Un libro al mes: «Tarántula», de Eduardo Halfon

Un libro por mes. Una guía. La propuesta de esta columna es abordar, a lo largo de cuatro entregas, un mismo libro. El de este mes será “Tarántula”, de Eduardo Halfon (Libros del Asteroide. 2024).

La propuesta de esta columna es abordar, a lo largo de cuatro entregas, un mismo libro. No será sólo una reseña sino una suerte de guía y compañía. El de este mes será “Tarántula”, de Eduardo Halfon (Libros del Asteroide. 2024).

Antes que nada, Eduardo Halfon.
Eduardo Halfon nació en Guatemala en 1971, pero a los diez años, su familia se mudó a los Estados Unidos, donde Eduardo pasó a ser Ed, o Edi. Allí, Ed estudió y se recibió de ingeniero, siguiendo el camino trazado por su padre. A los 26 años, en medio de una enorme crisis profesional, regresó a su país, regresó a un castellano que ya casi no hablaba, regresó a su nombre, Eduardo, y descubrió, por primera vez, los libros de ficción.


No. Hasta los 27 años, Eduardo Halfon no había leído. Y en plena crisis profesional se anotó en Filosofía y Letras y empezó a leer. No paulatinamente. Empezó a leer como un poseído; como un Quijote, leyó todo. Primero como lector voraz, pero después, empezó a leer como futuro escritor, preguntándose por la trama, por la estructura, por el andamiaje que sostiene la narración (es ingeniero). Y así, por suerte, nació Eduardo Halfon, el escritor.


Halfon lleva publicados unos 18 libros. Casi siempre en Libros del Asteroide. Ninguno más largo que 200 páginas. Podría decirse que todos juntos son la gran novela de su vida. Porque para entender a Halfon hay que saber que sus libros son un fascinante y eterno rompecabezas que se va armando a partir de las piezas y los escenarios que traen sus relatos. Algo así como una autobiografía para armar.

La de Eduardo Halfon, no es literatura del yo, pero se hunde en las raíces familiares y hace tallos desde ahí. «La familia para mí es un tema enorme. Es un tema escabroso, complicado, una familia de la cual me tuve que alejar cuando entré a la literatura y cuando me fui del judaísmo. Ese fue el primer alejamiento brutal», dice Eduardo Halfon.

La galaxia narrativa halfoniana comenzó en 2008 cuando publicó los cuentos de El boxeador polaco. Su abuelo polaco León Tenenbaum llegó a finales de 1945 a Guatemala, el único de su familia que sobrevivió y estuvo prisionero en distintos campos de concentración. En su brazo tenía tatuada la marca de su paso por Auschwitz: 69752. “Que era su número de teléfono. Que lo tenía tatuado allí, sobre su antebrazo izquierdo, para no olvidarlo. Eso me decía mi abuelo. Y eso creí mientras crecía. En los años setenta, los números telefónicos del país eran de cinco dígitos”, recuerda el narrador del relato en el que un abuelo le cuenta a su nieto, sesenta años después, cómo le salvó la vida un boxeador polaco al que los nazis lo mantenían vivo para pelear todas las noches.

¿Se puede conocer a Halfon a través de sus libros? Es probable. Eduardo Halfon traza una suerte de autobiografía que se va armando a través de sus publicaciones, aunque el avise que la ficción se cuela y que los recuerdos ya no le pertenecen del todo.

Entre todos ellos, “Tarántula”, publicado el año pasado, es uno de los más movilizantes. Narra un episodio de su infancia, en un campamento que comienza como una actividad de “supervivencia para niños judíos” y termina en algo siniestro.

Casi todo es real. Pero ese es el tema de la segunda columna.


La propuesta de esta columna es abordar, a lo largo de cuatro entregas, un mismo libro. No será sólo una reseña sino una suerte de guía y compañía. El de este mes será “Tarántula”, de Eduardo Halfon (Libros del Asteroide. 2024).

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