Bolivia pierde una oportunidad única

EMILIO J. CÁRDENAS (*)

Bolivia tiene, entre otras riquezas minerales, un importante yacimiento de mineral de hierro cuyo potencial atrajo a la empresa del millonario indio Naveen Jindal en el 2007. Desde entonces su empresa, la Jindal Steel and Power, ha procurado infructuosamente concretar una inversión del orden de los 2.100 millones de dólares en Bolivia para desarrollar el mencionado yacimiento y concretar, además, inversiones en la fabricación de acero en su derredor. Cansada y maltratada, la empresa de la India, que tiene ventas anuales del orden de los 3.200 millones de dólares, acaba de anunciar que ha abandonado el proyecto, con todas las consecuencias adversas que ello conlleva para el desarrollo del país del Altiplano. Habiendo gastado ya en él, en su intento de desarrollarlo, unos 90 millones de dólares a lo largo de cinco frustrantes años, tratará de recuperarlos por la vía del arbitraje como método de solución de las controversias entre los inversores y los gobiernos del lugar en que procuran radicar o radican su inversión. Entre otras razones, porque no logró que se le asegurara el imprescindible abastecimiento de gas natural exigido por el emprendimiento. Pero, además, porque se hartó del clima adverso a las inversiones extranjeras que –plagado de arbitrariedad y cinismo– prevalece en la Bolivia de Evo Morales y de la clara inseguridad que ello proyecta a los posibles inversores extranjeros, clima que incluye opacidad en el andar de la administración, corrupción, falta de respeto por los compromisos contractuales, imposición discrecional de multas y penalidades y utilización abusiva del Poder Judicial para intimidar y hostigar a los altos funcionarios de las empresas extranjeras. La empresa india, harta, se fue. Para siempre. El yacimiento de mineral de hierro sigue durmiendo el sueño de los justos en el suelo, en medio de la nada, sin ser aprovechado. Cabe suponer que nadie se hará cargo de lo sucedido en el peculiar gobierno de Evo Morales. Todos mirarán para otro lado, transfiriendo al propio inversor extranjero la responsabilidad de su fracaso. De horror. Mientras esto sucede, nadie advierte que la retirada del importante inversor asiático supone una nueva postergación para el demorado desarrollo de un pueblo que aún es pobre, que supone una oportunidad lamentablemente perdida. Y más estancamiento, por cierto. Las muecas y posturas nacionalistas sirven, como es habitual, de excusa. Como tantas veces… Este fracaso se agrega, cabe apuntar, a la reciente salida de Glencore, una empresa suiza cuyo permiso para explotar una mina de zinc fue cancelado. Y a lo sucedido, en esa misma línea, con una empresa canadiense (South American Silver) dedicada a la minería de extracción de la plata. (*) Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas


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