Una historia del periodismo “progre” y el nacimiento de la grieta

“Progresistas fuimos todos” es el flamante libro de los historiadores Eduardo Minutella y María Noel Álvarez, quienes analizan el boom de las revistas políticas de mediados de los 90.

En el libro “Progresistas fuimos todos”, los historiadores Eduardo Minutella y María Noel Alvarez analizan el boom de las revistas políticas que desde 1997 a 2004 visibilizaron el imaginario del progresismo local y aglutinaron en sus redacciones a un plantel de periodistas que años después quedarían enfrentados por las posiciones radicalizadas de la llamada “grieta”.

La impugnación de los rasgos más cuestionados del menemismo como la corrupción de algunos de sus funcionarios y su estilo asociado a la frivolidad hizo posible una inédita sintonía entre periodistas e intelectuales que, pasada la segunda mitad de los 90, moldearon las marcas identitarias de un progresismo que funcionó paralelamente como artífice y reflejo del discurso social de esos años.


Con el propósito de reconstruir el pulso de una época a partir de la agenda y los discursos de las cuatro revistas más emblemáticas del arco progresista -Trespuntos, Veintiuno, TXT y Debate- “Progresistas fuimos todos” remite a un período de apogeo del periodismo de investigación a la vez que prefigura la brutal transformación del campo mediático que tuvo lugar una década más tarde con la explosión de los medios digitales, el auge de la posverdad y la atomización de las audiencias.
A lo largo de un recorrido que termina en los años iniciales del kirchnerismo, los autores analizan las afinidades hoy impensables que generó la defensa de consignas como la lucha contra la corrupción, el respeto por los derechos humanos o la búsqueda de equidad social: son los tiempos en que la diputada Elisa Carrió parecía más próxima al dirigente de izquierda Luis Zamora que al presidente Mauricio Macri, y en los que supieron compartir una misma redacción periodistas hoy tan antagónicos como Jorge Lanata, Hernán Brienza, Martín Caparrós y Orlando Barone.

P- ¿Qué dice el derrotero que tuvieron las revistas de esos años acerca de los procesos sociales que vivió la Argentina entre 1997 y 2004?
Eduardo Minutella- El libro narra una especie de ciclo de pequeña ilusión y enorme desencanto. Se ve cómo al principio del período hay una cierta esperanza en construir un proyecto alternativo al menemismo. En ese sentido la Alianza, sin ser una fuerza claramente progresista, trataba de incorporar algunas aristas de esa sensibilidad y terminó ganando las elecciones. Luego para una gran parte de la población ese gobierno constituyó una frustración.


María Noel Alvarez- En las notas de Trespuntos de esos años se ve esa imbricación con la política, no porque los periodistas que la integraban fueran militantes, sino porque había como un intento por entender el momento político y tener alguna influencia en la opinión publica, acompañando o proponiendo caminos posibles. Es interesante ver cómo desde la revista se empiezan a probar y ensayar alternativas políticas, lo que llevó por ejemplo a una tapa donde se los ve a Carrió y a Zamora juntos y se los imagina integrando una posible fórmula.

P- La investigación refuta un poco la idea de que el arco progresista se haya fragmentado en 2008 tras el conflicto con el campo. Para ustedes, la grieta empieza a darse en 2004 ¿Cuál es el punto de inflexión?
E.M.- El conflicto con el campo en 2008 fue un parteaguas muy potente y en general ha tendido a pensarse que es ahí cuando se rompe definitivamente el campo periodístico. Lo que vemos es que en el primer año de gestión de Néstor Kirchner se pondera el descontracturado estilo K pero ya en 2004 esto empieza a cambiar, sobre todo para algunos periodistas que empiezan a sentirse incómodos por el manejo de la pauta publicitaria, las llamadas permanentes a las redacciones de algunos funcionarios y la salida del aire de los programas de política que a partir de entonces se van a refugiar al cable. Y conceptos que habían sido estrellas en los 90 como el del periodismo de investigación, de repente se licua. Y se produce como un vaciamiento y un desplazamiento de la política.
M.N.A- Uno de los momentos claves del comienzo de las diferencias es el discurso de Néstor Kirchner en la ESMA en 2004 donde aparecen las derivas progresistas. Hay una parte que se ve convocada y representada, pero hay cierto progresismo que había militado por los derechos humanos en los 80 y se ve un poco traicionada por ese silenciamiento que hace Kirchner dando a entender que el Estado Nacional no había hecho nada antes por los derechos humanos. Este sector no se siente convocado y empieza a ver con recelo todo con recelo a partir de ese momento.

