“El último Hammett”: Juan Sasturain habla de su libro

El escritor argentino cuenta en esta entrevista sobre su extenso trabajo literario de casi cuatro décadas para llegar a la versión definitiva de un texto sobre el influyente autor “negro”.

 

 

Juan Sasturain (Adolfo Gonzales Chaves, 1945) confiesa que ha tenido una vida sin traumas aparentes ni experiencias límite, por eso, sabe y siente que muchas de las mejores cosas que le han pasado en la vida le han sucedido leyendo.

Juan Sasturain es escritor, periodista, guionista de historietas y conductor de programas televisivos sobre libros y autores. Escribe en medios gráficos desde hace más de cuarenta años. En la actualidad, Sasturain es editorialista del diario Página 12 y dirige la segunda etapa de la revista Fierro dedicada al cómic.

Ha publicado once novelas, entre ellas: Manual de perdedores I y II, Los sentidos del agua, Pagaría por no verte, Dudoso Noriega y El último Hammet.

P- ¿Cómo nace la idea de escribir a partir de experiencias puntuales de lectura?

Juan Sasturain- Leyendo (todo, todo está escrito) se conoce gente por lo general más inteligente y sensible que uno… Así, el Evangelio, Camus o Chuang Tzu te pueden cambiar o cuestionar saludablemente la vida al preguntarte por el sentido. Pero esos textos no necesariamente “me han hecho escribir”. En cambio, leer y seguir leyendo historias escritas por Oesterheld, Borges, Hemingway, Salinger, Onetti, Felisberto, Chandler o Hammett -entre muchos otros, claro está- me afectaron en otro lugar, me revelaron, simple y maravillosamente, a través de la ficción, la literatura.

P: ¿Hay una tradición en la que se inscribe esta novela?

J. S.: Un texto como El último Hammett participa jubilosamente y adhiere a una larga tradición de gestos apropiadores a la hora de escribir y fabular: reescribir lo escrito, repensarlo, mostrar las costuras del propio texto hecho de rastros y referencias. Formas del homenaje y la gratitud. Para no irnos muy lejos y quedarnos con los nombrados: Borges, Piglia, Oesterheld, Trillo, Walsh se han reivindicado como escritores que leen antes, durante y después de escribir. Cultivar un género moldeado en otros contextos, variar una trama seductora o hacer hablar a un autor amado es permitirse, en mi caso -siguiendo el modelo de Borges y Oesterheld- aventurar, construir un verosímil propio con retazos de experiencias, de escrituras ajenas.

 

P: Osvaldo Soriano en 1973 hace un homenaje a Chandler en “Triste solitario y final” ¿es un antecedente?

J. S: Leí el original de ¨Triste, solitario y final¨ en 1973, un año antes de su publicación, cuando estaba escribiendo mi propia primera novela, Manual de perdedores, y compartía espacios y fervor de lecturas comunes con Osvaldo Soriano. Tanto su primera novela como la mía -con mecanismos diferentes- participan de un mismo clima de homenaje explícito al género y a sus autores emblemáticos. En este caso, alevosamente, Chandler. Lo mismo cabe en el caso, pocos años después, de José Pablo Feinmann ¨Últimos días de la víctima¨ -escrita durante la Dictadura- desde la complicidad del gesto común.

P: ¿Y tu experiencia con Hammett”?

J. S.: En las postrimerías de la Dictadura, publiqué en la revista Feriado Nacional, un cuento, “Versión de un relato de Hammett”, en el que está el germen de todo lo que vino después: en este caso, la apropiación y la reescritura son ficticias pero el ademán es una genuina anticipación de lo que se me impondría como tarea de escritura.

El disparador final y definitivo fue la publicación -por parte de Hellman en edición de mediados de los sesenta traducido por Bruguera años después- del fragmento conservado, sesenta páginas, de la inconclusa “Tulip”, la última novela que intentó escribir Hammett. Cuando la leí “supe” que, alguna vez, la iba a concluir yo.

No sólo continué la historia sino que segmenté e intervine sin pudor ni escrúpulos el texto original. Primero, pasándolo de primera a tercera persona y luego intercalando nuevas historias y personajes, históricos o de pura ficción, e insertando relatos originales.

En algún momento se irrumpió la escritura, para sumarse al texto de “Tulip”, un segundo disparador: la enigmática historia de Míster Flitcraft, que aparece -como un insert luminoso- en boca de Sam Spade, en un recodo de la acción de “El halcón Maltés”.

Así, recién después de terminar mi extensa novela anterior, ¨Dudoso Noriega¨, pude encarar la escritura con cierta certeza de vislumbrar la luz al final del túnel: fueron tres años. Luego de parciales recortes que quedaron listos como material narrativo de una novela ulterior, puse el punto final en el otoño del 2017.


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