Amor virtual

Redacción

Por Redacción

El amor es un cuento chino. La idea surgió en Asia hace 1500 años y llegó a Europa, importada por los comerciantes árabes, en el siglo XII. Aunque las traducciones modernas de los textos grecorromanos usan la palabra “amor” para experiencias que hoy nos suenan parecidas a eso, la Antigüedad occidental no conoció esa experiencia. Para los griegos y romanos algo parecido a lo que hoy llamamos “amor” se consideraba una extraña y grave forma de locura.

Cuando el amor llegó a Europa en el siglo XII logró encarnar en unas pocas cortes medievales, las más prósperas, como las del sur de Francia y el norte de Italia.

En esas regiones los poetas comenzaron a cantar las relaciones románticas entre un varón y una mujer que no podían casarse, pero que enloquecían uno por el otro (el amor apasionado cantó, desde el comienzo, la imposibilidad de una larga vida en conjunto).

Así nació el “nuevo estilo” literario y de allí surgió lo mejor de lo que hoy conocemos como literatura europea: de Petrarca a Dante y de los amores imposibles de Tristán e Isolda a la tragedia de Romeo y Julieta.

El amor es una construcción social que durante siglos estuvo reservada a los juegos de seducción de una clase social pequeña, y que fue casi desconocida por el 99% de la humanidad.

Recién en el siglo XVIII el amor comienza a difundirse cuando los jóvenes burgueses de la Revolución Industrial lo toman como su sentimiento fundamental: viven por él, matan por él y hasta se suicidan por él.

El siglo XIX popularizó el amor apasionado: hasta los pobres quisieron enamorarse. En la segunda mitad del siglo XX el amor se masifica y, a la vez, entra en crisis (y en esa crisis aún vivimos).

Hasta hace 20 años la única forma posible de conocer a la persona adecuada (para el amor) era buscar una relación dentro del ámbito de nuestros conocidos (o de los conocidos de nuestros conocidos).

Salvo excepciones, los matrimonios o las parejas más o menos estables se concretaban dentro del mismo círculo social o en su periferia.

Eran excepcionales los contactos eróticos-amorosos con personas muy alejadas socialmente. Eso recién se hizo más fácil de concretar a partir de mediados del siglo XX y sólo en las grandes ciudades.

A partir de la aparición de internet también la forma en la que la gente se contacta eróticamente y trata de conformar una relación más estable ha cambiado radicalmente. Hoy, gran parte de los heterosexuales menores de 30 de la clase media occidental se conectan fundamentalmente a través de alguna aplicación online: desde Facebook a Snapchat, pero esencialmente a través de apps de citas, como Tinder o Happn.

Entre los homosexuales la búsqueda de contactos sexuales se realiza mayoritariamente a través de apps (en especial, de Grindr).

Esta forma virtual de “conocerse” está cambiando también la forma de relacionarse, la duración y la diversidad sociocultural de las parejas. Como Tinder se creó hace apenas 5 años, aún es muy temprano para sacar conclusiones tajantes, pero ya hay algunos estudios importantes (como el que realizaron Josue Ortega –Universidad de Essex– y Philipp Hergovich –University of Viena–) sobre las consecuencias que están teniendo las citas virtuales en la conformación de las parejas.

Ortega y Hergovich encontraron que las parejas conformadas en Tinder son racialmente más heterogéneas que las que se conforman en los ámbitos tradicionales (clubes, universidades, bares, reuniones de amigos).

También (y esto llamó al principio la atención de los investigadores) que las parejas nacidas virtualmente suelen durar más que las que surgieron de citas pactadas en ámbitos tradicionales.

El estudio supone que esto quizá se deba a que las “parejas virtuales” ya han accedido a más información previa antes de la primera cita que las tradicionales.

Cuando incorporamos una nueva forma de actuar olvidamos que esa forma requirió un aprendizaje y que antes teníamos otra (por ejemplo, ahora cobramos los sueldos por depósito bancario y antes nos daban el dinero en la mano, en un cheque o dentro de un sobre).

Así, los que tienen entre 30 y 50 años y recurren habitualmente a Tinder o Happn han olvidado que hasta hace poco sus citas eran presentadas por amigos en común.

No sabemos qué consecuencias tendrá a largo plazo que la gente se conozca online antes de verse en persona, pero lo cierto es que ya eso está permitiendo que gente más lejana que nunca (tanto en el aspecto geográfico como social y racial) entre en contacto. Ese cambio está impulsando una mayor diversidad.

Es el primer resultado visible del uso de una aplicación que funciona en apenas unas decenas de millones de celulares. Pero no es un cambio insignificante.

Todo lo virtual implica transformaciones enormes, exponenciales. Hasta en la vieja idea de amor.

No sabemos los efectos a largo plazo de que la gente se conozca online antes que en persona, pero eso permite que gente muy lejana entre en contacto. Ese cambio impulsa una mayor diversidad.

Datos

No sabemos los efectos a largo plazo de que la gente se conozca online antes que en persona, pero eso permite que gente muy lejana entre en contacto. Ese cambio impulsa una mayor diversidad.

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