Apandi: un gran reflejo de la solidaridad de los reginenses

La Asociación de Padres y Amigos del Niño Discapacitado festejó sus 38 años. Capacitan y brindan contención a través de talleres y espacio para pernoctar y alimentarse. “Vienen muchos chicos que estaban sin hacer nada en sus casas”, explican.

Dar contención y formación laboral a personas con discapacidad fue la idea que dio nacimiento a una institución que es un emblema reginense: el taller Apandi (Asociación de Padres y Amigos del Niño Discapacitado). El 3 de agosto festejó sus 38 años, aunque son algunos más los años de vida como institución.

Sus logros están a la vista: el aserradero en el que fabrican jaulas para el embalado de fruta. Allí dan contención a un grupo de 20 personas que presentan distintos niveles de discapacidad.

Apandi brinda su espacio para la recreación, pernocte y alimentación de aquellos que no pueden retornar a diario a sus casas o carecen de recursos.

En 1980 se inauguraron los primeros talleres. Un año antes se había colocado la piedra fundamenta de la sede, pero la idea primaria se remonta a 1977.

La vida y crecimiento de Apandi está marcada por el empuje de José Fuertes, impulsor de la idea y motor del funcionamiento desde su rol de director.

“Con Apandi empecé en 1979. En ese momento se hizo el estatuto, luego había que edificar pero no había un peso. Se me ocurrió pedirle a Duberti –interventor del Municipio de Villa Regina en aquellos años– un terreno en el Parque Industrial” señaló José Fuertes, ya que la idea primaria era establecer una industria de fabricación de bolsas plásticas, a través de la cual se diera formación laboral y contención a las personas con discapacidad.

Mucho esfuerzo se hizo para levantar el primer taller y fuerte la solidaridad de los reginenses que permitieron que Apandi se consolidara como un aserradero que fabrica jaulas para el empaque de la fruta, contando además con dos salones de usos múltiples, un hogar, dos viviendas, entre otras instalaciones.

“Antes había un mal concepto, trabajar con los chicos ‘locos’ como se los denominaba, era muy complicado. La gente decía ahí va el loco Fuertes con los pibes. Muchos chicos estaban en sus casas sin hacer nada. A lo largo de los años muchos han pasado, se han formado y hoy tienen sus trabajos y sus familias. Otros permanecen porque son chicos, es decir, tienen edad madurativa de niños” apuntó.

Fuertes nunca estuvo solo. Mucha gente lo acompañó e integró las distintas comisiones directivas a lo largo de 42 años. Otros brindaron una asistencia constante, como el de don Antonio Carmelo Pirri, uno de los fundadores de Moño Azul. Su familia, y en especial su esposa, también fue un pilar para el crecimiento de Apandi.

“Es mucha la gente que ha colaborado durante estos años, Don Antonio Pirri nos venía a ver cada vez que necesitábamos algo: plata, máquinas o trabajo. El cura César Rondini también colaboraba y le daba trabajo a los chicos. La señora Irma Sabadín fue otra persona que también brindó un apoyo muy importante” recordó José Fuertes.

José Fuertes es “el motor” de Apandi.

Propuestas de trabajo

La conformación del aserradero para fabricar jaulas para frutas y la carpintería no fue la primera opción de trabajo que surgió desde Apandi.

Arrancaron con un proyecto para hacer “agua desmineralizada”, a partir de la donación de maquinaria que realizó un vecino de Villa Regina. “Pero el proyecto no funcionó bien, porque había que cumplir pasos con cierto cuidado, y a veces los chicos movían las palancas. En lugar de salir agua desmineralizada salía agua con minerales” contó con José Fuertes.

Su formación profesional como carpintero ebanista le sirvió para trabajar con los chicos en la fabricación de artesanías, al tiempo que también fabricaban bolsas plásticas. “Empezamos a hacer distintos souvenirs, se exponían en distintos lugar. Esto hizo que a su vez hubiera contactos con Fendim y con el tiempo fui vicepresidente de la Federación Argentina de Deficientes Mentales, lo que me permitió recorrer distintos lugares del país y del exterior haciendo disertaciones. Pude viajar a España, conocí a la reina Sofía, pero lo central es que acumule experiencia para continuar en Regina con la tarea de contención ”.

