¿Adiós a las «villas miseria»?

Quién realmente no se conmueve al circular cerca de las «villas miseria» que abundan y crecen en nuestros centros urbanos? ¿Quién no haría un esfuerzo personal por conseguir que quienes allí viven tengan una alternativa digna a su disposición? ¿Quién no siente una profunda frustración cuando, año tras año, los gobiernos de turno lucen incapaces de resolver ese problema? ¿Quién no se preocupa por la insalubridad y el hacinamiento de nuestros semejantes? Pocos, creo.

Por esto una noticia que, de pronto, nos llega desde muy lejos merece ser destacada. E investigada, por cierto. Porque seguramente, si existiera una decisión política real de sobreponerse a los intereses creados (en lugar de usarlos) podría ayudarnos a crecer ordenadamente, morigerando al propio tiempo la exclusión y erradicando las villas miseria.

El gigantesco grupo industrial indio «Tata», que produce el automóvil más barato del mundo, el «Nano», acaba de anunciar que pretende repetir ese éxito pero ahora en el capítulo inmobiliario.

En efecto, venderá casas modestas en un rango impresionante de precios, que oscilarán entre los 8.200 dólares y los 20.000 dólares, dependiendo de su tamaño. De esta manera el sector privado demuestra que es capaz de hacer lo que no puede el sector público y, además, ganar dinero.

La India tiene unos 24 millones de personas viviendo en sus villas miseria. En Bombay, por ejemplo, la ciudad en la que residen muchos de los más ricos, el 60% de sus habitantes vive en villorrios. Allí está emplazado, por ejemplo, el llamado «Dharavi», un inmenso y paupérrimo caserío construido con chapas y otros materiales de descarte, como tantos. Pero a pocos kilómetros de Bombay se está terminando de construir, en la localidad de Boisar, el primer desarrollo de este tipo al que se ha bautizado «Casas auspiciosas». Tres mil viviendas, escuelas, un hospital, comercios y hasta un centro de recreación, con cines. El proyecto se completará en dos años. Tata ya tiene más del doble de pedidos que unidades están en construcción.

Tata tiene, incluso, un «modelo de negocios» conforme el cual se asocia con dueños de tierras y sólo les comienza a pagar por ellas cuando los ocupantes de las viviendas que se construyen inician sus pagos.

Dos periodistas del «Financial Times», Joe Leía y Varun Sood, aclaran que Tata no está sola. Hay en la India otra empresa, también privada, que construye en este momento tres barrios para personas de ingresos mínimos, dos de ellos en el corazón tecnológico de la India: en Bangalore y uno en Chennai. Cada vivienda se ofrece a unos 19.000 dólares, financiados. Los proyectos, que pueden completarse en tres años, dejan una utilidad del orden del 30%.

Se puede, entonces. Nuestras autoridades municipales tienen ahora la palabra. Valdría la pena que se acercaran a la experiencia india relatada y trataran de reproducirla. Podrían aprender lecciones bien valiosas. Es hora de intentarlo, para que así la pobreza y la exclusión dejen de ser, de una vez, un negocio político para algunos vivos.

EMILIO J. CÁRDENAS (*)

Especial para «Río Negro»

(*) Ex embajador argentino ante las Naciones Unidas.

EMILIO J. CÁRDENAS


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