Ruta 40 en otoño desde San Martín de los Andes: mágicos colores en un viaje inolvidable
Salí de casa en San Martín de los Andes con la idea de llegar hasta Villa La Angostura con un recorrido previsto de unos 100 kilómetros. El motivo era el otoño, tan espléndido con sus tonos ocres, rojos, anaranjados, fucsias y amarillos, con su cálido sol y el suave viento que invitaban a la contemplación y el disfrute plácido de estas épocas. El elemento vinculante, la mítica ruta nacional 40 que cruza el país de sur a norte y aquí conecta los Siete Lagos siempre mágica, imponente, con sus montañas de fondo de pantalla, sus bosques que acompañan a ambos lados de la traza por infinidad de kilómetros y su azul cielo que todo lo abraza.
Lago Lácar
Una vez hechos los primeros cuatro kilómetros desde la costanera de San Martín de los Andes hice la primera parada.
El fondo del lago Lacar obligaba a la primera de las fotos del día. Su superficie espejada, los rojos de los ñires, el amarillo de los robles, el fondo azul de sus montañas, todo cuadraba.
Unos kilómetros más adelante, las curvas y el contraluz eran mágicos, hasta que en un pequeño filo al ras de la ruta, aparecieron unos chivos y con el fondo del lago, un valle de encanto.
Segunda parada obligada: el paraje Pil Pil. iban apenas doce mil metros de asfalto y unos cuarenta minutos entre foto y foto, la idea de llegar antes del atardecer al fin del recorrido se estaba presentando como algo difícil de lograr.
Arroyo Partido
Unos diez minutos después, siempre por la ruta 40 hacia Villa La Angostura y ya a unos 20 kilómetros de San Martín de los Andes, llegué al Arroyo Partido, aun con nieve.
Es un arroyo de montaña que nace en el Cordón del Chapelco y que constituye un caso único en el mundo: tras pasar bajo el puente de la 40 da contra unas piedras y se divide.
Mientras el brazo izquierdo se convierte en el arroyo Culebra y va hacia el este rumbo al océano Atlántico, el brazo derecho, ya como arroyo Pil Pil busca el Pacífico, en ambos casos luego de un largo recorrido y fusiones con lagos y ríos.
Capilla vista desde la ruta
Las rectas de la 40 son profundas y siempre aparece en el fondo, algún coloso, cerros y montañas que le dan ese especial paisaje patagónico de inmensidad y distancias infinitas.
Saliendo del mirador del lago Machónico y a escasos minutos de andar aparece la estancia Lago Hermoso, un campo privado que tiene una capilla extraordinaria.
Se llama San Huberto y tiene una cúpula y un techo de tejuelas hechas con madera de raulí y una arquitectura que recuerda a las cúpulas de las iglesias rusas. Desde afuera, sin cruzar el alambrado, se puede observar bien. Está prohibida la entrada sin autorización.
Cascada Vullignanco
Luego, ya transcurridas dos horas de viaje y con cierta resignación de alcanzar el objetivo primario de llegar al lago Espejo Grande antes del atardecer, sigo el camino al encuentro de la espectacular cascada Vullignanco.
Se trata de un salto de agua de más de 20 metros con mirador propio para contemplar la panorámica del río Filuco abriéndose paso entre el bosque y las piedras., rodeado de un otoño furioso y con un caudal de intenso e indomable que se parte en las rocas. Está a unos 50 km de San Martín de los Andes.
Lago Falkner
Luego de esta parada obligada, llega la bajada al Falkner, una entrada al paraíso otoñal, en donde los cerros Falkner y Muela o Buque lo rodean en su esplendor de tonalidades.
El lago deja a la vista inmersa en un éxtasis de colores y texturas. Y a los oídos, sumergidos en sonidos naturales, que hasta el más apurado de los viajeros debe, por el honor de pasar por allí, detenerse un rato a disfrutar.
Tomé mi termo y preparé café, ya eran las 18:50, se venía el atardecer. Feliz por la posibilidad de estar allí en ese instante, me dediqué a disfrutar y registrar desde mi punto de vista la maravillosa Patagonia y su ruta 40 en otoño. Para la próxima salida quedará llegar antes del atardecer al lago Espejo, en Villa la Angostura.
Estrellas fugaces, la Vía Láctea y hasta los satélites de Elon Musk
Restaba un cierre a la altura de este gran día: la tarde de otoño se hizo noche como solo puede ocurrir en el cielo puro de la Patagonia. Ahí estaban las estrellas, la Vía Láctea y hasta la procesión de satélites de Elon Musk.
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