Fuertes destacó que “por suerte la gente siempre colaboró. Fuimos sumando nuevas maquinarias, los gobiernos provinciales y municipales han hecho aportes. Debemos agradecer ahora puntualmente al gobernador Alberto Weretilneck que habiendo comprometido un aporte cumplió con el compromiso. Ahora cuatro empresarios de la zona hicieron un aporte de medio millón de pesos para comprar una nueva máquina que nos permitirá mejorar y continuar con el trabajo”.

Todos contentos con la camioneta que les donó la Aduana-AFIP.

Un récord difícil de igualar

Todo el desarrollo que logró Apandi fue gracias a la solidaridad de la comunidad y al trabajo serio que la institución ha realizado a lo largo de los últimos 40 años. Pero los comienzos no fueron fáciles para lograr contar con un espacio y un edificio donde brindar contención a las personas con discapacidad.

“Yo tengo un récord que es difícil de igualar. Cuando comenzamos necesitábamos juntar fondos, así que me propuse girar alrededor de la Plaza de los Próceres en moto durante 36 horas seguidas” contó José Fuertes, impulsor y motor del taller protegido.

Para la ocasión, Fuertes armó una urna que colocó en la plaza para que la gente fuera colocando su colaboración mientras él giraba en la moto.

“Pude completar la cantidad de horas y lo que se recaudó se destinó a los trabajos de construcción” relató.

Casi 40 años más tarde, una cruzada solidaria de características similares es impulsada por el Club de Leones de Villa Regina y convoca para el 6 y 7 de octubre al “Pedaleando por un sueño”.

La iniciativa es para toda la comunidad e invitan a sumarse girando con su bicicleta, patines, caminando, corriendo, skates o triciclos, en torno a la Plaza de los Próceres. En las urnas destinadas se recolectará la colaboración en dinero que aporte la comunidad.

Esta será la octava edición de la cruzada solidaria que tendrá como beneficiario a Apandi.

Miguel Pintos “Acá me dieron todo”

Miguel Pintos el capataz. Gran jugador en Cripal.

Miguel Pintos tiene 51 años. Desde hace 30 trabaja en Apandi como capataz, dirigiendo y ordenando el trabajo que realiza el resto de las personas que se desempeñan en el mismo lugar.

Miguel era un adolescente como otros, hasta que a los 16 años tuvo un accidente de tránsito en el que perdió una de sus piernas. “Estaba sin hacer nada, me vino a ver José [Fuertes] y me sumé. Desde ese momento entré a trabajar y nunca salí”, contó.

“Apandi me dio todo, me dio la vida que tengo. Trabajando acá tuve un sueldo, formé mi familia, tuve hijos. Si no hubiera estado acá, realmente no sé qué hubiera hecho, quién me habría dado trabajo”, agregó.

Y fue más allá: “Trabajar acá con el resto de los chicos es algo fantástico, es una experiencia que no se puede tener en ningún otro lado”.

Tito pudo formar su familia

Cocinera Marta y Albertito, los más queridos en la institución.

Tito, como todos lo conocen, tiene 57 años y desde hace 20 trabaja todos los días en Apandi en distintas tareas. “Estar acá es muy lindo, hay que trabajar. Yo tengo mi plata y puedo sostenerme junto a mi mujer”, señaló.

José “Tito” Inostroza hace más de una década que formó pareja con una mujer que trabaja en Apandi. Para evitar cualquier tipo de inconvenientes, Fuertes dio impulso al hogar, que también está dentro de la misma sede de la institución, donde cuenta con una habitación que comparte con su pareja.

Cuatro empresas de Regina donaron una nueva máquina que permite mejorar las tareas que

se realizan en el aserradero.

Producto de la crisis económica y de la fruticultura en especial, bajó el volumen de compra de jaulas que hacen las empresas.

Fabrican menos jaulas

Datos

La institución logró consolidarse luego de la construcción de un aserradero que fabrica las jaulas para el empaque de fruta.

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