Walleechu, el algarrobo

Soportan suelos salinos, calor, aridez y frío extremos.

Algarrobo (presumiblemente un caldén) en la plaza San Martín de Roca, donde pasa inadvertido por muchos vecinos.

En nuestra región existe una notoria falta de información sobre especies arbóreas que pueden prosperar en ambientes áridos y fríos como los nuestros. Esto incluye a los algarrobos, de los que en Mendoza han desarrollado especies que soportan las bajas temperaturas de la precordillera. Con la esperanza de que esta serie de notas sean motivadoras del interés de técnicos de municipios de nuestra región, me voy a basar en una nota aparecida en Vida Silvestre en 1995 y un extenso documento de la FAO del año 2000 (*).

El nombre de “algarrobo” (familia Prosopis) deriva del algarrobo europeo (Ceratonia siliqua). En guaraní lo llaman ibopé-pará (“árbol puesto en el camino para comer”) y en quechua “yaná tacú” (“árbol de la providencia”). Es un árbol distintivo de nuestro país que fue descrito por Darwin en su recorrido desde Patagones hacia el río Colorado. Los aborígenes le ofrendaban obsequios a “Walleechu”, como nexo entre lo mágico y lo terrenal. Darwin creía que Walleechu era un dios de los aborígenes, pero según Olascoaga se trataba de un caldén, habitante de ambientes donde se funden el paisaje semiárido y el árido y era conocido por los gauchos como “árbol del gualicho.

De las aproximadamente 44 especies de Prosopis que crecen en el mundo, más del 60% está representado en Argentina y por introducciones se han naturalizado y extendido ampliamente, por ejemplo, en el Chad, Hawai, Senegal, Paquistán e India. Dos especies se destacan en la Argentina, el algarrobo negro (Prosopis nigra) y el blanco (Prosopis alba). El negro es bastante espinoso con copa en forma de paraguas y el blanco es de copa más globosa y desarrolla escasas espinas. En nuestra región, sólo he detectado dos ejemplares en Roca, uno en vereda y otro en la plaza San Martín, con identificación dudosa.

Ambos enriquecen suelos degradados por uso intensivo, al aportar entre 100 a 400 kilos de nitrógeno por hectárea mediante bacterias fijadoras del nitrógeno del aire en sus raíces.

Lo que entorpece muchísimo su identificación, es la enorme facilidad de cruzarse naturalmente por medio del viento o de insectos polinizadores, por lo que no sólo es difícil identificarlos a simple vista sino además obtener semillas certificadas, salvo en establecimientos específicos. Por ese mismo motivo, su ámbito de distribución varía desde el Chaco con temperaturas semitropicales y lluvias abundantes hasta sitios desérticos con fuertes heladas, como es el desierto de Atacama, donde en el año 1985 fueron sembradas cerca de 1.800 hectáreas de Prosopis tamarugo y en el Perú en el desierto de Piura dos millones de hectáreas, con semillas pregerminadas arrojadas desde avión en los años 1997 a 1998, aprovechando el fenómeno del “Niño”.

Feliz Año Nuevo

Les deseo a todos un feliz y próspero 2014, con salud, amor y platita.

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(*) “El género Prosopis en América latina y el Caribe”, 225 págs http://www.fao.org/docrep/006/ad314s/AD314S01.htm

Aspecto primaveral de “algarrobo negro” traído desde San Juan .

Teodorico Hildebrandt

eljardin@rionegro.com.ar

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