Un libro que indaga en las diferencias entre Borges y Marechal

En "Invención de la nación en Borges y Marechal", la investigadora Mariela Blanco demuestra que ambos escritores inventan literariamente la nación a través de sus ficciones. También afirma que no fue estrictamente el peronismo lo que los distanció.

En su libro «Invención de la nación en Borges y Marechal», la investigadora Mariela Blanco aborda los poemas, ensayos y ficciones narrativas más relevantes de los dos escritores argentinos para analizar sus apropiaciones y polémicas con el nacionalismo desde el encuentro de ambos en el inicio de las vanguardias hasta su posterior alejamiento durante el peronismo.

A través del análisis discursivo de sus textos, Blanco demuestra en este texto publicado por Eduvim que ambos escritores inventan literariamente la nación a través de sus ficciones, aunque sus proyectos se diferencian en la forma de representar la tensión entre el individuo y la institución sociedad. Por un lado, Borges defiende en su escritura la libertad del individuo mientras que Marechal orienta sus representaciones hacia una búsqueda de armonía entre el individuo y las instituciones sociales a través de la figura del líder.

Doctora en Letras, investigadora de Conicet y autora de «El ángel y la Mosca», Blanco deja en claro en este nuevo trabajo que no quiere seguir reproduciendo el preconcepto de que ambos escritores se distanciaron a causa del peronismo, sino demostrar que los sucesos del 45 no vienen más que a corroborar las marcadas diferencias de dos proyectos que tuvieron muchas afinidades en sus inicios pero que optaron por «dos caminos diferentes, brillantes ambos, pero definitivamente inconciliables».

P: ¿Por qué Marechal retoma años después el programa criollista abandonado por Borges?

Mariela Blanco: Hay que tomar en cuenta que publica el «Adán Buenosayres» en 1948 pero empieza a escribirlo en 1930. Este dato es importante no sólo porque son 18 años de elaborar la nostalgia por esa felicidad compartida entre amigos en la década del 20, sino especialmente porque es el momento en el que se produce la separación entre Borges y Marechal, que habían sido muy cercanos en la década interior.

El impacto del primer golpe de estado en el 30 fue enorme y repercutió, obviamente, en el campo intelectual, que pasaría a estar muy marcado por la división entre nacionalistas y no nacionalistas. De modo que lo que se intensifica en este momento es el nacionalismo de Marechal, en contraposición con la cada vez mayor sospecha de Borges contra ese sentir.

Es hermoso el modo en el que Marechal cuenta cómo lo impresionó el movimiento de los obreros el 17 de octubre de 1945 marchando hacia el centro de la ciudad a pedir por la liberación de su líder y cómo eso le hizo cambiar los parámetros de intelección que tenía hasta el momento. Y ya llevaba 15 años escribiendo el Adán en ese momento»

Mariela Blanco.

Cuando queremos hablar de la pugna de Borges contra el nacionalismo indefectiblemente pensamos en «El escritor argentino y la tradición», pero esa conferencia maravillosa es del 51. Borges comienza su prédica mucho antes, a partir del golpe de Uriburu al gobierno de Yrigoyen. Él y Marechal conformaban las dos caras visibles del comité de la juventud yrigoyenista antes de esta separación.

Borges abandona el proyecto criollista y Marechal concreta ese proyecto en las distintas escenas que se construyen -se viven diría yo- en el «Adán…». Luego de la fructífera aventura compartida en la revista «Martín Fierro», Marechal y Borges, junto a Francisco Bernárdez, planean publicar una nueva revista que se llamaría «Libra» pero Borges se bajó del barco antes de que zarpara. Años después comentaría que el motivo de esa deserción estuvo vinculado al excesivo nacionalismo de sus compañeros.

P: ¿Cómo es tu lectura de la tensión entre individuo y estado en ambos escritores?

M. B.: Borges retoma de la generación del 37 no solo el afán de imaginar la nación, sino también la defensa de lo que él veía como el avance de los sistemas autoritarios. Y con esto pienso concretamente en lo que pasaba a nivel mundial con los acontecimientos que prepararon y derivaron en la Segunda Guerra, lo que en parámetros de Borges se lee como avance del nazismo, fascismo y comunismo y, a nivel local, del peronismo.

