Brasil, un desafío enorme


La libertad de Lula en Brasil agrega un elemento más de complejidad a un escenario político regional altamente inestable y volátil, difícil de desentrañar.


La libertad del expresidente Lula da Silva en Brasil agrega un elemento más de incertidumbre a un escenario político regional altamente inestable y volátil, muy difícil de desentrañar. Para la Argentina presenta un tipo de complejidad incluso mayor.

La libertad de Lula da Silva ha sido una demanda con la que Alberto Fernández llenó de contenido político su incipiente política exterior, la proyección regional de su candidatura primero y ahora su camino a la presidencia. Ese reclamo sumó un factor irritativo a la relación con el presidente brasileño Jair Bolsonaro y terminó por abrir una crisis en las relaciones bilaterales de alcance imprevisible.

La iniciativa de Fernández ha tenido al parecer varios objetivos simultáneos. El presidente electo se envolvió en la dura pelea política interna brasileña no solo por simpatías personales o comunión ideológica. Lula ha sido también un vehículo para preservar los equilibrios internos del heterogéneo Frente de Todos y reposicionar la imagen internacional de la ahora vicepresidenta electa Cristina Kirchner. Denunciar la injusta prisión de Lula equivale a denunciar la injusta situación judicial de Cristina. No importan las diferencias.

Ya lo había hecho en Madrid y esta semana volvió sobre el tema durante su visita a México. En una conferencia en la UNAM, en la que se le escuchó un discurso igualitarista en un contexto estudiantil, presentó una defensa blindada de la expresidenta. Si antes sus críticas contemplaban cuestiones de carácter procesal, Fernández esta vez la exculpó de todos los delitos por los que está siendo investigada en la Justicia y adhirió plenamente a la teoría de la persecución política.


Hay una duda razonable sobre si el peronismo está pensando y debatiendo estas cuestiones o con qué grado de profundidad y sofisticación lo está haciendo.


La cuestión Lula plantea un nuevo dilema para Fernández. Aunque su liberación lo muestra junto a los ganadores en la feroz batalla política vecina, amenaza con deteriorar aún más las cosas con el Brasil de Bolsonaro, un personaje impredecible con el que deberá convivir hasta al menos el primer día de 2023 en el Planalto.

La asociación estratégica ha sido una política de Estado en los dos países desde la recuperación de la democracia. Fue crucial para la estabilidad en la región y lo es también para el desarrollo de las dos economías. Hay una coincidencia entre los especialistas: no hay opciones para una articulación de la Argentina con el mundo que excluyan a Brasil.

No está claro sin embargo qué es lo que está pesando más en el conflicto: si la disputa personal o la dirección que los dos países buscan imprimir a sus economías. El antecedente inmediato es la firma del acuerdo comercial con la UE: Brasil está avanzando a ritmo acelerado en reformas que buscan incrementar su competitividad, mientras que la Argentina parece empezar a caminar en dirección contraria.

El viaje de Fernández a México parece mostrar la búsqueda de una diagonal al conflicto. Se descuenta que los que están diseñando la política exterior de Alberto Fernández no contemplan sustituir una relación por otra. Pero también abre un interrogante el acercamiento al presidente Andrés Manuel López Obrador en busca de un facilitador de la relación con Washington. La Argentina nunca necesitó de un tercer actor para dialogar con los Estados Unidos, incluso en los momentos más difíciles de la relación. Sobre esto mismo ha dado prueba la reunión que mantuvo Fernández en México con un enviado especial de la Casa Blanca, que siguió al contacto telefónico de días atrás con Donald Trump. El futuro del acuerdo con el FMI y el de la deuda argentina está en el centro de esa negociación. Es otro de los retos que aguardan al próximo presidente.

Hay una duda razonable acerca de si el peronismo está debatiendo el conflicto con Brasil, o con qué grado de profundidad y sofisticación lo está haciendo en un contexto general de prolongada decadencia del pensamiento estratégico en la Argentina. Tal vez estemos ante el principal desafío de la política exterior de las últimas décadas.


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