Alberto Soler, un mecánico general de la vieja estirpe

Cada 24 de febrero se celebra el Día del Mecánico. Lo instauró en 1947 la Secretaría de Trabajo y Previsión de la Nación, por pedido del secretario general de Smata, Adolfo García.

A pesar de la alta tecnología de los automóviles de hoy en día, los mecánicos siempre son indispensables cuando el auto necesita de una atención rápida y casi al instante. Esto último suele ser complicado, porque muchas veces encontrar un turno suele ser tarea ardua. “Vení la semana próxima… estoy tapado de laburo…”, es la respuesta casi lógica que uno escucha cuando va al taller buscando una solución.

Y hoy, en el Día del Mecánico, los muchachos del mameluco o guardapolvo azul plagado de manchones de grasa y aceite siguen siendo muy requeridos. “Río Negro” dialogó con Alberto Soler, un roquense que está ligado a los motores desde 1956, cuando a los 12 años ya sentía ese amor por los fierros.

“Siempre me gustaron los autos… y un día pasé por el taller de don Luis Bartorelli, entré le pedí trabajo y me lo dio. Primero estuve un par de años lavando repuestos, haciendo algún mandado, pero luego don Luis, una gran persona y muy buen profesional, me enseñó las primeras cosas para reparar un motor”, reseñó Alberto con algo de nostalgia.

Desde ese tiempo siempre su vida estuvo ligada a estar metido bajo el capó o debajo de un auto para saber qué es lo que tenía para solucionarle el problema al cliente. “Estar en esta profesión me permitió ser muy responsable con el trabajo. Siempre traté de estar al tanto de las últimas novedades. Los autos iban cambiando en la calidad de los motores, así que hice cursos que me permitían estar con los últimos adelantos”.

Soler comentó que tras su “aprendizaje” con su maestro Bartorelli, pasó por varias agencias de automóviles a cargo o no de la sección taller. “El primer trabajo en una concesionaria fue en lo de Vasallo; luego pasé por Sur Automotores y posteriormente por Centro Automotor, siempre en Roca. En ellas aprendí mucho y a manejarme en un taller. Fue una gran enseñanza que me permitió luego largarme solo”.

Eso fue allá por 1984 cuando decidió que era el tiempo de tener su propio taller. Lo armó en el fondo de su casa. Allí estuvo muchos años hasta que decidió que necesitaba algo más grande. Ese lugar lo encontró en la calle Posadas, casi La Plata. Y hoy ya jubilado, aunque no piensa en el retiro, a los 74 años sigue siendo Soler, el mecánico. En ese lugar no solo se dedica a los motores, sino que tiene un espacio donde también atiende su pasatiempo preferido.

Esa otra pasión es la quinta. En un cuadrado de tierra tiene de todo tipo de verduras y como él dice: “Es un cable a tierra. Una vez que cumplo con mi horario me dedico a mis verduras. Suelo tener buena cosecha de tomates, lechuga, rúcula, zapallito, entre otros productos”.

Pero Alberto también suele compartir su tiempo con la pesca, su otra pasión. “Ahora no salgo mucho, pero cuando puedo me largo y despunto el vicio”.

Preguntarle sobre anécdotas o hechos que lo marcaron en sus 62 años como mecánico es algo casi ilógico. “Es que son tantas que ya son parte de mi trabajo. Son varias, pero fueron cosas del oficio. Algunas solucionables y otras, bueno, a empezar de nuevo”.

Alberto siembre dice lo mismo: “mecánica y sigo solo”. Tuvo dos hijas que eligieron otra profesión por lógica y su gran compañera a lo largo de estos años es Estela, su esposa, quien en la época del taller en casa era quien compartía sus momentos con unos buenos mates y una agradable charla.

Pero la pregunta obligada pasa por si para esta época de la alta tecnología automotriz cambió algo la vida en el taller. “No, la mecánica siempre es la misma. Salvo que hay algunos motores que vienen computarizados, ahí si es trabajo de los especialistas, pero el resto no ha cambiado. Yo no utilizo el scanner para los motores. Eso es parte de otro estilo de trabajo. Pero poner a punto un auto o cambiar algún repuesto es casi lo mismo. Eso sí, se debe hacer siempre con profesionalidad. El cliente siempre se tiene que ir contento y confiado que se hizo un buen trabajo en el auto”.

Y así debe ser. Quienes conocen a Alberto Soler saben que él siempre entrega trabajos confiables. Porque cuando empezó a los 12 años ya don Luis le enseñó que el cliente vuelve si el trabajo siempre fue el mejor. Hoy a los 74 años no piensa en el retiro. Sigue tan apasionado como siempre de estar frente a frente a un motor y saber qué le pasa. La vida y su entrega por su trabajo lo premió para que la gente siga confiándole su auto cuando algo anda mal.

Ser mecánico por 62 años no es poca cosa. Alberto Soler lo logró porque lo tomó con responsabilidad y hoy lo disfruta como el primer día.

Datos

Ser mecánico por 62 años no es poca cosa. Alberto Soler lo logró porque lo tomó con responsabilidad y hoy lo disfruta como el primer día.

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