Todo el esfuerzo a vía muerta


Si se suman y se restan apoyos, sonrisas de ocasión y ninguneos varios, se puede concluir como balance que en el exterior le tienen más que tomado el tiempo al kirchnerismo.


Pese a que estoicamente Alberto Fernández viajó a Europa para poner la cara y ver si el mundo logra comprender un poco el descalabro que vive la Argentina desde hace décadas, el Presidente tuvo en paralelo tantos tropiezos políticos puertas adentro que entró en un peligroso camino de difícil retorno, condicionado por las encuestas de imagen que cada vez lo muestran más desteñido en su rol. La crisis que vive el gobierno nacional avanza y su dinámica ya muestra una curva en tal ascenso que presagia tiempos peores.

Al respecto, pareció bastante claro en estos últimos días que el grupo más radicalizado del Gobierno ha decidido manejar el país con anteojeras ideológicas llenas de recetas fracasadas. El mismo Jefe del Estado parece que no quiere o no puede resistir sus zancadillas porque sólo atina a hacer gestos y promesas que todos saben que es poco probable que se cumplan. Por eso, todo lo bueno que él pueda decir sobre el periplo europeo queda más que opacado por las zancadillas que recibió desde casa, en primer lugar las de la deuda atada a las medidas económicas que el kirchnerismo rechaza por motivos electorales.

Al Presidente hoy se lo observa también colgado de las cuerdas en otros dos frentes críticos de su gestión: 1) luce más que desbordado debido a la paliza que mes a mes le propina la inflación a los argentinos (sobre todo en alimentos e indumentaria, un rubro ultraprotegido cuyos precios han subido casi 80 por ciento durante el último año) y no sabe cómo hacer para salir, más allá de volver a imponer Precios Máximos y 2) ha quedado cada vez más a la intemperie su muy primitiva política sanitaria, a estas alturas un barco sin timón (para darle otro disgusto, Carlos Zannini reivindicó de modo soberbio su vacunación VIP) y, sobre todo, sin vacunas.


Lo cierto es que el Presidente Fernández no la pasó nada bien en varias capitales, ni siquiera cuando se reunió con Kristalina Georgieva, en Roma.


Más allá de haber llevado en sus mochilas una grave desautorización para mostrarle la salida a un funcionario de menor cuantía que responde a Cristina Fernández y a La Cámpora, en medio del viaje Fernández y su ministro de Economía siguieron recibiendo a diario piedrazos disparados desde la trinchera ideológica del Instituto Patria. En la lista de cascotes están la Declaración de los senadores oficialistas que le han ordenado a Guzmán que use un eventual desembolso del Fondo para atender cuestiones sociales y no para repagar el vencimiento de este año y el proyecto de Máximo Kirchner para bajar los montos que deben abonar los usuarios de servicios públicos. Tampoco le sumó favores a la dupla argentina el destemplado comunicado de la Cancillería sobre el conflicto de Medio Oriente, en el que se habla de “uso desproporcionado de la fuerza” por parte de Israel y nada se dice del terrorismo de Hamás.

Lo cierto es que Fernández no la pasó nada bien en varias capitales, ni siquiera cuando se reunió con Kristalina Georgieva, en Roma. La titular del FMI dio a conocer un comunicado de circunstancias que señala que todo estuvo muy bien, que reconoce el esfuerzo pero que hay que seguir hablando porque no depende de ella. En buen romance: “Hagan los deberes y sigan participando”. Tampoco brilló frente al primer ministro francés, Emanuel Macron, quien le ratificó a Fernández que el Club de París no es sólo Francia y que hay que arreglar primero con el Fondo, mientras que en España, el presidente del gobierno, el socialista Pedro Sánchez, dijo frente a él que “una ley no puede estar por encima de la Constitución”. Aunque no se refería a la Delegación de Facultades Sanitarias que Fernández le ha pedido al Congreso, sin considerar la prelación que la Constitución le reconoce a las autonomías provinciales, a eso sonó.

Si se suman y se restan apoyos, sonrisas de ocasión y ninguneos varios, más allá de la cara de pocos amigos y el mínimo tiempo que le dedicó al Presidente el papa Francisco, se puede concluir como balance que, si bien se pondera su intento de sacar a la Argentina de la hoguera, en el exterior le tienen más que tomado el tiempo al kirchnerismo. Es más, muchos piensan que la ofensiva K sobre Fernández sólo busca sumar excusas que justifiquen salirse una vez más del juego, poniéndose en víctimas. Para el mundo, eso es hipocresía plena y, junto a la debilidad presidencial, así lo refleja el riesgo-país como fiel termómetro de la crisis.


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