El gaucho más tierno: Benja rescata corderitos abandonados y los cuida en el campo en Chubut

En Cholila, al pie de la cordillera de los Andes, transcurre esta historia que une a corderitos de cinco días de vida abandonados con Benja, el gaucho de 9 años que se los llevó a la casa para darles la mamadera y cuidarlos, y a su orgulloso padre.

Benja con Roberto y Federico, como bautizó a los dos corderitos recién nacidos en Cholila, al pie de la Cordillera de los Andes, noroeste de Chubut. Foto: Franco Guzmán

En estos días de pariciones en los campos de la Patagonia, suele ocurrir que algunas de las crías sean rechazadas por las madres primerizas. Esos corderitos quedan librados a su suerte, por eso los gauchos los rescatan cuando los encuentran y muchas veces le dan la mamadera para que crezcan. Es el caso de Benjamín, que en Cholila, al pie de la Cordillera de los Andes al noroeste de Chubut, rescató dos, los llevó a la casa y los bautizó Roberto y Federico. Con 9 años, pasaba unos días de visita en las tierras de sus abuelos, a donde llegó desde Esquel, para salir a recorrer esas hectáreas que tanto le gustan con su padre Franco Guzmán, que lo encontró haciéndole unos mimitos a sus nuevos amigos.

Benja con uno de los corderitos recién nacidos. Foto: Franco Guzmán,

«A él le tiran mucho los animales desde chiquito. Sale a cabalgar en el caballo manso del abuelo y es feliz acá. Es fanático de los perros, las gallinas… se trajo a los corderitos, se tira al pasto y se le suben, le caminan por arriba, le quieren chupar los dedos, piensan que es su mamá», cuenta Franco.

La hora de la mamadera

«Al primer rescatado lo abandonó su mama, cordera primeriza. Hay casos que nacen y ellas no los aceptan y los abandonan, si los encontrás a tiempo los traes y se crían guachos, sino se mueren o los matan los pájaros«, dice Franco.

«A última hora encontramos otro. Él se adueñó de los dos y los bautizó Roberto y Federico. Se transforman en mascotas, mueren de viejos en el campo, ni se comen ni se venden«, cuenta Franco, orgulloso de su hijo.

Benja de chiquito con Pancho, uno de los primeros corderitos que cuidó. Foto: Franco Guzmán.

La semana pasada nevó en la cordillera chubutense y los corderitos Roberto y Federico pasaron unos días encerraditos en el galpón hasta que pasara el frío extremo.

«Después, cuando crecen, andan en el patio como un perro, se autoperciben perros. Y Benja feliz de andar con ellos cada vez que viene a visitar a su abuelo», relata Franco.


Cuatro generaciones de gauchos en Cholila


A sus 91 años, don Ramón Guzmán sale con Corcho, su noble caballo criollo, como en los viejos tiempos en busca de sus animales en El Destino, el campo en Cholila en el que se afincó con su familia con apenas cuatro años en la década del ‘30.

Ahí, en plena cordillera de los Andes, aún hoy se llega después de cruzar el río Carrileufu en bote en este paraíso al noroeste de Chubut, como aquella primera vez que lo hicieron con unos dos mil ovinos y el sueño de encontrar un lugar en el mundo.

A comer, antes de las pariciones de la ovejas. Foto: Franco Guzmán.

Al final del día, después de una vida a puro esfuerzo, siempre hubo un plato de comida en la mesa y hoy son cuatro las generaciones que ponen el hombro y se reparten las tareas: su hijo Nobel, su nieto Franco y hasta su bisnieto Benjamín de 9 años cuando lo visita desde Esquel, a 145 km, dan una mano.

Fiel a la tradición de los arrieros, como buen jinete, Benja aprendió a silbar antes que a hablar. Anda en el caballo de su bisabuelo. «Se hizo inseparable de Corcho. Le pusimos así porque es cortito y gordito. Es noble, resistente, manso y tranquilo como buen caballo criollo. Es ideal para él», explica el papá, Franco.

«Es una alegría verlo a Benja cuando se junta con el abuelo. Uno tiene todo por aprender, todo por delante. El otro ya sabe todo, el físico ya no le da tanto, pero la mente le sobra», agrega.


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