Caso Muñoz: el misterio del libro de la comisaría 42

Caso Muñoz: el misterio del libro de la comisaría 42

El oficial ayudante de la Policía de Río Negro Lucas Muñoz trabajaba desde octubre pasado en la comisaría 42, ubicada en el barrio 2 de Abril. Allí, lo asignaron tras su arribo a esta ciudad. Esa unidad policial cubre una extensa área de complejo entramado social, donde viven alrededor de 30 mil personas, según estimaciones de la Unidad Regional Tercera. Allí, las carencias se perciben a simple vista.

Los movimientos del personal de la comisaría 42 quedan registrados en el libro de novedades como ocurre en cada unidad policial. Sin embargo, se detectó pocos días después de que comenzara la investigación por la desaparición de Muñoz, que ese libro había sido adulterado.

El contenido de las hojas faltantes, correspondientes al 16 de julio pasado, sigue siendo un misterio para los investigadores. Tampoco se sabe por qué hicieron desaparecer esas hojas.

Esa irregularidad alimentó las sospechas de que hubo una intervención policial para obstaculizar la búsqueda de Muñoz, que había desaparecido el 14 de julio último. También, el allanamiento ilegal en el domicilio del oficial ayudante y la compra de una línea de celular en Catriel, a más de 500 kilómetros, a nombre del policía desaparecido sin autorización judicial y a espaldas de los investigadores.

El cuerpo sin vida del policía apareció el 10 de agosto pasado, con un tiro en la nuca y en la pantorrilla derecha, en un descampado a menos de 2 kilómetros de la comisaría 42.

Fuentes con acceso a la investigación indicaron a “Río Negro” que se comprobó que “quince hojas originales habían sido arrancadas” del libro de novedades de la comisaría 42 y se le había agregado siete. “Desde la hoja sesenta y seis hasta la ochenta fueron arrancadas”, explicaron.

El fiscal Guillermo Lista, que investigó el presunto entorpecimiento policial en la búsqueda de Muñoz, imputó al comisario Jorge Elizondo por los delitos de adulteración, sustracción y destrucción del libro de novedades de la comisaría 42. Elizondo, según la acusación fiscal, estaba a cargo de la comisaría 42 y rubricó con su firma el libro sin advertir las irregularidades. No avisó de esa anomalía a sus superiores ni a los fiscales ni al juez que por esos días buscaban a Muñoz.

Elizondo compareció el martes ante el juez Bernardo Campana para la indagatoria, pero ejerció su derecho de abstenerse de declarar. Las policías Dana Ortíz, Analía Namuncurá y María Mol, que cumplían funciones en la comisaría 42, fueron indagadas el mismo día, porque están acusadas de los mismos delitos.

Las fuentes consultadas informaron que Ortíz y Namuncurá declararon, pero no aportaron datos sobre las anotaciones que había en las hojas arrancadas. Mol se abstuvo. Y otros policías de la comisaría 42, que declararon en la causa, no aportaron ningún dato relevante.

En el primer allanamiento que se hizo en la comisaría 42 a finales de julio último por orden de Campana, personal de la PSA secuestró el libro. La peritación arrojó que arrancaron desde la página 66 hasta la 80. Después, alguien añadió 7 hojas, entre la 66 y 72, que no coinciden con las originales y cerraron el libro con esa cantidad de fojas. El libro, en realidad, es un cuardenillo con espiral, que tiene todas las hojas visadas. Por eso, pudieron agregar fojas.

Una alta fuente policial explicó que el libro de parte diario se habilita como registro de los movimientos del personal de cada unidad policial. Allí, se asienta, por ejemplo, el ingreso y egreso del personal, las recorridas que se hacen, los llamados que se reciben y denuncias. Es un documento público.

La fuente admitió que a veces puede faltar una hoja que se arrancó por un error o desconocimiento, pero el jefe de la unidad tiene que subsanarlo. Reconoció que no es normal que se arranquen 15 hojas. “Quince es mucho”, aseguró. Dijo que en la escuela de Policía se enseña a los aspirantes a llevar adelante los registros y cómo subsanar o enmendar los posibles errores.