para los tenedores de esos bonos, en un momento en que escasean dólares en la economía y el BCRA no deja de perder reservas. Otros, en cambio, descreen de que se concrete y sospechan que puede surgir algún “invento estadístico” que permita recalcular hacia abajo el PBI “oficial” de este año, sin perjuicio de que esos dólares pasen a engrosar otras partidas de gastos. De hecho, el Presupuesto 2013 incluyó un mecanismo similar. Al margen de estas suspicacias, lo concreto es que los dibujos numéricos del presupuesto no son estáticos; cada año cobran distintos tipos de animación. Sin ir más lejos, las previsiones para el 2014 se basan en un recálculo hacia arriba del presupuesto 2013, que ya poco tiene que ver con el sancionado hace un año. La consultora Empiria, dirigida por el ex gerente general del BCRA, Hernán Lacunza, estima que el superávit primario (antes del pago de la deuda) previsto en 0,1% del PBI, se transformará ahora en un déficit de 2,6% (excluyendo transferencias del BCRA y la Anses al tesoro) y en un déficit financiero (con intereses) de 4,4% del PBI. Y para 2014 eleva esos desequilibrios a 3,4% (primario) y 4,8% (financiero). Serían así los más altos de la era K, que hasta 2009 mostraba superávit fiscal. Para proyectar esos mayores déficits, Lacunza prevé que el gasto público crecerá no menos de 30,4% el año entrante (el doble de lo presupuestado), porque el 61% del total está constituido por salarios, jubilaciones, asignación por hijo y otros gastos operativos que no se pueden bajar y al menos acompañarán a la verdadera inflación. A ello agrega que los subsidios (dentro de los cuales la energía representa 87% del total) casi triplicarán el aumento previsto, de apenas 9,5%. Así no hay presión impositiva que alcance para equilibrar las cuentas públicas. Como el gobierno de Cristina Kirchner financia el bache fiscal no sólo con las reservas sino con la “maquinita” del BCRA, cubrirlo implicaría emitir unos 120.000 millones de pesos (más fondos de la Anses por 28.000 millones). O sea, más combustible para realimentar el impuesto inflacionario y/o el dólar paralelo. Urgencias políticas Aun así, todos los dibujos estáticos y animados no alcanzan a ocultar que el Presupuesto 2014 cobra esta vez una importancia política diferente. Por lo pronto, su sanción contrarreloj –que también se descuenta en el Senado– refleja la urgencia del gobierno de Cristina Kirchner de contar con la ley antes de las elecciones legislativas del 27 de octubre. Lo mismo ocurre con la prórroga hasta fin del 2015 de la ley de Emergencia Económica y del impuesto al cheque, además de otros gravámenes. Este objetivo de “anticipar legislación” para los últimos dos años de mandato de CFK, apunta a prevenir tropiezos políticos en el Congreso en el caso más que probable de que se reedite la derrota electoral sufrida en las PASO. De esta manera, el gobierno se asegura el manejo de la “caja” fiscal no sólo para 2014, sino también para el 2015. La razón es que, aún en la hipótesis de que no logre dentro de un año aprobar con tanta facilidad el presupuesto 2015, podrá prorrogar de hecho el del año próximo y, a falta de ley, manejarse con decretos de necesidad y urgencia. Si bien esta táctica le resta poder y herramientas a los nuevos legisladores que sean electos el 27 de octubre y asuman el 10 de diciembre próximo, no está todo dicho en materia política. Aunque no se modifique sustancialmente la composición de las dos cámaras del Congreso, un resultado similar al de las PASO colocará al gobierno de CFK en una situación de debilidad política que no sufría desde la derrota legislativa del 2009. Con el agravante de que, esta vez, la Presidenta no puede constitucionalmente aspirar a una nueva reelección. Y que un triunfo más amplio de Sergio Massa en el decisivo territorio bonaerense (donde vota más del 37% del padrón nacional) probablemente acelere el realineamiento de dirigentes peronistas –opositores o incluso oficialistas– para posicionarse en la carrera presidencial del 2015. Con un marco de estas características, el gobierno de CFK difícilmente pueda mantener el rígido sistema de premios y castigos que vino aplicando en los últimos años, en base a repartir o retacear fondos presupuestarios excedentes a gobernadores y jefes comunales según su fidelidad política. Incluso, hasta no sería descartable que deba negociar con las provincias una suerte de “coparticipación informal” de la mayor emisión de pesos del BCRA, que la Casa Rosada ha venido manejando hasta ahora como una “caja” propia de uso discrecional.

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