“Con poca civilidad somos un cambalache”

Estimado Horacio García: he leído y releído su carta y no puedo encontrar el origen de su comparación. No soy defensor de ningún lector, sólo de ciertos conceptos de la visión para valorar el grado de civilidad que suponemos que tenemos. A mí no me dobla en edad, aunque sí es mayor que yo, pero de ninguna manera me pueden confundir con comparaciones absurdas entre lo que sucedió en nuestra Argentina y lo que sucede hoy. Don Horacio, es cuanto menos anárquico intentar comparar la vida de una sociedad sometida por una dictadura con una sociedad que a recuperado el voto popular. Ahora bien, lo importante para mí es lo que pretendemos de lo que llamamos democracia. No es prudente que Agustina deba contarle hechos que Ud. mismo vive a diario y parece que no quiere ver. Comparar la ilegalidad con la legalidad es como consolar a quien le robaron $ 10 en una oficina pública, diciéndole que en la cárcel le hubiesen robado todo. Es desvergonzado hacer toda una perorata de la dictadura para minimizar el hecho de que los jubilados no cobran el 82% móvil en democracia. Me resulta obsceno que alguien acepte la inflación como un hecho común y necesario. Esa actitud refleja un criterio dudoso de la responsabilidad social de los dirigentes. ¿O Ud. cree que la inflación en democracia es distinta de la inflación en épocas militares? Desde un punto de vista como el del señor Horacio debemos creer que es muy diferente ser torturado, violado y asesinado por una persona vestida de verde que por una persona que supuestamente tiene todas las garantías legales y democráticas para relacionarse sin violencia con sus pares. Sin ofender, creo que las personas que justifican cualquier abuso o que intentan desacreditar cualquier reclamo de otro ciudadano referido al verdadero cambalache democrático que estamos viviendo hoy, es simplemente incentivar la perturbación social y la contribución alevosa a la enajenación de derechos cívicos. Parecería que cada reclamo debe estar acompañado de una equivalencia del pasado para darle cierta validez y que los derechos humanos no requieren más cuidados que antes, cuando en realidad tendría que ser exactamente a la inversa. Hoy, en democracia, cualquier derecho humano no respetado es traicionar la civilidad del sistema y, por lo tanto, potencia –según mi criterio– la intencionalidad de la acción. En realidad, estoy entendiendo los motivos de la complicidad de algunos sectores sociales en la época de la dictadura. Si Horacio no habla en democracia, no quiero pensar de su silencio de otras épocas. Oscar Cingolani, DNI 11.846.476 Bariloche


Estimado Horacio García: he leído y releído su carta y no puedo encontrar el origen de su comparación. No soy defensor de ningún lector, sólo de ciertos conceptos de la visión para valorar el grado de civilidad que suponemos que tenemos. A mí no me dobla en edad, aunque sí es mayor que yo, pero de ninguna manera me pueden confundir con comparaciones absurdas entre lo que sucedió en nuestra Argentina y lo que sucede hoy. Don Horacio, es cuanto menos anárquico intentar comparar la vida de una sociedad sometida por una dictadura con una sociedad que a recuperado el voto popular. Ahora bien, lo importante para mí es lo que pretendemos de lo que llamamos democracia. No es prudente que Agustina deba contarle hechos que Ud. mismo vive a diario y parece que no quiere ver. Comparar la ilegalidad con la legalidad es como consolar a quien le robaron $ 10 en una oficina pública, diciéndole que en la cárcel le hubiesen robado todo. Es desvergonzado hacer toda una perorata de la dictadura para minimizar el hecho de que los jubilados no cobran el 82% móvil en democracia. Me resulta obsceno que alguien acepte la inflación como un hecho común y necesario. Esa actitud refleja un criterio dudoso de la responsabilidad social de los dirigentes. ¿O Ud. cree que la inflación en democracia es distinta de la inflación en épocas militares? Desde un punto de vista como el del señor Horacio debemos creer que es muy diferente ser torturado, violado y asesinado por una persona vestida de verde que por una persona que supuestamente tiene todas las garantías legales y democráticas para relacionarse sin violencia con sus pares. Sin ofender, creo que las personas que justifican cualquier abuso o que intentan desacreditar cualquier reclamo de otro ciudadano referido al verdadero cambalache democrático que estamos viviendo hoy, es simplemente incentivar la perturbación social y la contribución alevosa a la enajenación de derechos cívicos. Parecería que cada reclamo debe estar acompañado de una equivalencia del pasado para darle cierta validez y que los derechos humanos no requieren más cuidados que antes, cuando en realidad tendría que ser exactamente a la inversa. Hoy, en democracia, cualquier derecho humano no respetado es traicionar la civilidad del sistema y, por lo tanto, potencia –según mi criterio– la intencionalidad de la acción. En realidad, estoy entendiendo los motivos de la complicidad de algunos sectores sociales en la época de la dictadura. Si Horacio no habla en democracia, no quiero pensar de su silencio de otras épocas. Oscar Cingolani, DNI 11.846.476 Bariloche

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