Alberto y un relato que no ayuda a los acuerdos y le moja la oreja a Cristina

El populismo necesita contar con dos sustentos bien firmes: plata y relato. Quedó en claro que la “platita” para comprar esos votos no le dio el resultado esperado.

Para funcionar con cierta holgura y para conseguir votos, el populismo necesita contar con dos sustentos bien firmes: plata y relato. Tras las elecciones legislativas y a la luz de los porcentajes recogidos el último domingo por el Frente de Todos, que han dejado desairado al kirchnerismo más duro, a La Cámpora y en particular a Cristina Kirchner (pérdida del quórum propio en el Senado) ha quedado en claro que la “platita” para comprar esos votos no le ha dado al gobierno nacional el resultado esperado, ya que 67 por ciento de la ciudadanía en el país prefirió decirle que “no” al oficialismo. Entonces, al presidente Alberto Fernández sólo le ha quedado firme la pata del relato.


Fiel a sus mañas, esa misma noche quedó en claro que el oficialismo piensa usar la misma narrativa política hasta el final, mientras trata de recuperar lo perdido. Las dos alocuciones que pronunció el jefe del Estado han dado algunas pistas bien elocuentes al respecto. Aun si se considera que es él quien tiene que contener a los sectores perdedores de su coalición que todavía le pueden patear el hormiguero, es evidente que para el FdT, aunque haya baches flagrantes en su razonamiento económico sobre todo, el relato no se negocia.


El primero de esos discursos, oficial y expresado desde Olivos en su rol de presidente de todos los argentinos, lamentablemente resultó ambiguo en sus dos dimensiones. En materia de forma, hubiese sido mucho más plural y abarcativo si Fernández lo hubiese pronunciado apenas unos minutos después de cerrado el comicio como una ventana hacia el futuro, aporte que se diluyó cuando los resultados ya se conocían y sonó a necesidad de apagar el incendio obligado por los números.

Flagrante contradicción


Más allá del traspié comunicacional, habitual por otra parte en el Gobierno, para calibrar el fondo de la alocución hay dos o tres textuales que conviene repasar, algunos de muy flagrante contradicción, casi de esquizofrenia pura, ya que se invita al diálogo a la contraparte e inmediatamente se la condiciona diciéndole que es la culpable de todos los males. Malo para empezar.


Primero, con mucho realismo en función de los límites que imponen las diferencias, Fernández dijo que iba a hacer una convocatoria para acordar con “los representantes de la voluntad popular y las fuerzas políticas que representan una agenda tan compartida como sea posible”, pero inmediatamente después se dedicó a castigar al “gobierno que me precedió” por la toma del crédito con el Fondo Monetario Internacional y por sus consecuencias.


Ya se sabe que por dilatar y dilatar el arreglo con el organismo, el actual gobierno tiene cerrado el crédito internacional y que hoy se financia preferentemente en pesos con títulos bajo Ley local, con una presión impositiva extrema y con una carrada de emisión de billetes que fogonean la inflación, tema tabú para el Gobierno apenas tocado por Fernández.


De ese tramo de la alocución hay que hacer notar que al decir “como sea posible” el Presidente parece que se allana a lo que la oposición busca, es decir que el diálogo se dé en el ámbito natural de discusión entre fuerzas, el Congreso de la Nación y también a poner en discusión el modelo de país, sobre el que Fernández pasó letra aplicadamente (“ordenamiento del Estado, pero jamás a costa de un ajuste del gasto” y “demanda agregada impulsada por el Estado”).


En estos temas probablemente el “sueño” del peronismo esté en la vereda de enfrente de Juntos por el Cambio, pero lo razonable es discutir esos puntos de vista. Luego, llegaron las chicanas contra Mauricio Macri y su gobierno y se abarató del todo la discusión técnica: “No pueden darnos lecciones quienes no se hacen cargo de los daños que han causado”, tironeó Fernández, aunque esta frase bien podría tener como destinatario último al FMI. El relato no se abandona.


Otro tramo de relevancia de ese primer discurso estuvo dado por el anuncio del envío al Congreso, durante la primera semana de diciembre, de un proyecto de ley que explicite lo que el Presidente llamó “Programa económico plurianual para el desarrollo sustentable”, algo que era reclamado no sólo por el Fondo sino también, de manera primordial, por quienes producen e invierten en la Argentina.


Era casi imposible pensar que Martín Guzmán no tuviese una “hoja de ruta” fiscal, monetaria y cambiaria al menos dibujada a mano alzada cuando conversa con el Fondo, por lo cual no es improbable que las discusiones con el organismo estén en la recta final y avancen del todo cuando se obtenga el aval legislativo a eso que estará prohibido llamar “ajuste”. Se ha perdido demasiado tiempo escondiendo lo que el kirchnerismo más duro podía vetar.


“Ese programa contemplará los mejores entendimientos que nuestro gobierno haya alcanzado con el staff del FMI en las negociaciones que lidera nuestro ministro de Economía, Martín Guzmán, sin renunciar a los principios de crecimiento económico e inclusión social a los que me he referido previamente. Ésta es una decisión política que cuenta con el pleno aval del Frente de Todos”, dijo el presidente e inmediatamente después señaló que esa tarea encomendada a Guzmán (doble ratificación bien explícita) “ha sido el fruto del trabajo conjunto con la vicepresidenta de la Nación, el presidente de la Cámara de Diputados y mi gabinete de ministros y ministras”.


Más que el chisporroteo opositor, el gran temor del Fondo es el bombardeo interno contra las políticas de cierre del déficit y seguramente, por ese motivo, Fernández la embretó a Cristina.

La convocatoria a celebrar


En el segundo de los discursos, el presidente fue mucho más explícito a partir de una supuesta gaffe bastante evidente, ya que sorprendió a propios y extraños al agradecer el “esfuerzo inconmensurable” que hizo la militancia para recuperar votos cuando pidió que el miércoles “llenemos la Plaza de Mayo y celebremos este triunfo como corresponde”. ¿A qué triunfo se refirió Fernández? ¿Al que lo castigó en las urnas proporcionalmente menos que en las PASO, con valores que venían de 30 por ciento y que el domingo subieron a 33 o quizás al triunfazo sobre el kirchnerismo puro y duro que le vuelve a dar a él otra vida para encarar los dos años que le faltan mucho más liberado de la atadura vicepresidencial?


La clave estará en ver quiénes van a asistir al acto, más allá de sus sostenes actuales como la enflaquecida Liga de Gobernadores, los intendentes que se cargaron la campaña al hombro, sobre todo en el Conurbano bonaerense, la nueva CGT y las organizaciones sociales de Emilio Pérsico y el “Chino” Navarro.


Más que relato, en este caso, la mención del presidente se trató de una primereada interna que dejó más que pensativo a Máximo Kirchner y a La Cámpora, tema que nadie descarta que no tenga algún correlato si Cristina lo siente como una mojadura de oreja, reacciona con otra carta de las suyas y hace que una vez más el futuro se ponga en riesgo.


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