P- ¿Cómo salpicó a este periodismo progresista la crisis del 2001 condensada en la consigna “que se vayan todos”, dado que parte de ese periodismo era el que había facilitado la llegada de la Alianza al poder ¿Se vio salpicado o logró correrse de lugar?
E.M.- Por un lado, en ese momento al igual que el resto de la sociedad el periodismo estaba muy desorientado. Aparecen en las revistas muchas notas sobre la gente que se va del país y se empieza a ver la desazón de la sociedad frente a lo que estaba pasando. De lo que no se daban cuenta los periodistas es que así como la gente primero perdió la credibilidad en los políticos y después en los bancos, rápidamente la siguiente institución que cayó fue el periodismo en esos primeros momentos de principios de 2002. Los periodistas venían de una época de oro y no podían creer que ellos también cayeran en la volteada. Hay de hecho una pintada célebre de eso años que dice “Nos mean y Clarín dice que llueve”, que capta cierta sensibilidad. El otro episodio que selló este proceso se dio en el 2002 con la muerte de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán cuando Clarín titula “La crisis se cobró dos muertos” y ahí se da una fuerte impugnación al periodismo.

«Lo bueno de la grieta es que generó audiencias menos inocentes»

La «grieta» que polarizó el pensamiento del periodismo y gran parte parte de la sociedad a partir de 2008 generó un desgaste de las audiencias y agudizó la crisis del periodismo argentino que ya venía golpeado por un fenómeno mundial como la reestructuración impuesta por las nuevas tecnologías, según sostienen los historiadores Eduardo Minutella y María Noel Alvarez en su ensayo «Progresistas fuimos todos».

P- El periodismo progresista se aglutina en la época del menemismo residual en torno a la ética y la denuncia de la corrupción, mientras que la dispersión actual expresada en la grieta también está relacionada con los mismos tópicos ¿Por qué la corrupción aparece en un rol tan central?

María Noel Alvarez- En los 90 se denunciaba la corrupción pero no se hablaba más profundamente del modelo económico ni de las cuestiones estructurales que estaban pasando. La corrupción era una muy buena excusa para no hablar de otras cosas. Lo que predominaba en esto medios era la denuncia del funcionario que se robó un vuelto y no la crítica a la convertibilidad o el modelo económico que estaba generando un crecimiento de la pobreza. Lo mismo pasó durante la Alianza.

Eduardo Minutella- No sé si la corrupción fue funcional de manera intencional sino que las denuncias de corrupción vendían muchas revistas y los programas de investigación desde “Día D” hasta “Telenoche investiga” medían muy bien. Se podía investigar desde un ministro hasta al padre Grassi. La corrupción vendía y ahí es donde se impone la lógica empresarial de los medios.

P- ¿Cuanto de la credibilidad del periodismo se licuó con la aparición de la grieta?

E.M.- Creo que el bussines politico periodístico de la grieta fue rentable para algunos periodistas a corto y mediano plazo pero terminó desgastando a las audiencias, se llevó puesto al periodismo en su conjunto y terminó siendo negativo para la profesión en su totalidad. No creo posible el retorno a mundos posibles maravillosos en los que los periodistas eran los guardianes fiscales de la patria y «rankeaban» en el tope de las encuestas de credibilidad que se hacían en la población en los 90. Volver a eso es imposible porque eso está muy fechado en un momento histórico determinado.

Si hubo un aspecto muy positivo de ese ciclo es que generó audiencias menos inocentes. De repente ideas como la de la construcción de la realidad empezaron a estar en boca de personas que no eran estudiantes de comunicación ni sociólogos, así como el rechazo a la idea de tomar un discurso mediático como una verdad revelada.

En el mediano plazo la grieta tuvo un impacto muy negativo en un momento histórico en que la profesión está atravesando una crisis muy fuerte a nivel mundial que tiene que ver con la reestructuración que imponen las nuevas tecnologías. En la Argentina se combinó esa coyuntura de recambio mundial con una devaluación de la práctica periodística muy ostensible a nivel local que terminó siendo muy dañina para el ejercicio del periodismo.

P- En uno de los capítulos analizan una nota publicada en 1997 en la revista Trespuntos que indagaba sobre la definición de progresismo. Allí sostienen que muchos de esos enunciados se podrían aplicar al actual gobierno de Cambiemos ¿Cómo se explica que esa idea puede funcionar para dos ciclos tan distintos?

E.M.- El progresismo que surge en el tardomenemismo lo hace en un momento histórico muy concreto que tiene que ver con la retracción mundial de las izquierdas, tanto de la experiencia de la lucha armada que ya había sido reevaluada en los 80 como de la experiencia soviética después de la caída del Muro de Berlín. Es la época de expansión del discurso único, del Consenso de Washington, de la globalización, es decir, un montón de fenómenos que reconfiguran el lugar de la izquierda.

El discurso anclado en los derechos civiles, la anticorrupción y el respeto a las libertades, todo eso que en los tardíos 90 había sido recuperado por la izquierda, en la década siguiente se entronca con una parte del discurso de Cambiemos, que es complejo porque se trata de una coalición muy heterogénea donde existen personas con patrones de pensamiento conservadores pero también otros como Marcos Novaro que ven en Cambiemos una de las vías posibles para la modernización y a la modernización como una de las condiciones para el progreso.


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