Chile, imán para la inversión

Los excelentes números oficiales hablan por sí mismos. Particularmente cuando, a diferencia de lo que ocurre entre nosotros, ellos son reales, en lugar de manipulados. Chile es un país serio y está lanzado a la modernización en un exitoso y coherente proceso de apertura de su economía. A toda máquina y con rumbo firme. Y el mundo apuesta a su continuidad. Por esto el año pasado la cifra de la inversión extranjera en el país trasandino ha sido la más alta de la historia: 28.152 millones de dólares. Esto supera al récord histórico anterior, el del 2011, en un impresionante 62,7%. Lo antedicho acaba de ser confirmado por el Banco Central de Chile, oficialmente. Queda así meridianamente claro que los inversores confían en Chile y en sus dirigentes. Más allá del corto plazo. También en su estabilidad institucional y en su Estado de derecho, sin lo cual estos récords históricos sucesivos no podrían naturalmente haberse alcanzado. Hablamos de una inversión extranjera anual que equivale nada menos que al 10,6% del PBI nacional. Notable. De más oportunidades de empleo, de mayor acceso a los mercados y de un país que crece y cada vez accede más a la tecnología “de punta” en los principales sectores de su economía. Para Chile lo sucedido es una confirmación del acierto del rumbo que ha mantenido por décadas, más allá de los cambios de partidos en el poder político nacional. Y una certificación de su gran confiabilidad externa, que debería cuidar como preciado tesoro que es. Cuesta alcanzar este tipo de respeto exterior generado por la conducta de un país. Para Chile éste es el resultado de una conjunción de factores: estabilidad y certeza jurídica, una clase política a la altura de las circunstancias, instituciones que funcionan y se respetan, un clima de libertad envidiable y un liderazgo exitoso en muchos frentes. Cuando el populismo arrecia entre nosotros y el abismo económico podría, de pronto, estar a la vuelta de la esquina, lo de Chile debería estimularnos a la imitación. Hasta ahora, cegados por el brillo pasajero del populismo, no lo hemos hecho. Como consecuencia, nuestro nivel de vida, que estaba claramente por encima del chileno, ahora está notoriamente por detrás del nivel trasandino. Y las distancias, a favor de Chile, se van ampliando. Mientras el país vecino sigue su marcha hacia la modernización, destruyendo pobreza, nosotros seguimos declamando una presunta prioridad para la “inclusión social” que resulta desmentida todos los días por los hechos, más allá de una retórica en la que muchos han dejado de creer. Mirar a Chile alegra, por los chilenos. Y da pena, cuando el espejo nos dice donde estamos relativamente parados nosotros. Sin la visión sustancial común que anima a los trasandinos a seguir caminando –juntos– en el camino del éxito. (*) Exembajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

EMILIO J. CÁRDENAS (*)


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