La peña: El pollo, la torta, las papas, a medio camino
Datos
- Un pollo a medio cocinar, papas bastante duras o el queso sin derretir eran ejemplos casi corrientes en casa. Cuando se terminaba se terminaba y listo, sin importar si la cocción estaba en el punto justo. Había que salir volando y buscar otra, pero además contar con una cuota de suerte y llegar al proveedor antes de que cerrara.
- Si estaba cerrado la espera era hasta las cinco de la tarde, o hasta las seis, cuando se terminara la siesta. Es que las siestas en el norte se sabe cuándo empiezan pero no cuándo terminan.
- Lo padecimos por años, nunca hubo más que dos opciones para cocinar: gas en garrafa o leña.
- El gas caro siempre fue parte de nuestro escenario, porque los gasoductos no formaban parte del paisaje local, ni siquiera estaban en planes.
- Era cómico, porque los más pudientes tenían dos garrafas, una en uso y otra de repuesto, pero la mayoría de la gente contaba sólo con una y había que calcular que no se terminara en plena cocción.
- Era un clásico la frase “no usen el horno en estos días porque el gas se va a terminar”. Levantaban la garrafa y por su peso advertían si estaba en condiciones de afrontar una comida.
- Pero a veces esos cálculos caseros fallaban y las tortas quedaban a medio camino. Era inevitable abrir el horno y sentir decepción. La torta semicocida se redujo a la mitad. Parecía una gran lomada.
- Y la interminable ola de lamentos se extendía hasta que llegaba la garrafa nueva, no sin antes culpar al proveedor diciendo “la garrafa no duró lo que siempre dura, se nota que traen menos gas”, como si en la mente de la ama de casa estuvieran registradas todas y cada una de las comidas que salieron de ese gas.
- Pero acá estamos, sin más sobresaltos que esos, el haber andado muchas veces a las corridas para un almuerzo demorado. Nos hicimos más exigentes, y tal vez si nos pasara hoy pondríamos el grito en el cielo por un pollo a medio camino.
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