Mario Sepúlveda, referente del básquet neuquino, tuvo una gran despedida en El Templo

El Señor de los Ascensos se retiró del básquet y tiró sus últimos triples en Plottier, rodeado de amigos, familiares y ex compañeros.

El Templo de Plottier tronó por última vez cuando sonó “olé, olé, olé, Mario, Mario”, pero hay un pacto de por vida. Así lo afirmó Sepúlveda, el Señor de los Ascensos, quien tuvo su despedida como jugador profesional de básquet. Rodeado de amigos, ex compañeros y las más íntimas, Nata, Juana y Charo, Mario tiró sus últimos triples y, fiel a su estilo, tuvo altos porcentajes.

Como es una noche de sorpresas, yo también tengo una: voy a jugar un año más”, largó Mario en el arranque del discurso de despedida. Las risas multiplicaron, más de uno se la creyó y después, llegó la seriedad.

A pesar de iniciar su carrera en Pacífico y de llegar a la impresionante cifra de 18 clubes en su campaña, Centro Español se transformó en su segunda casa. Y Mario explicó el porqué: “Atravesé un montón de obstáculos, pero uno fue duro. Tuve un problema cardíaco y casi sin conocerme, un grupo de personas de Español se juntó y me pagó la operación. Ahí nació el pacto de por vida”, detalló y otra vez El Templo explotó.

Los invitados de Mario Sepúlveda


Antes, hubo de todo. Compañeros de sus ascensos, del último equipo del Torito, rivales y un cuarteto de técnicos que lo marcó: Daniel Aráoz, Mario Spada, Mauricio Santángelo y Dante Centeno.
Fernando Gutman, Mariano Castets, Gastón Luchino, Federico Sureda, Pedro Franco y Juan Manuel Ruiz hicieron muchos kilómetros para decir presente, Leo Ansaloni llegó desde Roca, como Spada y Gustavo Maranguello; Agustín Llanán y Alejo Abadía se volvieron a poner la camiseta de Español y también se sumaron Bruno Gelsi con su hijo Benicio, Paolo Casale y Pancho Hoffmann.

Los últimos socios no podían faltar y por eso tiró fantasía con su hermano Charly, el Cusita Oviedo, Leandro Tapia, Piero Vega y los hermanos Franco y Marcos Leal. Sus hijas Charo y Juana se calzaron la musculosa y levantaron al público con sus conversiones, mientras que la China Lara y Guada Soto se prendieron a la hora de mostrar su categoría, esa que las llevó a ser jugadoras de Liga Nacional. Todos y todas con la 8 en la espalda, el número que marcó la carrera de Mario.

La N°8 de Mario Sepúlveda, para siempre en El Templo


Su compañera de vida, Natalia, junto a Matías Resa y Patricio Denegri, presidente y responsable del básquet del Torito, estuvieron al frente de la movida. El Templo estuvo colmado, cada uno se llevó un sticker de recuerdo y algunos afortunados, las camisetas que su usaron para la despedida: fueron tres modelos y, claro está, Sepúlveda los utilizó a todos.

Así como Mario lanzó aquella falsa sorpresa de jugar un año más, se llevó una real: al mejor estilo NBA, se descubrió la camiseta N° 8, que quedará colgada para siempre en el estadio. Resa tomó el micrófono y dijo: “En el equipo de primera, la N°8 no se usa más”. Eterno, como el pacto de por vida. Como el último triple.


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