Cómo viven y qué sueñan las mujeres venezolanas, colombianas y dominicanas que residen en Bariloche

Una investigación de la antropóloga Melisa Cabrapán Duarte analizó las experiencias de las mujeres en relación al acceso al trabajo. El 4 de setiembre fue el Día del inmigrante en la Argentina.

“Migramos con nuestro género, nacionalidad, etnia, edad, y clase, entre otras, cuyas significaciones y valoraciones organizan nuestras vidas en sus distintos espacios de expresión”.

La investigación de la antropóloga barilochense Melisa Cabrapán Duarte da cuenta de las trayectorias migratorias de un grupo de mujeres provenientes de República Dominicana, Colombia y Venezuela que decidieron probar suerte en Bariloche. Analizó las experiencias de vida con la inserción laboral y sus vínculos con la maternidad.

En los últimos veinte años -especificó el trabajo que fue parte de su tesis de licenciatura en Ciencias Antropológicas con Orientación Sociocultural en la Escuela de Humanidad y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Río Negro– los flujos migratorios se caracterizaron por “una predominante presencia femenina, como señalan las estadísticas”. Entre 2001 y 2011, el 78% de los inmigrantes provenientes de República Dominicana fueron mujeres, según la Dirección Nacional de Migraciones.

“En mujeres provenientes de estos países, es común la negritud, como característica racializada. En Bariloche, donde lo blanco es lo hegemónico, esos otros cuerpos ‘no blancos´ que aparecen, llaman la atención y son exotizados”, destacó. Cabrapán Duarte -quien se define como “antropóloga feminista”- explicó que la idea de “la migración feminizada tiene que ver con mujeres que viajan individualmente, ‘solas´”. Sin familias ni hombres. Mujeres que son sostén de familia en su lugar de origen pero no solo de sus hijos sino de sus madres y hermanos. 

“La cadena migratoria que se arma está muy feminizada. Cuando se les pregunta: ¿cómo llegaron? Te dicen que antes, ya había venido una amiga o una prima”, expresó la antropóloga de 32 años que ahora trabaja en el Instituto Patagónico de Estudios Sociales, que depende del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue. 

Vinieron a Bariloche porque es lindo y por su economía turística que, en algún punto, generaba demanda. Pero siempre quedan segregadas a los mercados de cuidados».

Melisa Cabrapán Duarte, doctora en Antropología Social.

La investigación reveló que la mayoría de esas mujeres migrantes consiguió trabajo en “servicios de cuidado, domésticos, de estética y del comercio sexual no porque hayan sido plenamente elegidos sino porque son los trabajos que se vuelven disponibles para ellas”. Muchas de las mujeres entrevistadas por la investigadora vivían en el edificio Bariloche Center, ubicado a unos 100 metros del Centro Cívico: “Es un edificio con mucho significado en Bariloche. Es detestado. No hay alguien que te diga que no hay que sacarlo. Y no casualmente determinadas prácticas se empezaron a dar ahí: el mercado sexual, cabarets en la planta baja y departamentos privados, mezclados con vida vecinal o comercial”.

Luego de días de observación en la planta baja de ese edificio emblemático, entablar contacto con las mujeres resultó complejo para la antropóloga.

La mayoría de las mujeres fueron atravesadas por el hecho de ser madres y tener a sus hijos en su país de origen al cuidado de algún familiar. “Cierta justificación del trabajo sexual también pasaba por esa maternidad y por la necesidad de enviar dinero a sus familias”, expresó esta doctora en Antropología Social.

“No hay una elección plena –planteó -. No digo que no haya margen de decisión y autonomía pero hay una segregación de otros espacios de trabajo. La no contratación. Están limitadas a ámbitos y trabajos de cuidado: domésticos, estéticos, de cuidado de ancianos, de enfermos y el mercado sexual”.

Reconoció que al conocer a las mujeres y acercarse a ellas la antropóloga logró dimensionar “la mirada social sobre la negritud. Esas marcas tienen una connotación negativa. No hay que dar por hecho que mujeres con estas características u orígenes van a insertarse en la noche o van a tener una vida fácil o sostenida en el tiempo. A veces, solo es un traspaso”.

Durante las entrevistas, las mujeres confiaron: “No nos quieren en la recepción de un hotel, tampoco en la puerta de un negocio. Vamos a estar limpiando”. Al respecto, Cabrapán Duarte recalcó: “Siempre en el ocultamiento aunque visible por esas marcas racializadas”. Insistió en que “Bariloche es una ciudad conservadora y racista donde el valor de la pureza europea y la celebración de su inmigración es la vara que provoca muchas desigualdades existentes. ¿A dónde queda esa otra inmigración y las posibilidades de esas mujeres?”. 

Finalmente, la investigadora consideró que los efectos de la migración y las inserciones laborales de estas mujeres “las convierten en madres a distancia o inclusive en malas madres para la mirada social; o se las acusa de mujeres que eligen el camino fácil al trabajar en el mercado del sexo, aunque se trate de lo contrario”. 


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