«Algunos rockeros son más creíbles que los políticos»

Esta noche, a las 22, Kapanga se presenta en Kímika, en Cipolletti. El "Mono" habla de política, de Charly García, y de las drogas. Defiende que la banda haya tocado en la asunción presidencial.

Yo cero de política. Sólo sé que soy peronista, pero de los de Perón». La conversación telefónica ya lleva más de una hora y pasó por diferentes estados de ánimo: sosiego, excitación, angustia, desenfado… Todo con mucha ironía. Una vez, un periodista lo trató de soberbio al «Mono» de Kapanga y el cantante le respondió con algunas frases coherentes, aderezadas con insultos varios. ¿Su mayor placer? Haberlo catalogado de «facho».

Estaban hablando de política en ese momento. El periodista intentaba hacerle entender que grupos como Kapanga y Bersuit representaban la parte residual del rock, la síntesis de la anemia cultural que se adhirió a la piel del país en el post menemismo. En síntesis: desde la óptica del cronista, Kapanga jamás hubiese trascendido en los '70, cuando el rock tenía un corte «más intelectual, político y sinfónico».

«Lo que pasa es que hay cierta parte del periodismo rockero que sigue pensando que lo popular es berreta. Para mí, fue una falta de respeto que el tipo me diga que somos una consecuencia de la degradación social del país. Me hizo cargo de eso, lo mandé a la mierda…».

Martín Fabio, el «Mono» de Kapanga, es uno de los personajes más entrañables del rock argentino. Su fama creció exponencialmente también gracias a la política. En 1996 Eduardo Duhalde, sentado en el sillón que ocupa actualmente Daniel Scioli, le puso un tope a la farra nocturna: a las 3 de la mañana todo el mundo tenía que estar en la cama. Entonces, ese laboratorio de la jarana que era Kapanga le dedicó al «Cabezón» el «Mono relojero», hoy convertido en un hit fiestero que en el estribillo explota con un «andate a dormir vos, yo quiero estar de la cabeza…».

A pocos meses de cumplir 40, Fabio suena más pragmático. También algo contradictorio, como cualquier mortal que deambula por la vida en busca de placer, pero no olvida de juntar el mango para comer. «La verdad es que no buscamos con la música cambiarle la vida a la gente, sólo intentamos que se diviertan un poco en un mundo donde todo es padecimiento», aclara.

-¿Vos creés que la música y sus efectos están sobrevalorados?

– Algunos creen todavía que pueden cambiar el sistema, hay bandas que se mueren con hacer ¡la revolución social! Nosotros cantamos contra la desocupación, pero no le podemos sacar el hambre a la gente, me entendés. Somos un escape para quienes nos escuchan y en ese sentido nos volvemos creíbles, porque siempre fuimos consecuentes. Algunos rockeros son más creíbles que todos los políticos juntos… Cómo se entiende eso.

-¿Y eso que decís no genera una presión extra para el artista?

-Para nada, la gente se identifica con nuestra forma de ver las cosas, ve que somos personas de un solo discurso. La única presión es llegar lo antes posible a casa a ver a mi hijo (Tobías, 6 años). La verdad es que no podés estar todo el tiempo pensando en los demás, somos rockeros, no hacemos milagros.

-Suena un poco descarnado…

-Pero es así, uno trata de hacer las cosas lo mejor posible, pero después aparece Tinelli con un culo de esos y todo se va al carajo, nadie se acuerda de nada más, te olvidás de todo. Y cómo no hacerlo (risas).

El «Mono» ríe con una broma que suena a patética

sentencia. O viceversa. Quizá sea cierto aquello que dice Rosa Montero, sobre que el humor «muchas veces contrarresta la estupidez de la misma importancia y es una de las mejores herramientas para conocer el mundo».

La banda (Miguel de Luna, Marcelo Spósito, Claudio Mafia, Mariano Arjones y Javier Manera) afina la maquinaria en la sala de ensayo-vivienda-oficina aguantadero instalada en la parte trasera de la casa paterna del «Balde» Spósito. En esta cueva de Don Bosco, en el amado partido de Quilmes, pasaron las últimas dos décadas. Ahora cabalgan en lo más alto de la ola y el nacimiento de «Crece» (se lanzó el 20 de septiembre) llegó con mucho trabajo abajo del brazo. Luego de una exitosa gira por México y de «alunizar» en el mítico estadio de boxeo, Kapanga descansa y espera para llegar a la zona.

«Crece» no es un disco convencional. Podría tratarse de la bisagra musical de un grupo que siempre gozó con su extraña alquimia de mezclar opuestos. «A nosotros nos gusta mucho el corte que le da nombre al disco, pero no es lo que espera la gente. Todos esperan el agite, el pogo infernal y ahora quizá vayamos en busca de otra cosa. Lo mejor es manejar el clima de los shows.

-¿Cuestión de madurez, de edad..?

-Puede ser madurez, crecimiento, sí es otra visión de la música. Hace ocho años, nadie hubiese aceptado un lento en Kapanga, porque Kapanga era todo caos. Ahora hay otro estilo: antes podíamos mezclar hard core con cuarteto, ahora las composiciones pueden salir más directas, más de fogón, para cantar con una guitarra criolla y comiendo asado.

-A los fans de la primera hora no les va a gustar…

-Puede ser, pero te digo que hace unos años hicimos un recital ante 8000 personas y pedimos que levanten la mano los que habían estado en el primer show de Kapanga; 10 manos se vieron. Al Luna Park no llegamos con gente de la primera hora, si no hubiésemos cambiado seguiríamos tocando para 200 personas.

