Hortalizas, flores y frutas en un multivarietal de una bodega patagónica

Hortalizas, flores y frutas en un multivarietal de una bodega patagónica

Uno de los mejores multivarietales patagónicos alimenta la certeza de que el tiempo en los vinos es un valor agregado inconmensurable.

Universo. Para mi uno de los mejores vinos de la bodega Malma. La mano de Sergio Pomar, enólogo responsable en su momento ha dejado huella sin lugar a dudas.

Malbec, cabernet sauvignon y petit verdot. Como una huerta repleta de hortalizas, flores y frutas. Como un muestrario de aromas y registros que enaltecen un caldito que mientras más longevo lo encuentres quizá más directa sea la forma de entender la idea.

Un vino que tiene a la madera como actriz principal por sus 15 meses de barrica de roble francés pero que quizá si lo agarran con un par de años encima ese equilibrio sea de lo más balanceado. Como un péndulo perfecto o una hamaca que no se detiene jamás.

De lo mejor de la parcela, sobre todo por la maduración que se le siente al caldo, por esos días, por esas noches, llenas de viento, sol y luna. La quietud de lo profundo, la temperatura que besa y quita los labios de encima. La vida misma de los viñedos al sur del mundo.

Un 65% de malbec le aporta un espíritu frutal maravilloso que choca con lo especiado del cabernet y lo balsámico de la verdot. Un vino para sentarse a tomarlo. Paliativo para recauchutar el alma volcada en los rincones de la semana.

Un paseo de eucaliptos y fruta negra, algo de choco y un dejo vegetal que desaparece en la primera de cambio. Todo eso es este universo.

Yo lo decanté, pero no es necesario. Me gusta el ejercicio y el sonido cayendo por las paredes de vidrio del botellón de boca ancha y cuerpo culón y sobre todo la tormenta de frutillas que emerge desde el fondo del asunto.

Bodega Malma tiene cosas maravillosas en su portfolio. Solo hay que tirar del hilito y abrirlo todo.