Trekking por el sendero de Neruda para huir de Chile a Neuquén

Perseguido en su país, el célebre escritor chileno cruzó la cordillera en 1949 y llegó al lago Queñi en el sur neuquino. Recorrimos el tramo argentino de esa fuga inolvidable.

Habíamos escuchado hablar sobre un trekking diferente en el sur neuquino y de las huellas que dejo el célebre escritor chileno cuando partió hacia el exilio.

La historia cuenta que a fines del año 1948, como senador, Pablo Neruda leyó en una sesión, su famosa carta abierta “Yo acuso”, en la que trata al presidente González Videla, de traidor por haber prohibido al Partido Comunista. Tras perder los fueros para poder ser arrestado, decide huir. No pudo pasar por el Cristo Redentor. El segundo plan, un barco bananero que regresaba a Ecuador, fue descartado: la demora del buque hacia riesgosa la espera en Santiago. Fue elegida una tercera opción: el Paso Ilpela, que no tenía controles.

En diciembre de 1948, desde Futrono, en la región de Valdivia, se embarca hacia puerto Llifen, cruzando el lago Ranco. De allí, en un vehículo doble tracción, lo trasladan a través de caminos rurales hasta Los Llolles.


Allí espera la noche y junto a Jorge Bellet se embarca nuevamente cruzando el lago Maihue. Una gran fogata, en la otra orilla, marcaba el punto de destino. Llegaron a Hueinahue. Allí, durante unos días recibió entrenamiento para cruzar la cordillera a caballo. Don Pablo mezcló tardes de letras y poesía con clases de cabalgata e instrucciones brindadas por Juan Flores.

Preparados para el cruce, el 22 de febrero se embarcan hacia la desembocadura del río Blanco. Llegan al amanecer del día 23. Con cinco jinetes baqueanos se dirigen a Chihuio. Descansan y en la madrugada del 24, de la mano de otro conocedor del sendero, inician el cruce por un espeso bosque de cordillera.

Les esperaría una larga cabalgata hacia Argentina. El paso Ilpela fue la vía de escape por donde cruzó Neruda.

Hacia el Paso Ilpela


Nuestro recorrido comenzó en el otro extremo de la fuga, del lado neuquino, acampando a orillas del lago Queñi. Armamos nuestra carpa, salimos a pescar y el atardecer nos encontró cenando. Luego, a descansar. A la 6 nos despertamos, desayunamos y a las 7 estábamos en el ingreso al sendero. Un cartel anuncia “Senda paso Ilpela”. Leemos todas las recomendaciones para iniciar el recorrido. Nos esperarían unas 5 horas de caminata hasta el límite fronterizo.

Esta senda solo se puede recorrer hasta el hito. No se puede pasar hacia el lado chileno, ya que no hay autorización para hacerlo. Es un paso clandestino.


Ya en los primeros metros fue inevitable pensar en Neruda. La sensación de estar caminando sobre sus pasos fue reconfortante. Haber leído alguna de sus obras antes de la caminata fue también un punto de conexión.

Se comienza a transitar por un vieja huella hecha por una empresa maderera, hace muchos años. El camino en un principio es ancho y según la época puede estar mojado o inundado por agua de mallines.

La tierra húmeda y los pastizales verdes comienzan a desaparecer mientras avanzamos. Las cañas colihues reinan al costado del camino. Al cabo de una hora, nuestro sendero era una huella entre un bosque de cañas. El camino desaparece luego de cruzar un afluente del arroyo Queñi. Nos dio la sensación concreta de entrar en un sendero clandestino.

A nuestra derecha siempre escuchamos el murmullo del Queñi. Durante el recorrido cruzaríamos cuatro brazos de este afluente. De acuerdo con el caudal y nuestra destreza, debe ser atravesado pisando piedras o por el agua, con calzado de vadeo.

Algunos números

10
horas, aproximadamente, dura el recorrido si se tiene en cuenta ida y vuelta.
26
kilómetros es la distancia total, mientras que son 13 los kilómetros hasta el límite.


El camino tiene dificultad media: se requiere una mínima experiencia en senderos de montaña y buena condición física para caminar durante casi 10 horas.

Casi todo el trayecto es un leve y paulatino ascenso hasta los 8 km. Luego la pendiente va aumentando al acercarnos a la frontera. Parece mentira, pero estamos cruzando los Andes.

Es un camino cerrado. Vamos entre montañas, por lugares con mucha vegetación.

Caminamos siempre dentro de un bosque de robles y coihues. La gran altura de estas especies y sus frondosas copas hacen que no veamos nunca las montañas vecinas. El sol, a media mañana, comenzaba a filtrarse por algún hueco entre el bosque.

Por momentos las cañas desaparecen y nos dan un respiro. Nuestro sendero comienza a rodearse de un falso muérdago o taique y alguna otra variedad un tanto espinosa, de altura media. Teníamos botas y pantalones largos: sería muy incómodo sin la indumentaria adecuada. Más tarde, ingresamos a unos vallecitos debajo del bosque, cubierto por una variedad de plantas bajas. Margaritas, frutillas y otras coloridas flores silvestres completan el paisaje.


En cada arroyo y en cada sonido de un pájaro estaba presente Neruda: era inevitable evocar su recorrido por esos senderos. Con el andar del caballo, el silencio de la noche, la adrenalina del escape. En su mente, exilio, poesía, paisaje, clandestinidad, orgullo, política, soledad, solidaridad, identidad y miedo. Solo podemos caminar en silencio y buscar alguna respuesta en el entorno.

El ascenso se torna un poco mayor. En un momento escuchamos un murmullo muy fuerte del arroyo. Subimos a un punto alto desviándonos del sendero y descubrimos una caída de agua impactante. Alta, transparente, pura, con una pileta natural que invita a bañarse. Es muy fría, de deshielo, pero al menos nos refrescamos. Fue inevitable un descanso y una breve lectura de un poema de Don Pablo.

Retomamos el sendero, ya es casi mediodía. A esta hora comienzan a aparecer algunos tábanos. Repelente y a seguir la marcha. Finalmente, unos mallines a mano derecha y un poco más adelante aparece una laguna. “Pablo Neruda”, reza un cartel. Fue denominada así durante el encuentro internacional de poetas del 2009.

Luego ascendemos unos 100 metros por el sendero. Hay un claro en el bosque y en el centro, una pequeña torre de hierro. Un cartel dice Argentina de un lado y Chile del otro. Lo habíamos logrado: llegamos al hito fronterizo, el lugar donde el poeta dio su primer paso hacia la libertad. De ahí siguió al lago Queñi y más tarde a caballo hasta San Martín de los Andes, rumbo a su exilio en París. Para nosotros, el resto de la tarde, fue charla, comida, fotos y un retorno reconfortante por la ruta de Neruda hacia nuestro campamento en lago Queñi.

Por: Dardo Gobbi
gobbidardo@yahoo.com.ar


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