Consejos para padres: comunicación clara y simple

Mejor que transformar un mal momento en un intercambio de amenazas que no se cumplen, es anticiparse para lograr acuerdos y una organización que permita aprender y respetar las reglas.

Laura Collavini (*)

El qué y el cómo son dos palabras maravillosas porque encierran mucha sabiduría, pero si se juntan son implacables. El qué nos marca el objetivo a seguir y el cómo el proceso. A mi criterio, es interesante que siempre vayan juntas.
Como somos seres sociales nos comunicamos todo el tiempo. Transmitimos ideas, pensamientos, situaciones, emociones. Amamos, nos enojamos, nos divertimos, compartimos, y todo lo comunicamos, con palabras o con gestos. Es inevitable.
Tenemos ahí la herramienta de poder, la comunicación. La posibilidad de pasar información en forma clara y amorosa. Cuando digo “clara” quiero decir simple, y esto no implica carencia de profundidad sino la elaboración de una idea que, por haberla reflexionado, mirado de varias formas al transmitirla sólo es necesario pocas palabras o gestos.

No hace falta gritar, patalear, enojarse, pegar portazos ni armar una escena de ningún tipo. Se dice claro. Sin dudas. Incluso si lo que tenemos que transmitir es una duda, también se puede decir claro y simple.
Y vamos al grano. Suelo poner algunos ejemplos en mis charlas con papás porque suelen ser escenas que vivimos todos.


Por ejemplo:

Hora del baño. Los chicos no quieren. Suele pasar eso o sucedió en casi todos los hogares. Tomando esta escena a modo de ejemplo vamos a tratar juntos de descomponerla y analizarla. Algo tan sencillo como ir a bañarse puede y suele transformarse en una cuasi tragedia donde nos llegamos a replantear la maternidad y paternidad, la autoridad y es el momento en el que los padres suelen defender a la ojota como medio educativo.
Retomemos la escena supuesta: niñ@ mirando la tevé.
Son las 20:00 y en la casa se prepara la comida. Todos están agotados. Solo se piensa en descansar y todavía faltan mil cosas por hacer. La casa hecha un lío, mensajes sin responder, la comida a medio hacer, etc., etc. Supongamos que estamos hablando de Jaimito. Supongamos que tiene 4 años, y que aún necesita control en el baño. (Obviamente podemos cambiar a mamá por papá).


Escena A:
Mamá: Jaimito, vamos a bañarnos.
Jaimito: (Silencio, sigue mirando la tevé)
M: (Ofuscada) Vamos Jaimito que tengo que hacer la comida!
J: Después má…
M: Hijo, se me quema la comida… (Elevando el tono de voz) ¿Podés por favor apagar esa tele. ¿Y venir a bañarte…?
J: No quiero bañarme…
M: No es una invitación, te venís a bañar.
J: ¡No! (Cruzando los brazos y con cara de enojado)
M: No hagas que te vaya a buscar… (La paciencia se está agotando)
J: No voy. Quiero mirar la tele.
M: Te venís a bañar y punto.
J: No….
El desenlace de esta mini escena se empieza a desencadenar dependiendo los actores, los días y las instancias individuales… Pero, sin dudas es una escena repetida.
¿Dónde podríamos hacer foco?
En la anticipación. “¿En el qué? ¿En el cómo? ¿Anticipación en este siglo? Olvidate”. También suelo escuchar esto. Ok.
Los niños, adolescentes y adultos necesitamos anticipación, lo que se traduce como organización. Ritmos de sueño, de vigilia, de atención y de relax, y todo esto fue aprendido.


Desmenuzando esto:
1) Los padres solemos decir cosas que no cumplimos. Por ende, los chic@s entienden que no siempre hay que hacer lo que decimos.
2) Solemos cambiar criterios por organización personal. Ellos quedan afuera de la misma.
3) Un berrinche no es lo mismo que enojo. En la escena de Jaimito no se lo tuvo en cuenta. ¿Por qué? ¿Quién dice que lo que estaba mirando Jaimito no era importante? Un adulto que presupone que lo que hacemos como grandes es trascendental, y lo del hij@ no. Ahí lleva implícito una falta de respeto hacia los momentos de la persona. Ya escucho a muchos amigos diciendo… ”Ah, bueno. Entonces que los pibes hagan lo que quieran…”
Respuesta: No. Al contrario. Somos adultos y tenemos que saber que los tiempos de los chic@s, como sus intereses, son diferentes. No mejores, no peores. Di fe ren tes. Eso entonces supone que podemos organizarnos diferente y está e nuestras posibilidades anticipar situaciones. Sabemos que Jaimito no se va a querer bañar… Podemos probar algo diferente…


Escena B


Jaimito mira la tele.
M: (Una horas antes de que sea el momento del baño) Jaimito; ¿Qué estás mirando?
J: Mi serie favorita.
M: Ok. Te tenés que bañar en un ratito, antes de comer. Termina esa serie y vamos. O.K?
J: (No contesta)
M: ¿Ok? ¿Escuchaste? (Con tono relajado)
J: O…key…
(15 minutos después)
M: Jaimito, acordate que en un ratito te bañas… ¿Qué vas a llevar al baño?
J: No sé má…
(Un rato más tarde)
M: ¿Ya te decidiste con qué vas a jugar?
J: ¿Puedo el pato azul?
M: Okey.
J: Pero ahora no quiero…
M: Acordate que te dije que era ahora, así es que ya termina lo que estás haciendo y vamos.
J: No…
M: (Con el mismo tono calmo) Sí, porque te lo dije hace rato y tuviste tiempo de hacer lo que necesitabas y es importante bañarse. Tus juguetes te esperan en el baño.
J: Pero má…
M: (con el mismo tono calmo) Má nada. Listo. Apago yo la tele o la apagás vos?


Nuevamente el desenlace depende de cada hogar, instancia y realidad, pero sin dudas este simple ejemplo espero pueda ser disparador de reflexiones que nos permitan saber que cuando se anticipan las situaciones para todos es mejor.

Que si los niñ@s esperan todos los días el baño más o menos en el mismo momento del día es más sencillo. Incluso si se anticipan las reacciones.
Si los padres suelen gritar y enojarse por cualquier situación no es una medida de comunicación saludable porque lo que se espera en relación al niño es un grito, malas palabras, hirientes que no ayuda en nada al bienestar familiar y obviamente a la salud mental.
Si siempre me enojo ante cualquier cosa del otro lado (sea hij@ o cualquier otra persona) se genera temor o miedo, y no llegamos a buen puerto.


Este ejemplo sugiero que lo traslademos a todos lados, con nuestros hij@s adolescentes, con nuestras parejas y amigos, en el trabajo.
Siempre considero que cuanto más se respete el tiempo del otro y se lleguen a acuerdos la convivencia y el crecimiento de cada uno en nuestro rol es más disfrutable.
En todos los ámbitos en los que me desenvolví y desenvuelvo con niñ@s principalmente me sucedió lo mismo. En aulas, salones, hogares con sobrin@s e hij@s, consultorio…
Cuando me siento a jugar con los chic@s de verdad, cuando de alguna forma “me transformo en su juguete” por un rato cuando nos levantamos soy mucho más respetada en mi autoridad, escuchada en mi persona. Nos encontramos alma con alma. Un código que nunca falla.

(*)Licenciada en psicopedagogía.
lauracollavini@hotmail.com
Fundación Laura Collavini


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