Conexiones clandestinas: un riesgo que crece en el invierno

Las distribuidoras de energía reportan millonarias pérdidas al año por los “colgados”. Además advierten del peligro de la maniobra para autores y terceros. El frío potencia el uso de equipos eléctricos de calefacción que sobrecargan las líneas no autorizadas.

Las conexiones eléctricas clandestinas son frecuentes en todas las ciudades del país. Incluso tienen una denominación para el asiento contable: pérdidas no técnicas. Son millones de pesos anuales que las distribuidoras no pueden cobrar y que deben negociar con Cammesa, la administradora mayorista el mercado eléctrico, para aliviar su impacto.

Entre Edersa y CALF suman unas 18.000 familias conectadas irregularmente a las líneas de distribución. Sin embargo, hay riesgos mayores a las pérdidas económicas y se potencian durante los meses más fríos del año. El peligro que representa una conexión clandestina expone tanto a los autores de la maniobra como a terceros. Las descargas por líneas sobrecargadas pueden llegar a ser letales.


Si bien los números que relevan la distribuidoras son elevados, y en su mayoría corresponden a asentamientos irregulares, también existen coquetos barrios cerrados que se “cuelgan” de las líneas eléctricas. Pero los incidentes que ponen en riesgo la salud y la vida de las personas suelen darse más en lo que se denomina “fraude”, cuando alguien se conecta de la línea de un vecino, que por los enganchados.


De todos modos, el frío del invierno potencia los riesgos en todos los frentes. La utilización de equipos de calefacción eléctrico suelen recalentar las líneas por su funcionamiento y, si la conexión es precaria, pueden terminar quemando las protecciones y provocando un incendio o electrificando los materiales de una vivienda.

En números

12.000
familias viven en terrenos no regularizados en las zonas donde Edersa es distribuidor de energía eléctrica.
6.000
son los grupos familiares que están en asentamientos en la capital neuquina, según un informe de CALF.


A mediados de junio, un vecino del barrio Martín Fierro, en Cipolletti, recibió una descarga eléctrica mientras intentaba realizar una conexión ilegal. La guardia de la distribuidora arribó al lugar minutos después y constató que el hombre había escalado hasta la subestación transformadora para colgarse de la luz. El vecino fue trasladado al hospital y se recuperó días más tarde.


Otro gran riesgo de las conexiones ilegales es la falta de resguardo que generan las altas y bajas de tensión producto de una mayor demanda de la capacidad existente. Como consecuencia es habitual la quema de artefactos y puede originar cortocircuitos. Hay decenas de casos que provocaron incendios en viviendas.


También hay conexiones clandestinas en zonas residenciales y en comercios. El año pasado Edersa detectó varias irregularidades en zonas “pudientes”. Se estima que el consumó irregular es unos 50-55.000.000 kWh en el año.


En la capital neuquina la situación es similar. A las 6.000 familias que viven en asentamientos se suman un número, no declarado de barrios cerrados y grandes usuarios, que están “colgados”.

Diferencias entre el “fraude” y los “enganchados” en los barrios

Las distribuidoras eléctricas diferencian entre “pérdidas no técnicas” y el “fraude”. El primero de los términos se utiliza para definir las situaciones donde se hacen conexiones de las que se abastecen asentamientos o barrios que, por ejemplo, usan el medidor de obra para tomar electricidad.

Son consumos que no se registran oficialmente y por lo tanto no se pueden cobrar generando una pérdida económica para la distribuidoras. En el caso de CALF este año estima 250 millones de pesos por este ítem. Pero tienen un elevado riesgo para la seguridad pública. Líneas recalentadas que provocan altas y baja de tensión, causas para que se produzcan cortocircuitos que pueden terminar en apagones o incluso en incendios.


El “fraude” se da cuando un particular toma electricidad de un vecino. Puede ser antes o después del medidor. “Nosotros llegamos hasta el pilar”, explican desde las distribuidoras. Es decir que queda en manos de la persona a la que le están saboteando su conexión.

Generalmente, en el mejor de los casos, el usuario se da cuenta de lo que ocurre al notar un salto en la facturación de sus consumos. La denuncia se realiza a la prestadora pero la revisión queda a cargo del cliente. En el peor de los casos, la conexión clandestina puede provocar una descarga y poner en riesgo de vida a cualquiera que entre en contacto físico con un objeto electrificado.


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