Venezuela, sin tiempo

La espiral de crisis política y económica que vive Venezuela tuvo esta semana un nuevo giro, con una improvisada rebelión cívico-militar liderada por el presidente interino Juan Guaidó, que se desinfló rápidamente y amenaza con sumir a ese país en un impasse que agravará las ya penosas condiciones en que vive su sufrida población.

Guaidó, autoproclamado jefe del Ejecutivo con apoyo de la Asamblea nacional y reconocido por más de 50 países, proclamó el martes desde un cuartel el inicio de una masiva deserción de las fuerzas militares que respaldan al gobierno de Nicolás Maduro y el inicio de una rebelión popular en las calles. Al menos cinco personas murieron en la represión, mientras las imágenes televisivas mostraban a las tanquetas antitumultos atropellando sin misericordia a varios manifestantes. Sin embargo, el régimen chavista sofocó rápidamente las protestas callejeras y recibió un sólido apoyo castrense. Maduro aprovechó para realizar sus clásicas diatribas antiimperialistas y purgó a los posibles disidentes internos.

La semana termina con un estancamiento de la situación, ya que los expertos denominan un “empate catastrófico” de poder entre fuerzas políticas antagónicas e irreconciliables que se arrastra desde hace años y que ha inmovilizado al país, en riesgo de disolución. En un juego perverso, ambos bandos reafirman sus posturas y se fortalecen internamente, al tiempo que pierden legitimidad social y degradan a las pocas instituciones que funcionan.

El nuevo plan de Guaidó incluye alentar nuevas deserciones militares mientras planea una huelga general, una medida cuya efectividad está en duda dada la merma en la movilización en las calles, con una economía destrozada y una población cansada, ocupada en sobrevivir el día a día y amedrentada por la represión, ahora más focalizada pero también más efectiva.

Además, la situación venezolana se ha transformado en un caso de “alta política internacional” como señaló el analista Juan Gabriel Tokatlian. China, Rusia y Estados Unidos se han involucrado activamente en el conflicto en las últimas horas, cada uno de acuerdo sus intereses, en medio del “juego de redistribución de poder” a nivel global, con el ascenso de China y el relativo declive estadounidense. China, el prestamista más importante de Maduro, “busca recuperar lo que invirtió en Venezuela”. El primer ministro ruso Vladimir Putin intenta “proyectar su influencia en América Latina y provocar a EE. UU.”, agregó Tokatlián, además de venderle a Caracas billones de dólares en armamentos. Por su parte, Washington desea limitar lo que considera indebida injerencia de Pekín y Moscú en un territorio que considera propio. Sin embargo, las acciones de Donald Trump fueron desafortunadas y contraproducentes.

En este marco, los países latinoamericanos, incluida Argentina, se han mostrado en favor de legitimar a Guaidó, promover la salida pacífica de Maduro y una transición democrática en Venezuela. Pero mantienen un fuerte nivel de retórica vacía e improvisación, que refleja el debilitamiento de los mecanismos de integración regional. Un dato alentador podría ser el encuentro entre el Grupo Lima, de gobiernos latinoamericanos, y el Grupo de Contacto, conformado por Uruguay, Bolivia y Costa Rica, más países europeos con más acceso al gobierno chavista.

La acelerada descomposición que vive Venezuela no da más tiempo, se necesitan acciones internacionales urgentes. Es claro que Maduro no sobrevivirá demasiado tiempo a las sanciones y los levantamientos periódicos y que la oposición, aún con el apoyo de EE. UU., no es capaz de quebrar el respaldo de los militares, los verdaderos sostenedores del régimen.

Un diálogo con propuestas y plazos concretos para llegar a elecciones libres, justas y trasparentes que generen una autoridad legítima, con una transición que dé garantías a los sectores dialoguistas de ambos bandos, parece ser una salida que evite un gigantesco derramamiento de sangre y el ahondamiento de la crisis humanitaria que ya ha hecho emigrar a más de tres millones de venezolanos y mantiene al resto en la hiperinflación, escasez de productos y servicios básicos y una violencia sin control en las calles.


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