Humanos en crisis con la naturaleza: la propuesta que incluye a la poesía

La bióloga Gabriela Klier desafía la perspectiva tradicional de la ciencia. Desde el Conicet y la Universidad Nacional de Río Negro, desarrolla proyectos creativos que invitan a la reflexión y rescatan los saberes de las comunidades originarias y rurales.

“La fascinación por la naturaleza parece perderse en el lenguaje académico”, es la afirmación que surge en la charla con Gabriela Klier, justamente una doctora en biología radicada en Bariloche. ¿Quién mejor que ella, salida desde el corazón de la ciencia, para proponer otras maneras de abordar el vínculo de las personas con la naturaleza que las rodea?

En diálogo con Diario RÍO NEGRO, esta joven profesional, nacida y criada en Buenos Aires, llegada a la cordillera patagónica en 2020, contó que pudo mostrar en los meses de confinamiento por la pandemia lo que venía repensando y escribiendo hacía tiempo: sus poesías combinadas con eso que los expertos llaman teorías, funciones, partículas, enzimas. Ante los ojos de quien desconoce, sólo se traducen en colores de los más bellos, procesos de lo más extraños, mecanismos que parecen inexplicables. Todo tiene una definición, es cierto, pero desde la postura de Klier, en la búsqueda de la labor objetiva, algo se pierde en el camino, se distancia, la sensibilidad y el sentido original que impulsa a la curiosidad de saber más, se diluye.

Con esa mirada, esta investigadora asistente del Conicet llegó a la publicación de su libro de poesías titulado “Biología”, seleccionado por la Editorial UNRN, en el marco de su colección “La Tejedora”, pensada para literatura hecha en la Patagonia. Desde entonces, los proyectos se han ido sucediendo en su carrera en un intento por dar un giro a la práctica de tantos estudiosos, que lejos estaban de sumar a su labor al arte y a la filosofía.

La resistencia obviamente, reconoce la autora, fue una de las primeras reacciones, en un ámbito acostumbrado a ubicar al científico en un intento de pose neutral “que no debe contaminarse”, cuando lo cierto es que nadie puede desprenderse del todo su propia subjetividad. En definitiva, la pregunta desafiante de Gabriela, que subyace en sus talleres y propuestas junto a distintos colegas, es la de “Conocimiento sí, pero ¿para qué y para quiénes?”.

Desde allí, su invitación, para quienes se animen al riesgo de mirar un poco más allá de los mandatos de la norma y de la “búsqueda de la verdad”. Propone delinear una forma de ejercer la profesión, cada uno en su temática, pero que incluya el vínculo con el ambiente, con “lo no humano”, que abre a su vez, la posibilidad de reconocer otras visiones, como las provenientes de comunidades rurales y originarias. Allí lo que abunda es “saber profundo”, afirma la impulsora de esta revisión, quizás sin el nombre de la teoría, pero con la prueba directa de lo empírico, de “primera mano”.

La bióloga invita a incluir saberes rurales y originarios y reconocer experiencias empíricas y no humanas. Foto: Alfredo Leiva.

“En el Conicet hace no mucho se habilitó un trabajo transdisciplinar sobre medio ambiente, que incluía la filosofía, el arte y la ciencia y lo aprobaron varios”, valoró esta experta, para graficar un contexto en el que la crisis que atraviesa el sector obliga a revisar los tipos de abordaje que se eligen puertas adentro. Ella lo describió como un “momento de apertura”, en el que puede notar “ganas de expandir, dejando atrás el rechazo y la reticencia de que esto no sirve para nada o de que el conocimiento se produce así”, respecto de aquellos que buscan aún imponer ciertas metodologías. A su entender, crisis como las que atraviesa la ciencia en Argentina no solo presupuestarias, sino en la llegada a la sociedad, “permiten impulsar otras alianzas, generando grietas para encontrar nuevas formas”.

El impacto del extractivismo (las plantaciones de soja, la megaminería, el fracking) o el desarrollo inmobiliario en Bariloche, que incluye el avance sobre los árboles y sobre el paso del agua, por ejemplo, son para Klier una muestra de escenarios donde es posible la aplicación de esta mirada, disruptiva para muchos. Eso sí: “Frente a la crisis ambiental la ciencia no tiene la única solución”, opinó, argumentando que existen estructuras resistentes, en las que se tejen “diversas pujas en las luchas de poder”. Quedan en el camino las voces “no técnicas”, que provienen del ámbito civil, sin formación académica, y que por lo general son desvalorizadas.

Frente a eso, la insistencia en imponer el perfil imaginario de un científico neutral, entiende Klier, los aleja de la comunidad. Es preferible, considera, que cada profesional pueda reconocer desde qué sector habla en el debate, para ofrecer al menos reglas de juego más limpias. «¿A quién beneficia la ciencia? ¿A quién perjudica? ¿Para qué? ¿Para quiénes? Todo es político en tanto somos seres sociales”, planteó.

En su intento por deconstruir una forma de hacer ciencia, Klier batalla con lo heredado desde el siglo XVII, algo que se limita a construir conocimiento, “en vez de pensar qué saberes necesita la comunidad”. Es por eso que impulsa, entre sus pares, iniciativas como el “Proyecto Rumia”, una agrupación no formal de perfil educativo – creativo, o la “Semana del Hongo”, que cosechan buenas devoluciones y convocatorias. “El mundo natural tiene mucho para decir”, recalcó, convencida de que vamos camino a tener que reconocer que algo de cierto tiene ese horizonte.

Publicó el libro “Biología” para integrar arte, filosofía y ciencia – Foto: Alfredo Leiva.

Perfil


Gabriela Klier, nacida en Buenos Aires en 1986, contruyó un camino profesional y personal que entrelaza la biología, la filosofía, la escritura y la poesía, con un enfoque particular en las representaciones de la naturaleza en la Patagonia.

Su interés por los animales y las plantas la llevó inicialmente a estudiar biología, pero al no encontrar en esa disciplina las respuestas que buscaba, decidió cambiar de rumbo hacia la filosofía. Actualmente, es investigadora del Conicet en el Instituto de Estudios en Ciencia, Tecnología, Cultura y Desarrollo (CITECDE) de la Universidad Nacional de Río Negro en Bariloche.

Junto a Maia Gattás Vargas, lideró el proyecto Laboratorio Isla Victoria, una iniciativa que buscó integrar ciencias, artes y filosofía para replantear las formas en que se representa la naturaleza en esta región. Este enfoque interdisciplinario refleja su interés por explorar las conexiones entre lo humano y lo no humano, así como las implicancias éticas y políticas de estas relaciones.

La escritura ha sido una constante en la vida de Klier, tanto dentro como fuera del ámbito académico. Desde su adolescencia, ha utilizado los cuadernos como un espacio para reflexionar, construir ideas y procesar experiencias personales.

Esa práctica íntima de escritura le permitió conectar su vida personal con los problemas ético-políticos que aborda en su trabajo, siguiendo el lema feminista de que “lo personal es político”. En algunos casos, sus investigaciones académicas han comenzado con poemas, que surgen de la memoria, las emociones y las lecturas, y que luego se transforman en textos más formales.


“La fascinación por la naturaleza parece perderse en el lenguaje académico”, es la afirmación que surge en la charla con Gabriela Klier, justamente una doctora en biología radicada en Bariloche. ¿Quién mejor que ella, salida desde el corazón de la ciencia, para proponer otras maneras de abordar el vínculo de las personas con la naturaleza que las rodea?

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