Un Bolsonaro desbocado alarma a toda la región

El presidente brasileño redobló una postura negacionista y temeraria ante el coronavirus, mientras su país registra récord de muertos y colapsan hospitales y morgues. Su actitud genera una crisis política, económica y social de consecuencias inciertas.

Brasil se convirtió en el principal foco de la epidemia de coronavirus en América Latina y enfrenta una triple crisis: económica, política y sanitaria. Sin embargo su presidente, Jair Bolsonaro, se opone públicamente a las cuarentenas y otras formas de distanciamiento social para frenar al virus, al que califica como una “simple gripecita” y se enfrenta a los gobernadores, los medios, el Congreso y el Poder Judicial.

Los países vecinos, entre ellos Argentina, se muestran cada vez más preocupados por el negacionismo de Bolsonaro y la evolución del país más grande de Sudamérica, que podría arrastrar a toda la región. Brasil, con 210 millones de habitantes, registra más de 135.106 casos de covid-19 y unos 9.146 fallecidos y comparte frontera con 10 Estados: Colombia, Venezuela, Guyana, Surinam, Francia -a través de la Guayana Francesa-, Perú, Bolivia, Argentina, Paraguay y Uruguay.

Para dimensionar la magnitud de la crisis en Brasil, sus vecinos suman unos 75.000 casos entre todos. Y numerosos expertos consideran que el total de contaminados podría ser 15 veces superior al reconocido por las autoridades, ya que en Brasil solo se realizan tests a los pacientes graves. Y el pico de la pandemia recién se alcanzaría en unos días.

Trabajadores de un cementerio esperan mientras una familia entierra a un ser querido, en el ampliado cementerio de Vila Formosa, en Sao Paulo, Brasil.

Sin embargo, ajeno a la preocupación de sus vecinos, el militar ultraderechista minimiza el peligro, se pelea con ministros y gobernadores aliados y opositores, arma actos masivos donde pide cerrar el Congreso y el Tribunal Supremo y anima a la población a ignorar las medidas de distanciamiento social impuestas en varias ciudades. “La libertad es más importante que la propia vida”, dice . “No tiene sentido quedarse en casa”, agrega.

Bolsonaro no ha dejado de sumar conflictos en los últimos meses, todos en sectores críticos para la bobernabilidad del país.

• “Salgan a trabajar”

En materia de salud, ha insistido desde el inicio en minimizar el peligro de la pandemia de la covid-19 y se ha negado a ordenar cuarentenas, argumentando que podrían afectar la economía. Si bien el gobierno cerró vuelos y fronteras, ha dejado en manos de los desesperados gobernadores e intendentes las medidas de prevención, a menudo boicoteándolas con llamados públicos a “salir a trabajar” y organizando manifestaciones masivas.

Y si bien los estados más poblados como Río de Janeiro o San Pablo ordenaron el cierre de escuelas, comercios y construyeron hospitales de campaña, la falta de una dirección nacional ha terminado por desdibujar las estrategias en un sálvese quien pueda. Las subvenciones estatales tardan en llegar y han generado enormes colas, transformando a los bancos en bocas de contagio. Muchos trabajadores informales han terminado saltándose las reglas por necesidad, arriesgando su salud para obtener algún ingreso.

Al menos en tres estados, Maranha, Ceará y Pará, desbordados por la enfermedad, la Justicia ordenó el bloqueo de caminos y la circulación de personas, luego que la cantidad de muertes obligó a ampliar de emergencia los cementerios. Mientras tanto, Bolsonaro elude la hablar de la crisis sanitaria. En marzo, dijo que los brasileños tienen tal nivel de resistencia que no se infectan “ni saltando en aguas cloacales”. Otras veces su postura es desafiante. “¿Y qué? Lo siento, soy Mesías [su segundo nombre] pero no hago milagros”, le dijo a un periodista que le preguntó porqué la cifra de muertos de su país supera ya a la de China.

• Internas

Su postura lo ha llevado a enfrentamientos públicos con los gobernadores y con su propio ministro de Salud, el médico Luis Henrique Mandetta, al que echó hace unas semanas por considerar que sus medidas contradecían el discurso de “normalidad”.

De hecho, el presidente parece estar más centrado en sus disputas políticas que en el control de la pandemia. También expulsó al titular de Justicia, Sergio Moro, emblema de la lucha anticorrupción por su rol de fiscal en la causa Lava Jato, que acusó públicamente a Bolsonaro de intentar imponer jefes de la Policía Federal para interferir en investigaciones judiciales por corrupción y abuso de poder contra sus hijos. El caso también lo enfrentó al Superior Tribunal Federal, que vetó la designación de un comisario amigo suyo como jefe del cuerpo.

• Choque de poderes

En este marco, Bolsonaro ya organizó tres mitines masivos, en donde abrazó a partidarios desafiando el contagio y aplaudió consignas para cerrar el Congreso y el máximo tribunal, acusándolos de “no dejar actuar al gobierno”, mientras enarbolaba banderas de EE. UU. e Israel. También ha hecho llamados públicos a las Fuerzas Armadas “que están con el pueblo”, para apoyar estas iniciativas. No es poco en un gobierno que tiene nueve ministros militares o exmilitares, la mayor presencia castrense en el gobierno desde la dictadura militar. Hasta el momento, los principales referentes de las FF. AA. han dado claras señales de respaldo a la institucionalidad democrática, descartando cualquier golpe o autogolpe.

• ¿Juicio político?

Por otra parte, Bolsonaro se reúne con diputados y senadores de diversos partidos, a quienes ofrece cargos y puestos en empresas públicas a fin de bloquear los casi 30 pedidos de juicio político que hay en su contra, apoyada por empresarios y medios, quienes ponen en duda incluso su salud mental. Ellos ven como relevo al actual vicepresidente, el general Hamilton Mourao, de perfil moderado y encargado de tender puentes con China, socio clave del país.

• Apoyo de sus bases

Sin embargo, todavía pocos analistas creen en una salida anticipada del poder del presidente brasileño en el corto plazo. Pese a enfrentarse públicamente con los empresarios, periodistas, militares, el Congreso y el Supremo Tribunal, Bolsonaro mantiene importantes niveles de popularidad y apoyo. Una encuesta reciente de Datafolha reveló que la aprobación del mandatario subió desde diciembre de 30 a 33%, similar a la de hace un año. En los barrios populares, los “caceroleos” se escuchan poco y nada, con una población más preocupada por subsistir que por el virus. Los mayores índices de reprobación a Bolsonaro son de sectores con estudios superiores (47%) y ricos (40%). Al mismo tiempo, su base electoral popular y religiosa descree de lo que informan los medios y prefiere consumir las noticias de medios pseudoperiodísticos oficialistas y las redes sociales. “Este flirteo con la retórica agresiva le interesa a su electorado” , que valora su perfil “antisistema” cuando ataca a los factores de poder tradicionales, aseguró a la AFP el analista Murilo Aragao, de la firma Arko Advise.

En este marco, no son pocos los que ven un creciente conflicto dentro y entre las instituciones: el Ejecutivo, el Congreso y la Justicia, en medio de la crisis económica y sanitaria generada por la pandemia. “Estamos asistiendo a una acomodación de placas tectónicas entre poderes”, ilustró Aragao, mientras el país cuenta de a 600 muertos cada día.


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