A un mes de los incendios en la cordillera, desolación y tristeza en Golondrinas
Al noroeste de Chubut, en ese paraíso de la cordillera arrasado por las llamas, Sandra y sus hijas duermen en lo que quedó de su casa,entre paredes ennegrecidas por el humo y árboles carbonizados, sin agua ni electricidad. Texto y fotos de Ricardo Kleine Samson.
Detrás de un muro construido de tristeza, desolación e impotencia fusionadas con sus últimas lágrimas, Sandra logró abrir un pequeño agujero por el que, como una rendija, alcanzó a ver su casa entera por última vez antes de que el fuego que trae el viento desde aquella montaña convierta en cenizas el techo, los vidrios, las camas, las mantas, el baño, la ropa… y continuar, sin ningún tipo de consideración, con todo lo que alcanzaba, incluyendo todos los recuerdos que durante sus 60 años guardó prolijamente para dar fe de vida.

Fotos viejas y no tanto, cartas del ayer y de hoy, la mesa de mis padres… (¡¿te acordas primo…?!) recuerdos de todo tipo, borrosos, inclusive de su niñez allá en las playas de Monte Hermoso. A las cosas que ahora son humo las consiguió con esfuerzo; a los recuerdos, con sonrisas, lágrimas, esperanzas y desesperanzas, sueños, alegrías y tristezas y millones de emociones.

Todo se esfumó y elevó en el mismo humo que produjo el fuego en los bosques de Golondrinas que rodeaba su casa para confundirse con el mismo aire que, en medio del estupor, las lágrimas y desolación, hoy debe llenarle los pulmones que oxigenen sus neuronas y sus manos para, a como se pueda, dejar los restos de su casa lo más parecido a lo que ayer fue su hogar y empezar nuevamente a juntar recuerdo tras recuerdo para seguir dando fe de vida con la esperanza de que, como las golondrinas, anuncien una nueva primavera.

“Eran las 4 y media de la tarde del martes 9 de marzo… por allá… por aquel lado empezó a explotar el bosque… explotaba por todos lados como si fueran bombas y las llamas devoraban todo… llamé a un amigo para buscar consuelo y preguntarle qué podía hacer y me dijo: “Juntá lo que puedas y andate…”
Huí…

Volví a las 12 y media de la noche, aun ardía el techo de casa mientras sentía caer las paredes de la de mi vecino y la de aquel y la de aquel y la de las casi 400 viviendas que lloraban de amargura como yo…Los árboles han quedado en pie carbonizados. Los pájaros, mariposas, insectos, gusanos y lombrices que sobrevivieron deambulan en su inexistente paraíso sin saber, como nosotros, qué hacer ni a dónde ir…

La contención que nos hemos dado entre los vecinos fue y es clave. Va para un mes y aun no tenemos ni agua ni energía eléctrica. Yo duermo con mis hijas en los restos de planta baja con los vidrios explotados y las paredes negras del humo…»

Una gran parte de Golondrinas es desolación y tristeza.
Para contactar a Sandra: 54 9 2944 61-1608
Detrás de un muro construido de tristeza, desolación e impotencia fusionadas con sus últimas lágrimas, Sandra logró abrir un pequeño agujero por el que, como una rendija, alcanzó a ver su casa entera por última vez antes de que el fuego que trae el viento desde aquella montaña convierta en cenizas el techo, los vidrios, las camas, las mantas, el baño, la ropa… y continuar, sin ningún tipo de consideración, con todo lo que alcanzaba, incluyendo todos los recuerdos que durante sus 60 años guardó prolijamente para dar fe de vida.
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