70 años de Charly García: una historia de la música

Nacido el 23 de octubre de 1951 en el barrio porteño de Caballito, su vida resume el devenir de la música popular argentina de las últimas cinco décadas.

«El maestro tiene una cuerda desafinada”.  

– “A ver, ¿qué es lo que dice el chango?”, preguntó Eduardo Falú al escucharlo hablar.  

– “Nada Eduardo. Le pareció que había una cuerda desafinada”, respondió Carmen, avergonzada.  

– “¿Sí? ¿Cuál es?”, consultó el maestro.  

– “Ésta”, le respondió Carlitos señalando la quinta cuerda.  

El maestro hace vibrar el La y comprueba que, efectivamente, está desafinada. Así todos descubren que Carlitos tenía oído absoluto, una capacidad con la que nace solamente una persona entre cada millón.  

Carlitos es Charly García, Carmen es su madre y la escena, citada por el periodista Sergio Marchi en su libro “No digas nada: una biografía de Charly García”, sucede durante un show folclórico al que el niño Carlitos tenía acceso, ya que su madre era productora de Folclorísimo, un programa radial de gran audiencia de fines de los ‘50.  

Nacido el 23 de octubre de 1951, hace exactamente 70 años, Carlos Alberto García Moreno hijo de Carlos Jaime García Lange y Carmen Moreno, conoció la música clásica antes que cualquier otra música.  

Cuando aún no había cumplido los tres años, sus padres le regalaron a Carlitos un pianito de juguete al que no tardó en sacarle música. Sorprendidos, Carlos Jaime y Carmen decidieron mandarlo a clases de piano luego de comprobar en un piano de verdad, el de un vecino, por cierto, que el niño sabía lo que hacía sin saber aun lo que hacía: música.  

Carlitos comenzó sus estudios de música en el Conservatorio Thibaud Piazzini en el año 1956 con la profesora Julieta Sandoval. Allí descolló interpretando a Chopin, su clásico favorito. También Bach, pero Chopin sobre todas las cosas.  

A los 12 años ya se había recibido de profesor de teoría y solfeo cuando le sucedió lo que a muchos chicos de su tiempo: conoció a Los Beatles. “Cuando los escuché me volví loco: pensaba que era música marciana. Música clásica de Marte. Enseguida comprendí el mensaje: ‘tocamos nuestros instrumentos, hacemos nuestras canciones y somos jóvenes’. Para mi época y mi formación, eso era muy raro. No se suponía que los jóvenes hicieran canciones y cantaran. Lo primero que escuché de ellos fue ‘There’s a place’. Me di cuenta de lo que pasaba con las cuartas y un par de cosas interesantes más. Y ahí, ¡kaboooom!, acabó mi carrera de músico clásico”, dice Charly en el libro de Sergio Marchi.  

Charly solía decir que desconfiaba de toda persona a la que no le gustaran Los Beatles. Más allá de la ocurrencia, que algo de verdad tenía, su música  siempre estuvo atravesada por la de la banda de Liverpool. Ya sea en la armonía, el ritmo como en los arreglos vocales, tal como sucedió en La Máquina de Hacer Pájaros, pero sobre todo en Serú Girán.  

Cofundador junto a Nito Mestre de Sui Géneris, un dúo que se nutría de diversos músicos para completar su formación, fue el grupo que le abrió las puertas del rock a los adolescentes, a los estudiantes secundarios, una franja etaria que aún no tenía quién le cantara sobre sus miedos y deseos.  

Sui Géneris surgió en el Instituto Social Militar “Dr. Dámaso Centeno”, de Caballito, donde Charlie –porque así era entonces, con e- y otro Carlos Alberto, pero Mestre, eran alumnos. Charlie era parte de  To Walk Spanish y Nito, de The Century Indignation. De la fusión de ambos grupos nació Sui Géneris, influenciada por el estilo eléctrico y psicodélico inspirado en Vanilla Fudge y Procol Harum y por la música de Cat Stevens.   

Con tres discos editados entre 1972 y 1974, que dejaron gemas como “Canción para mi muerte”, “Rasguña las piedras”, “Lunes otra vez” y “Mr. Jones, o Pequeña semblanza de una familia tipo americana”, Charly –ahora sí con y- decidió irse de la banda lo cual significaba su disolución. Decepcionado por la recepción que había tenido “Pequeñas Anécdotas Sobre Las Instituciones”, su disco más político editado en 1974 y acechado por la censura y las fuerzas represivas que dominaba la escena política y social del país. Pero sobre todo porque el proyecto ya le quedaba chico. Charly sentía que su talento necesitaba otra cosa. Entonces, Porsuiguieco mediante, formó La Máquina de Hacer Pájaros, su etapa de rock progresivo y sinfónico. Sobre por qué había formado la banda, Charly una vez respondió “porque tenía los instrumentos para tocar eso”. Simple.   

Lo que siguió fue, es historia conocido e interpretada hasta la deformación. Con todo, Charly García es nuestro único rockstar en este lío. Un decálogo andante y sonante sobre como romper todo, literal y metafóricamente, y hacerlo con elegancia. Hoy, a sus 70 años, ya no es aquel irascible músico, pero al mismo tiempo sí lo es. Lo será siempre.   


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