La experiencia de Marechal parece ir en un sentido inverso, casi especular: es también conocida su simpatía con el peronismo, especialmente en la primera etapa de lo que él mismo llama «justicialismo».

Es hermoso el modo en el que Marechal cuenta cómo lo impresionó el movimiento de los obreros el 17 de octubre de 1945 marchando hacia el centro de la ciudad a pedir por la liberación de su líder y cómo eso le hizo cambiar los parámetros de intelección que tenía hasta el momento. Y ya llevaba 15 años escribiendo el Adán en ese momento.

Lo interesante es que mientras los que habían sido sus compañeros de generación y de programa estético en los 20 leen ese acontecimiento como una invasión, a Marechal se le ocurre invertir la mirada, meterse en los zapatos del otro, y lee ese día como una enorme conquista social.

P: ¿Cuál es la variante de populismo desde la mirada de Bioy y Borges?

M.B.: A pesar de que por su ideología, harto conocida, nos cueste concebir que el dueto Borges-Bioy haya siquiera intentado estilizar la voz del pueblo, el análisis textual así lo demuestra. Respecto de esta poética tan particular, digo que Honorio Bustos Domecq, Benito Suárez Lynch o Borges-Bioy a secas fueron lectores de la fiesta populista en tanto supieron detectar, de manera muy temprana en «Seis problemas para don Isidro Parodi» que se publica en 1942, y luego remedar la oralidad de sectores sociales populares cuyas hablas no habían ingresado hasta el momento a la literatura nacional, al menos así, de manera tan dialógica como lo hacen en estos textos. Claro que los autores cierran la última instancia de sentido a partir del protagonismo y superioridad otorgados a Parodi, que es la encarnación del criollo viejo y el estandarte de la defensa del individuo.

P: ¿Cómo funciona la idea de pueblo en Marechal?

M. B.: Al leer toda su obra en continuidad comencé a advertir que el pueblo no solo es el interlocutor de sus escritos, sino que Marechal encuentra el modo de otorgarle voz en todas sus novelas. Por ejemplo, en el «Adán…» hay una parte que ha pasado bastante desapercibida en los análisis realizados hasta el momento, dentro de «Viaje a la oscura ciudad de Cacodelphia». Allí Adán, guiado por el astrólogo Schultze, desciende a la «Buenos Aires invisible». Se trata de un infierno imaginario, creado por el astrólogo alter ego de Xul Solar, inventor, entre otras cosas, de un lenguaje propio. Por allí desfila una gran cantidad de personajes imaginarios que son interpelados por el Pueblo. Entre ellos, se destaca el discurso de uno de los potenciales a quien se llama «Juan Demos». Más allá de la posibilidad de asimilar esta figura a la de Perón, me parece fundamental marcar la presencia de lo que se conoció como «doctrina» peronista dentro de los múltiples discursos que componen esta novela, lectura que la crítica -en su mayoría- no ha ensayado hasta el momento.

P: ¿Cómo se construye la imagen de líder en ambos autores?

M. B.: En las novelas de Marechal, el nombre del líder es el dispositivo puesto a funcionar para crear unidad, una afinidad de lo diverso, indispensable para reforzar la estructura de sentimiento que subyace a la idea de nación. En una primera aproximación, encontré una identificación entre la figuración del líder político que opera en el nivel terrestre y el líder espiritual celeste o creador en Adán. A partir de esta analogía, concluí que esta primera novela prepara el campo para el advenimiento del líder en cuanto organizador de la comunidad, en pleno inicio del proyecto justicialista.

«El banquete de Severo Arcángelo», su segunda novela, es el relato de la preparación de la llegada del líder por antonomasia, pero del líder en ausencia, situación alegorizada por el secreto como imperativo que permite la comunicación clandestina, entre un grupo de elegidos.

Por otro lado, Borges es un autor que se caracteriza por la experimentación con la paradoja como figura retórica en su proyecto poético; tal es así que ha venido desconcertando a lectores y críticos por su habilidad para escapar a la univocidad de la verdad habilitando la convivencia de contradicciones dentro de sistemas argumentativos perfectos, o del uso de un mismo argumento para defender ideas opuestas. No obstante, sus sentimientos hacia el peronismo no ofrecen una sola grieta por donde pueda colarse la ambigüedad. Tanto este movimiento como su líder se constituyen en su prédica estética y en sus intervenciones sociales en sus enemigos sin lugar a equívocos.


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