Cómo se refleja la reapertura turística en los barrios de Bariloche

Desde la Secretaría de Desarrollo Humano del municipio advirtieron que en los últimos días, menos gente concurrió a buscar los módulos alimentarios. En algunos merenderos, también resaltaron que preparan menos porciones. Los dirigentes barriales, en cambio, recalcaron que muchas fuentes laborales se perdieron.

La reapertura turística en Bariloche generó un respiro en un amplio sector de la población que pudo volver a trabajar. Pero muchos otros quedaron excluidos del mercado laboral y la situación social no mejora

El secretario de Desarrollo Humano de Bariloche, Juan Pablo Ferrari, advirtió que mantendrán la entrega de 23.000 módulos alimentarios por mes -al comienzo de la pandemia, eran apenas 1.800-.  

“Lo que estamos notando –señaló el funcionario municipal- es que está concurriendo menos gente a los lugares de entrega. En los últimos días, ha mermado un poco. Sobraron unos 300 módulos. Pero no sabemos si ésta será la tendencia”. 

En diciembre, el municipio inició una evaluación vinculada a la ayuda social. “Muchas personas son honestas y te cuentan que comenzaron con changas. Muchos otros están tan endeudados que sigue retirando la comida. El mango que les entra lo usan para pagar deudas. Tienen atrasos de luz, de alquiler”, expresó Ferrari. 

Cada compra de los módulos –que contienen 12 alimentos- varía mes a mes por los aumentos de precios reiterados. Sin embargo, se estima que entre módulos alimentarios y programas sociales se desembolsan 50.000.000 pesos mensuales. El año pasado, esta suma fue solventada por el municipio con fondos propios; este año es financiado por el gobierno provincial. 

“Desde hace diez meses, vivimos en el gimnasio municipal 1. Más allá de todo esto, seguimos teniendo problemas de gente en situación de calle, violencia de género. Pero nunca suspendimos una sola entrega”, planteó Ferrari.  

Mucha gente volvió a trabajar, especialmente en hoteles y gastronomía. Se nota porque la gente ya no está tan pendiente por la llegada de los módulos”.

Alejandra Guzmán, presidenta junta El Progreso.

Mercedes Farías colabora en el merendero “Manitos de amor”, del barrio 29 de Septiembre, donde asisten a 131 chicos. “Notamos que, desde noviembre, se está reactivando el trabajo. Muy poquito pero ayuda. La mayoría consigue changas”, describió.  

Beatriz Curruhinca, del merendero “Los corazones de Beatriz”, en el barrio Nahuel Hue, también reconoció una leve mejora. “Dábamos el almuerzo para 200 personas y hoy, entrego 120 porciones. Los que quedan son adultos mayores, familias que, por la edad, no pueden conseguir trabajo o mamás con varios chicos que no pueden salir a trabajar”, precisó.  

La mujer contó que mucha gente retomó sus trabajos en hoteles y obras de construcción. “Mucha gente honesta nos dijo que ya no necesita un plato de comida y que se lo diéramos a alguien que sí lo necesita”, dijo.  

Curruhinca reconoció que, durante la pandemia, fue complejo hace frente al incremento de la asistencia con las donaciones de la gente. “El merendero no paró pero hace meses que nadie nos dona nada. Muchos de los que ayudaban ya no pueden. Esto afectó a todos”, dijo y comentó que, en noviembre, el municipio retiró la entrega de verdura, carne y fruta para los comedores lo que dificultó todo aún más. 

Magalí Villarroel, presidenta de la junta El Frutillar, en cambio, resaltó que un alto porcentaje de la población no tiene trabajo y comparó la situación actual con la crisis del 2001. “Es cierto que hay turismo pero no todos los hoteles abrieron. Hay una cantidad impresionante de negocios cerrados. El que no trabaja la está pasando muy mal. Yo me alcancé a jubilar, si no, no lo estaría contando”, dijo. 

La referente del barrio 2 de Abril, Sandra Pichunlef, reconoció que la situación es crítica: “En los cuatro años que llevo en la junta, nunca había visto a tanta gente venir a pedir con tanta pena una bolsa de alimento”.  

En relación a la entrega de los módulos, decidió hacerse a un lado y pasar la posta a los referentes del Caat. “En una situación tan crítica, no podíamos decir qué vecino tenía más hambre que otro”, argumentó Pichunlef.  

Planteó también que “constantemente, los vecinos consultan si sabemos de algún trabajo”. “A los pocos que tenían uno, los echaron al no poderse presentar a trabajar debido a la problemática del colectivo”, contó y cuestionó que “no hay horarios definidos. Los colectivos pasan a cualquier hora. Una persona que debe entrar a las 7 ya debe estar a las 6 en pie esperando en la garita el colectivo. Ni hablar del incremento del boleto a 41 pesos”.


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