¿Cómo se reparten los costos de la crisis económica?

Sebastián y Ernesto Bilder *

Esperar que ante la crisis desatada repentinamente por el Covid-19, un gobierno pueda eliminar los efectos económicos negativos es, al menos, ingenuo. Desde que fuimos expulsados del paraíso, según el relato bíblico, la restricción económica es ineludible. Lo que sí es bastante obvio es que aquellos gobiernos que dispongan de recursos ahorrados o guardados, como el caso de Noruega, tendrán mucho mayor margen de acción que aquellos gobiernos deficitarios y endeudados como el nuestro.


La teoría económica más aceptada para enfrentar grandes crisis de retracción económica es la “keynesiana”, según la cual la mejor opción de los gobiernos para contrarrestar la caída económica es aumentar el gasto público para incentivar la “demanda agregada”.
Pero Keynes escribió su teoría en un contexto histórico sin inflación previa y habitaba un país poderoso con una moneda fuerte.


Modernamente sabemos que el efecto del aumento del gasto no será el mismo si tales recursos provienen de fondos ahorrados anteriormente que si se originan solo en impresión de billetes.
Aún más dudoso será el resultado si la economía en cuestión ya venía con inflación previa junto a una moneda local poco aceptada y a mercados internacionales cerrados al crédito, como es el caso argentino.


El riesgo de este cocktail es que el intento de reactivación de la demanda fracase parcialmente y termine en aumento de precios y nueva redistribución de recursos (a favor de los más poderosos). No obstante lo anterior, nada quita que ante la magnitud de esta pandemia todos los países deberán extremar medidas económicas contra-cíclicas, corriendo los riesgos que haya que soportar, empezando por proteger a los más débiles.


Ahora bien, esta depresión que abarca Norte y Sur, y cuyos efectos serán de magnitudes imposibles de predecir, será afrontada por los distintos ciudadanos de forma muy dispar. Ya que la distribución de la renta, así como las obligaciones y los roles en la sociedad son desiguales, y en épocas de recesión las diferencias se hacen más evidentes.


Actualmente, y ante la cuarentena sanitaria obligatoria y el freno de la economía, los reclamos al Estado se incrementarán día a día al compás del aumento de los casos confirmados de Covid-19.
 Lo cierto es que ante la escasez de recursos públicos es muy difícil poder dilucidar entre los más perjudicados y quienes tengan ahorros que les permitan soportar la tormenta.


¿Quiénes (y cuántos) serán los que más sufran y quiénes los que lo noten menos?  Las estadísticas oficiales nos pueden dar algunas pistas.
Aquellos trabajadores independientes (también llamados cuentapropistas) serán probablemente los primeros en sufrir el impacto, porque una coyuntura sin facturar es igual a no cobrar; la quiebra y cesación de pagos es altamente probable para ellos.


En Argentina los trabajadores independientes son el 23% de las personas en actividad; y es un colectivo donde conviven tres subgrupos: profesionales universitarios como abogados, contadores o médicos, entre otros; cuentapropistas “de oficios” (técnicos, carniceros, plomeros, taxistas, peluqueros, verduleros y otros); y cuentapropistas “de subsistencia” (vendedores ambulantes, changarines, jornaleros, peones, ayudantes, etc ).


Hoy no sabemos dónde está el equilibrio posible entre dilatar la crisis sanitaria y evitar una grave recesión económica. Pero si hay algo que sabemos es de sortear las crisis.



La mayoría de los que están formalizados se encuadran dentro del monotributo. Entre ellos es presumible que habrá un pequeño grupo con alto poder adquisitivo (y por lo tanto mayor capacidad de  ahorro previo), pero un gran porcentaje vive prácticamente al día.


Por otro lado, y tan afectado como los anteriores, hay un grupo de trabajadores en relación de dependencia, pero sin formalizar (comúnmente llamados “en negro”) que también sufrirán rápida y muy peligrosamente el impacto. En Argentina este es un sector numeroso, aproximadamente 26% de las personas en actividad.


En el otro extremo de afectados tendremos un grupo de personas que por ahora parece estar ajeno a los impactos económicos de la crisis: ellos son los empleados estatales. Colectivo compuesto principalmente por los tres niveles de la función pública (nacional, provincial y municipal) y que incluye tanto al poder Judicial como el Legislativo y el Ejecutivo. Ellos suman cerca del 17% de los argentinos en actividad. Algunos sectores políticos y sociales les reclaman a los de ingresos altos que se reduzcan temporariamente sus salarios, dietas o beneficios.


Por último, están los dos sectores de personas cuya situación queda en una delicada e impredecible situación. Como equilibristas caminando por la cuerda. Ellos son, por un lado, los empleados en relación de dependencia del sector privado, que aguantarán tanto como sus empleadores puedan sostener la situación económica en caída. Son aproximadamente 30% de los trabajadores en actividad. Y por último, pero no por ello menos importante, está el grupo de los “empresarios” (o “patrones”); ellos son el 4% de las personas en actividad. Y probablemente sea el sector más heterogéneo de todos en cuanto a situación económica y capacidad de financiación, ya que ahí encontramos tanto el propietario de un almacén de barrio que emplea a un repositor como al titular de Techint con más de 50 mil empleados.
En todo caso la pregunta que flota en el aire es: ¿cuánto tiempo puede aguantar el sistema económico en estado de cuarentena antes de que comience una ola de quiebras, despidos y eventualmente desordenes sociales?


Probablemente los dirigentes políticos estén trabajando a contrarreloj preparando el sistema de salud y ganando tiempo para que se avance en el desarrollo de medicamentos y vacunas.
Hoy no sabemos dónde está el equilibrio posible entre dilatar la crisis sanitaria y evitar una grave recesión económica. En el extremo, ambas situaciones se cobran vidas humanas.


Si bien es de esperar que en un plazo no muy lejano se pueda contener esta tremenda pandemia, el futuro (y presente) económico de numerosos compatriotas es más que nunca difícil.
Pero si hay algo en que los argentinos tenemos entrenamiento, es en sortear crisis.

* Los autores son economistas y docentes universitarios. 


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