Fabio es realmente divertido. Gracioso, extrovertido, aunque no se desvive por parecer encantador. Un tipo que disfruta de la vida, las giras, la familia, la marihuana y el éxito. Le suena increíble a Fabio recordar que ya fue a «una infinidad de recitales» con Tobías, sobre todo porque nunca lo hizo con su padre. Su primer pogo ocurrió durante una caliente noche de Los Violadores, décadas atrás, por eso le parece «impagable» que el debut de muchos pibes sea con Kapanga.

«Lo que pasa es que cambió la forma de consumir la música, hoy un pibe de 14 años lleva colgado del cuello 800, 900 canciones, más de lo que yo escuché en toda mi adolescencia. Hace un tiempo fue la cumbia, pero el rock nacional ha revivido y ahora está supermasificado. Los pibes vienen con otro chip…».

 

De drogas y de vicios

 

En TN, Charly García aparece boca abajo, maniatado como un animal rabioso, mientras un par de guardapolvos blancos lo suben a una ambulancia. El máximo ícono del rock vernáculo se ve en las últimas. Da pena. El «Mono» está viendo el mismo canal. Aunque ese fragil cuerpo envasa su ídolo, el «Mono» no está preocupado. «No te hagas tanto problema, Charly es inmune a todo», calma a este cronista.

-¿Te gustaría pasar la barrera de los 60 cantando, aunque sea en esas condiciones?

-No loco, así no. La idea es hacerlo más o menos cómo estoy ahora. Lo que pasa es que este ambiente te lleva a todos los vicios que te puedas imaginar, hay que ser conciente de todo lo que te rodea, más allá de que puedas perder la conciencia a veces…

-Igual, parece como que los rockeros «reventados» cada vez son menos.

-Cada uno vive las cosas a su manera, nosotros lo hacemos con conocimiento de causa. Nosotros somos más hippones que rockeros reventados. No tomo drogas, hace años que no tomo alcohol.

-Ni un buen vino…

-El vino es una droga peligrosa, yo te hablo con conocimiento de causa porque hace 15 años estuvo perdido. Ahora veo la vida de otra forma. Igual, te digo que algunos rockeros se hacen los sanos y en realidad ¡son unos loquitos bárbaros!

-Es que si el rock se vuelve aburrido, qué nos queda. Las mujeres es otro tema.

-De los mitos también se vive. Yo siempre apelo a la frase de cabecera del «Turco» García (ex futbolista): «Si no fuese por la música, yo hubiese muerto virgen».

Hace años que Kapanga es uno de los referentes en cuanto al pedido de despenalización de la marihuana. Fabio conoce los atributos de la planta al dedillo, al punto que ahora se enteró que con el cáñamo se hacen paneles para autos. «Es más resistente y liviano que la chapa. Esta planta es mágica desde hace 4 mil años. Yo le diría a la gente del campo que empiece a cultivarla, que se dejen de romper las pelotas, que nos caguemos un poco de risa…».

 

Números e historia:

 

Kapanga se creó en 1989 con el nombre de Kapanga y los Yacarés y seis años más tarde quedó la filiación actual. El primer disco, «A quince centímetros de la realidad», se grabó en 1998 y «Crece», que salió a la calle en septiembre pasado, es la séptima placa. Desde hace una década, el grupo de Quilmes ofrece entre 80 y 100 recitales anuales, hizo tres Obras Sanitarias en un año, un Luna Park y giró por toda América latina.

En la canción «El loco» hay un estribillo donde pide algo para comer; en ese momento, en el mítico estadio de box, los Kapanga lanzaron a su pueblo 3500 barras de cereales. Lo habían hecho en Obras, con 800 alfajores, en el Teatro con 1000 pizzetas y en Cemento con 800 sandwich de salame y queso. Hablando de comer, ya son unas 20 familias las que paran la olla dentro de la banda. «Lo del morfi se me ocurrió por aquella frase de Lennon, tirado en la cama junto a Yoko, cuando mira a los periodistas y le dice 'démosle de comer'», aclara el «Mono». Ah, Kapanga también tocó para el show que coronó, en una Plaza de Mayo colmada, el paso de mando de Kirchner a su mujer Cristina Fernández.

-Tu imagen cerca de los Kirchner no cuajaba del todo.

-Lo analizamos mucho, pero llegamos a la conclusión de que estaba el pueblo ahí, la verdad es que ni pensamos en Cristina. Fue un viaje, porque en el lugar donde estaba el camarín, en ese lugar o cerquita se escondió mí tía el día de los bombardeos. Ni en mis sueños hubiese esperado ese momento. No me arrepiento, yo soy peronista de Perón nada más. Basta carajo, ni nosotros ni nuestros bolsillos se arrepienten.

-¿Cuál es tu mayor ambición?

-Mirá, lo nuestro fue un proceso y siempre pensamos que íbamos a llegar a ser exitosos. Muchos decían que hacíamos canciones de verano, pero lo veranos pasan y nosotros seguimos tocando, no nos quedamos en una fórmula. Fuimos adelantados porque juntamos estilos impensados, porque cantamos con gente muy diferente, como la «Mona» Giménez, Ciro de Los Piojos, Mimi Maura, Adrián Dárgelos… Siempre unimos el agua con el aceite, hasta invitamos a Leo García, que terminó siendo más rockeros que muchos rockeros. Nuestra ambición era el Luna y ya lo cumplimos, era la consagración de gente que arrancó desde las inferiores. Ya estoy hecho, ahora a tocar hasta que dé el cuerpo.

-Y sí, aparte tu mujer mucho tiempo no te va a aguantar con este ritmo.

-No te creas, cuando estoy un par de días seguido me pide que me vaya de gira. Entonces me digo, siempre hay que estar a 15 centímetros de la realidad, como en el primer disco, viste.

 

SEBASTIÁN BUSADER

sbusader@rionegro.com.ar


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