Qué dice un estudio sobre el alarmante retroceso de los lagos en Laguna Blanca
La combinación de los efectos de cambio climático y actividades humanas está transformando una zona única en Patagonia Norte.
Cuando Facundo Scordo observó en persona el retroceso de la Laguna Blanca, en el departamento Zapala, en el centro oeste de Neuquén, recordó algo que había quedado guardado en su memoria. Era la imagen del enorme lago Colhué Huapi, al sur de la provincia de Chubut, que se había secado por completo años atrás.
En ese momento, Scordo, que es investigador del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma), le ofreció al biólogo acuático Leonardo Buria, director regional de conservación en Patagonia Norte para Parques Nacionales, colocar unos sensores en la laguna y en otros lagos terminales. También propuso analizar las imágenes satelitales para comparar con las observaciones de campo.
El estudio fue concluyente: cinco lagos terminales del Parque Nacional Laguna Blanca tienden a desaparecer en los próximos años. Los investigadores detectaron que esos cuerpos de agua, que albergan especies endémicas y en peligro de extinción, redujeron su superficie entre un 20 y un 52% desde 2007 hasta la fecha.
El informe que elaboraron, con la colaboración de la Universidad Nacional del Sur, fue publicado por la revista científica Science of the Total Environment, publicada por Elsevier.
«La publicación en esta revista tan reconocida es importante en este contexto. En Patagonia Argentina no somos muchos investigadores que analizamos los cuerpos de agua y su conservación. Los pocos que hay se tienen que ir porque el financiamiento del Conicet fue impactado fuertemente, lo que nos limita. Es preocupante», dijo Scordo al ser entrevistado por Diario RIO NEGRO. El científico también trabaja como profesor en la Universidad de Nevada, Reno, Estados Unidos.

Causas del retroceso en Laguna Blanca
La raíz del problema está en el cambio climático, pero también en ciertas prácticas humanas, como la construcción de canales de riego.
«Buria me mostraba cuánto había retrocedido la laguna en comparación con diez años atrás. Me remitía al lago Colhué Huapi, que ya no existe, donde desarrollé mi tesis doctoral. Este lago vuelve a tener un poco de agua de vez en cuando, pero nunca igual a como se encontraba hasta antes de 2017», indicó Scordo, licenciado en Ciencias Ambientales y doctor en Geografía.
Al hacer la investigación, se propuso analizar el efecto del cambio climático, pero también evaluar posibles actividades humanas que impactaran en la zona de estudio.
Se estudiaron imágenes satelitales desde 1998 a 2024: «Vimos que, desde 2007 en adelante, la superficie y el volumen de la laguna viene retrocediendo sin parar. Es cierto que, desde ese año hubo mayoritariamente períodos de sequía, lo que explica una reducción del lago».
Pero no fue la única causa de semejante desastre. A través de las imágenes satelitales, observó que, desde octubre de 2020, los pobladores construyeron 53 canales en la parte alta de la cuenca del arroyo Llano Blanco, el principal afluente de Laguna Blanca.
Desde entonces, «el lago ha perdido un suministro vital equivalente al 22% de su cuenca de drenaje. Esto ha acelerado una desecación que ya era crítica debido al cambio climático».
Scordo argumentó que «los pobladores derivaron el agua del río para generar mallines para el pastoreo de animales. Entonces, si uno suma a la condición de sequía desde 2007 la extracción de agua del río, sin un plan de manejo, se explica por qué la laguna viene retrocediendo sin parar y por qué en 2023 se generó una afloración de algas en la laguna».
Más del 50 % de la cuenca de Laguna Blanca está por fuera de los límites del parque y eso dificulta la capacidad de las autoridades para intervenir directamente contra actividades como la construcción de canales. Sin embargo, a partir del informe, Parques Nacionales elevó el reporte al gobierno de Neuquén que inició conversaciones con los pobladores de la cuenca para que restauren el río y accedieron a tapar los canales que toman agua del río. «Sucede que la gente no tenía mala intención. Fue por desconocimiento», comentó.

Meses secos y húmedos
Según el análisis, entre 2007 y 2024, los meses secos en la región aumentaron un 29%; mientras que los húmedos disminuyeron un 13%. Pero la sequía afectó no solo a Laguna Blanca sino a otras cuatro más pequeñas -Laguna Overo, Del Hoyo, Verde y Del Molle- que perdieron hasta un 52% de su superficie.
Cuando el lago reduce su volumen, más nutrientes se concentran porque «la temperatura aumenta en poca cantidad de agua»: «Las algas necesitan tres cosas para vivir: nutrientes, luz y buena temperatura».
De modo que, en este caso, la reducción de agua impactó en los ecosistemas del parque Laguna Blanca, donde se registraron por primera vez floraciones de algas tóxicas asociadas a niveles elevados de nutrientes y disminución de la calidad del agua. Esto no solo altera la cadena alimenticia del lago sino que constituye una amenaza de ciertas especies, como el cisne de cuello negro y el sapo patagónico.
Un sitio con importancia nacional e internacional
El retroceso de las lagunas ocurre en un parque nacional declarado “sitio Ramsar”, que es de relevancia internacional para la conservación de las aves.
Si bien la Laguna Blanca es la principal y la que da el nombre al parque nacional, está rodeada de otras más pequeñas y muy similares (aunque éstas no reciben agua de ningún río): «Son lagunas de meseta patagónica, muy extensas y poco profundas. Las aguas no son como las del Nahuel Huapi, son más bien turbias. Pero es un sitio Ramsar por ser refugio de aves y anfibios».
El estudio da cuenta de que las lagunas más chicas se redujeron hasta un 52% y un 20% la Laguna Blanca. «Tiene dos niveles de importancia respecto a la conservación: a nivel nacional por ser un parque nacional y a nivel internacional por ser un sitio Ramsar. ¿Qué le queda entonces al resto de las lagunas en Patagonia Argentina?», se preguntó Scordo.
Consideró que esta investigación puede servir como advertencia para otras regiones dependientes de lagos terminales. Fenómenos similares están desecando lagos en el mundo, desde el Mar de Aral en Asia Central hasta el Gran Lago Salado en Estados Unidos. Se trata de cuerpos de agua esenciales no solo para la biodiversidad sino también para combatir la desertificación y como sustento de comunidades locales.
Sobre la alarmante situación, concluyó que «no hay mucho por hacer. Es importante no asumir que los cuerpos de agua solo se reducen por el cambio climático porque de esta forma, se pasa por alto el impacto que genera el hombre».
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