Redacción

Por Redacción

Cuando la ven elevarse en el muro del comedero, las cabras se someten a su poder: agachan la cabeza y mastican rápido, obedientes.

La rutina se repite todos los días en el criadero de cabras, pegado a la ciudad salteña de Cafayate. Un sitio de visita obligada para quienes pasean por el norte del país.

Allí, en la tierra del vino torrontés, se elaboran también sabrosos quesos de gusto suave.

Cada vez que alguno de los empleados del criadero-quesería vuelca el orujo para alimentar a los rebaños, la gallina se trepa al muro.

Blanca como las cabras, pero con un gesto de mando que ninguna iguala, la gallina parece vigilar el comportamiento del rebaño.

Y desde el borde del comedero, en pose de vigilante, controla la escena y de tanto en tanto picotea algo.

En ese ámbito, sinduda, ella es el jefe.

Jose Denino


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