«El Pepe, una vida suprema», la película de Kusturica que se metió en el alma de Mujica
El documental se filmó durante una charla con el expresidente de Uruguay, en su casa de Rincón del Cerro, en la zona rural del país vecino. Se estrenó en 2028
Se fue «El Pepe», el ex presidente de Uruguay (2010-2015), el ex guerrillero, el agircultor, pero sobre todo el hombre que supo sostener sus convicciones y sus ideales tanto en un rancho destartalado como en el sillón más poderoso del país vecino. A horas de su partida, se viene a la mente una de las películas documentales que quizás lo retraron de la forma más leal, en el corazón de su entorno íntimo, donde Pepe con mate en mano se despojó de todo y habló a corazón abierto. Se trata de «El Pepe, una vida suprema», de Emir Kusturica.
Es la producción que el director Emir Kusturica estrenó en 2018. El cineasta viajó con su equipo de filmación, con una cámara montada en primera persona para recorrer el camino que lleva a la casa donde vivía Mujica y donde desde hacia unos años había recuperado sus costumbres cotidianas y rurales.
La película transita los caminos de Rincón del Cerro, una zona rural de Montevideo. Calles de tierra y abundante vegetación. Se está en búsqueda de una vivienda muy particular. Hasta que al llegar a un predio inmenso, con un rancho que «se caía a pedazos», Kusturica ve al fondo a un hombre anciado con herramientas de campo en la mano y con los pies metidos en el verde. Se bajó de la camioneta solo para preguntarle si sabía donde vivía el Pepe.
El anciano se acerca lentamente a la tranquera y le pregunta: «¿Quien lo busca?. Fue ahí cuando el director tuvo la certeza de que había llegado a donde quería llegar. Quien preguntaba era el mismísimo Pepe Mujica. El portón se abre y unos mates dieron inicio a este documental que está disponible en la plataforma Netflix.

Pepe por Kusturica y lo que Pepe le dejó
En algunas entrevistas que le realizaron luego del estreno de «El Pepe, una vida suprema», Kusturica demostró una gran admiración por este hombre al sentenciar en varias oportunidades que al expresidente de Uruguay se le podía preguntar cualquier estupidez y siempre se las ingeniaba para, en pocos movimientos, llegar a los lugares más hondos. «Cada vez que hablaba, estaba hablando del género humano, del sentido último de la vida».
Hubo para el director una fascinación en cuánto a que no podía encontrar una respuesta a como Mujica luego de pasar 12 años en la cárcel, recluído en pozos, privado de los derechos humanos mínimos, se presentaba ante el mundo sin resentimientos, «como si le hubieran inyectado una dosis dolorosa de paz».
«Los detalles significativos, en el retrato de Kusturica, está la posición del cuerpo de Mujica, en la reacción de su cara frente a las preguntas del cineasta, en su risa ocasional. Cuando se ríe de Kusturica porque no chupa el mate hasta el final parece corporizarse eso que el perfil busca: una personalidad completa, algo muy grande que solo se hace visible cuando el foco se pone en los detalles adecuados», se escribió en su momento en el porta digital La Tercera a modo de reflexionar sobre el tono intimista que tiene este documental.
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