Una voz musical para Pizarnik
Roxana Amed grabó “La sombra de su sombra”, un disco con diez textos de la poetiza argentina.
Nacida en el 63 y graduada en Letras, Roxana Amed compuso para Diego Torres, Sandra Mihanovich, Los Tekis y Luciano Pereyra; y ganó el Martín Fierro 2000 Mejor Banda de Sonido Original, por “Sobrevivientes”, de la serie “Vulnerables”. En los últimos años, cantó jazz. En 2010 editó “Cinemateca finlandesa” a dúo con Iaies, con obras de Thelonious Monk, el Cuchi Leguizamón y propias. “Inocencia”, con piezas suyas y clásicos de folclore argentino, tiene una sonoridad definida por los jazzeros Guillermo Klein o Iaies y los maestros Manolo Juárez y Aznar. Ese mismo año cantó con Gieco en el disco “El desembarco”. En 2012 Aznar la integró a “Puentes amarillos”, concierto homenaje a Luis Alberto Spinetta, ante 50.000 personas, y colaboró en “Conversaciones desde el arrabal amargo” de Iaies y Horacio Fumero. Fue también cantante invitada en “Indómita luz” álbum del trompetista Juan Cruz de Urquiza, sobre música de Charly García, que ganó el Gardel 2013 Mejor Álbum de Jazz. Roxana acaba de presentar “La sombra de su sombra” con diez textos de la gran poetiza argentina, Alejandra Pizarnik, el 21 de noviembre, dentro del Buenos Aires Jazz Festival, junto a Frank Carlberg, pianista y compositor finlandés residente en Nueva York. La primera parte, grabada en marzo del 12 en Brooklyn, tuvo como invitada a la trovadora Christine Correa. El resto fue compuesto durante el último verano neoyorquino y su registro concluyó en Buenos Aires, meses después. Sorprendente y conmovedor trabajo… “Mucha gente conoce a Alejandra, la ha leído en su momento y no le resulta nuevo su nombre, pero me cuesta mucho encontrar sus textos en Argentina y otras partes del mundo, y me pareció importante que se volviera a hacer contacto con su material”, propone Amed desde su casa en Coconut Grove, Florida, Estados Unidos, donde vive desde hace un año. “La música fue tarea de Frank. La poesía tiene su propia melodía y puede ser un tironeo injusto, ponerle otra sin considerar ese discurso que ya trae por su propia dinámica rítmica y su propio espíritu. Carlberg tiene eso y cuando lo escuché trabajar con otros poetas, le dije: deberías conocer a Pizarnik, porque son tal para cual… Lo fui a ver poco después a Nueva York y me sorprendió con un par de piezas compuestas y una pila de libros que había conseguido y ensayos de Beatriz Sarlo sobre literatura argentina. Unos días más tarde las grabamos. Fue así de química la cosa entre él y Alejandra, y ambos trabajando ese discurso”, dice entusiasmada. –Vos le pusiste voz y es como si te metieras en su piel, en sus honduras… –En la verdadera poesía, hay un núcleo de universalidad que trasciende las épocas y los lugares. Cuando la leí por primera vez, tendría veinte años más o menos, estaba empezando mi carrera de Letras, con todo el dramatismo que se tiene a esa edad. Te estoy hablando del ochenta y poco… Una época en la que los sentimientos, las emociones eran un poco más puras. Y la información que me traía un libro era incomparable. Ella llegó a mí con pureza, como estudiante de literatura, poeta y música en formación, como joven… No olvidé jamás ese impacto Desde entonces, necesité encontrar, a lo largo de los años, distintas formas de vincularme a su poesía. Pero nunca pensé que iba a hallar una voz musical para sus palabras. No hubiera ocurrido eso de no haber sido por Frank. –¿Cómo decidiste cómo cantarla? –En aquellos días encontré en Internet unas grabaciones de Pizarnik. ¡Qué tremenda esa voz titubeante, rota, muy profunda y dramática! Me impresionó y traté de encontrar esa forma de cantarla. –Habla también de la potencia de esa lírica. Están las inquietudes de ustedes, sus talentos, el ensamble, pero el disparador es ella… –¡Es ella! Alejandra tenía preocupación porque la palabra fuera sofisticada, cuidada, pura, precisa. Porque hubiera elegancia literaria en su dolor. Que es como cantar bien, afinado, con técnica. Son cuestiones que a través de los años, hacen vigente un trabajo. Ella tiene ese factor tradicional, por decirlo de algún modo, y Frank también en su modo de tocar, de componer. Estas citas que se dan a lo largo de la historia, una de tal época con otro de un país distante que vive en otra parte, y todos en este disco –Christine Correa, mi compañera vocal, es de India y por fonética cantó a Pizarnik– tienen una fuente inspiradora. Ella. Que nos organiza la emotividad, la historia artística. Fue una experiencia inusual… –¡Qué manera de mantenerse viva! Al leerla siento que me deja espiar su mundo interior, con sus abismos, locuras, horrores y ansiedades… –Eso es un poeta. Tu sensación y nuestra sorpresa de su pureza, vienen porque estamos rodeados de un mundo plagado de corrupción artística, de un montón de gente que cree ser algo que no es, y de un montón de conceptos equivocados sobre un artista; de una manipulación –esa es la palabra– tan grande del discurso del poeta, del músico, que cuando te topás con alguien así, que simplemente no tenía otra forma de vivir, de encontrarse con su propia palabra y dejar testimonio. La escuchamos y decimos, a ver si nos organizamos y no nos confundimos más! –En “La sombra de su sombra” no hay confusión alguna, usando tu idea. Es para escucharlo igual que se lee a Alejandra. –Siempre me preocupó que el disco no aleje a la gente de ella, sino que la haga entrar por otra puerta. En un punto, también le hablé a Frank de Pizarnik porque, haciendo mis propias revisiones como argentina y artista, muchas veces estamos solos, aislados unos de otros, justamente por esta manipulación de lo que está bien y mal. Por ese lado, su soledad era tan agobiante y su obra tan solitaria que es difícil de leer. Ella te lleva a un páramo al que no es fácil entrar ni salir y te deja con una sensación semejante. – Lugares que esquivamos, amortiguamos, escondemos. –Si todo eso te pasa, no tenés muchas salidas. Algunos podemos llegar a un momento así en algo que escribimos, en una película, una pintura, pero vivir en ese universo es muy difícil. Espero que este trabajo sea otra puerta para conocerla, o pasión o libertad o luz que permita escucharla con menos dolor. Yo no puedo compararme con Alejandra en sentido alguno, pero como artista siempre he estado en un camino bastante solitario, el limbo famoso de mi primer disco me acompaña y convivo con esa búsqueda y con esa oscuridad.
Eduardo rouillet eduardoruoillet@gmail.com
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