Violencia, prensa y libertad de expresión

Los hechos ocurridos el 23 de marzo en las instalaciones del Diario Río Negro, donde un grupo de personas vandalizaron el ingreso al edificio central y agredieron a personal de la empresa (entre ellos un periodista), representa un hecho aberrante, horas antes de un nuevo aniversario del golpe del Estado ocurrido el 24 de Mazo de 1976.

Seguramente las personas que protagonizaron esa agresión desconocen el rol que el diario cumplió durante la noche más sangrienta de la historia argentina. La posición histórica en torno a la defensa de los derechos humanos, la denuncia de los abusos y el no encuadramiento en “la teoría de los dos demonios“ ha sido constante durante los últimos 45 años.

Esa posición no puede olvidarse, sencillamente porque la absoluta mayoría de la prensa comercial de aquellos años omitía los crímenes de Estado o simplemente apoyaba francamente la dictadura cívico-militar.

Desde hace más de 20 años colaboro con opiniones diversas en este diario, incluso puedo disentir en distintas etapas con su línea editorial, pero nunca fueron censuradas, limitadas o desviados mis pareces y mis ideas. Eso no es poco.

Si bien la prensa no es la opinión pública, y por cierto crea subjetividad, también evidencia una ideología, y ello importa la defensa de interese. Cada medio representa los intereses de la ideología que conduce su línea editorial. Esto es natural, hace a las diferencias y a la libertad de opinión, que es la manifestación del derecho constitucional a la libertad de expresión y la publicación de ideas sin censura previa.

Las tensiones en la lucha de intereses han llevado a que la prensa a través de grandes conglomerados mediáticos, nacionales y extranjeros, asuma un rol corporativo ( me refiero a la corporación empresaria ) representando los intereses de las élites más poderosas , que a través de “operaciones” diversas intentan debilitar y destruir gobiernos, políticos o empresas que no se encuadran en los intereses de aquellos .

Este fenómeno sucede en una buena parte del mundo y aquel rol impoluto, independiente y republicano que Occidente supo representar bajo la histórica idea de “la prensa libre” hoy es pasado, porque ha dejado de existir.

Por cierto siempre hay excepciones, pero también por cierto éstas no son los grandes medios de comunicación, hoy vinculados a grupos empresarios diversificados que apuntalan su propia agenda política, económica y geopolítica.

La agresión al Diario Río Negro y a sus trabajadores, en torno a la cobertura periodística de un hecho público de características repudiables que involucra a un dirigente gremial –con responsabilidades agravadas dada la representación que ostenta– es una de las manifestación más de la violencia política que evidencia actualmente la Argentina .

A ella precisamente nos referimos en nuestra columna del día 19/2/2021 (“Violencia política en la Argentina actual” ); ahora se representa bajo una agrupación gremial integrante de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) que ha cumplido un rol de relevancia en la historia de nuestro país.

Esta central sindical desde hace tiempo viene integrando en sus filas agrupaciones gremiales o dirigentes –minoritarios en general- que a través del apriete patoteril presiona a Estados provinciales o municipales mediante una violencia infantil que solo produce destrucción del espacio y patrimonio público, luego padecido y reconstruido generalmente con recursos de los más necesitados.

Los que más tienen pueden prescindir de la escuela pública, de los puentes, los hospitales e incluso de una Municipalidad. Los más humildes, los comerciantes, los estudiantes o un empleado de un supermercado no.

No es posible que un dirigente gremial active “el uso de su militancia” para provocar hechos repudiables como los padecidos por el diario Río Negro a raíz de una cobertura periodística de corte policial.

La primera institución que debe actuar es la propia CTA, impugnando el uso público de su nombre, revalorizando social y políticamente su propia identidad e historia sindical. Lo demás es un hecho penal del cual se ocupará el poder judicial.

El Nunca Más, legado actual de la historia nacional, trasciende las fronteras de la desaparición, encarcelamiento y torturas de miles de argentinos, y se resignifica hoy en superar los discursos del odio y las conductas de violencia a través de los representantes de cualquier corriente política y social.

* Darío Tropeano. Abogado. Docente de la Facultad de Economía UNco.


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